Ayer se dio a conocer una triste noticia: falleció Raúl Solanas, militante peronista. A modo de homenaje para el compañero, compartimos las palabras de Lucas Carrasco en su blog República Unida de la Soja.
En los días negros del 20 de diciembre, en Paraná, el gobierno de la Alianza asesinó a 3 jóvenes en medio de las protestas sociales, cuando arreciaba el hambre, la desesperación, los bonos como moneda, la falta de pago, los hospitales y escuelas cerradas, el desempleo, la miseria.
Un joven de la Corriente Clasista y Combativa de veintipico; dos chicas, de 13 y 15 años, asesinadas. Por la represión del gobierno progresista. Nunca en democracia se llegó a una situación tan dramática.
El gobernador radical, Sergio Montiel, pagaba coimas de diputados de distintos bloques, para que no avance el juicio político en su contra. En tribunales, se hacían todos los desastres posibles para que no avanzaran las causas. La Cámara de Diputados quedó, por eso, paralizada. No podía sesionar ni pudo durante años. En varias ocasiones, la Cámara de Diputados fue cerrada con la policía, que no dejó entrar a los legisladores. Ahí, en ese clima, que mejor olvidar, dejar pasar, yo escribí un libro sobre los tres asesinatos cometidos por los institucionalistas republicanos, obvio que de centro izquierda y sin dudar, progresistas: la enorme hipocresía de aquellos años oscuros.
Hubo pocas personas que me ayudaron mucho. Una fue Raúl Solanas, diputado de un tipo de peronismo que era difícil de conseguir antes del kirchnerismo. Diputado del peronismo nacional y popular, convencido, que pedía el avance de las investigaciones y las causas por esos crímenes. A veces, incluso, en soledad.
La misma soledad que la lotería de las cosas, a veces, nos reserva un lugar de alegría, de orgullo, de victoria.
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Son pocos, contados, ni falta me hace una mano, los dirigentes políticos por los que siento afecto. Uno era Raúl Solanas. Ahora voy a tener que hablar de Raúl en pasado. Hoy lo encontraron muerto. Se suicidó una madrugada de la semana pasada, en su quinta, en las afueras de Paraná. Es difícil tener que empezar a hablar en pasado. Así son las cosas. No hay, supongo, razones decibles para narrar los dramas íntimos, lo secreto, el misterio de cada vida. Los que nos quedamos, hacemos balances de los que se van.
El cariño que sentía, puta, hablar en pasado, por Raúl siempre remite a los días más difíciles. Al 20 de diciembre de 2001, a las elecciones con el Kirchner del 2% del 2003, a la asonada oligárquica del 2009, a la defensa de la ley de medios, y ahora, que las naves se acomodaban, bueno, ésto.
Estoy muy triste.
Raúl creía que había algo en el más allá. Tanto como creía en una iglesia de opción por los pobres, liberadora, cristiana en el sentido popular del término. Yo, alguna vez, me burlé de eso. Pero ojalá, Raúl, exista algo más allá. Te lo merecés. Es una razón válida, no para creer porque no me sale, sino para que exista algo más allá: vos te lo merecés. Y si existe algo, más allá, en el cielo, seguro está lleno de gente aburrida. Les va a venir bien tu fina ironía, tu inteligencia calma, el tesón con que te jugaste en las cosas que valen la pena. Les va a venir bien a la eternidad calma del misterio de la muerte. A nosotros nos quedan las cosas que faltan, las causas que valen, todavía, la pena.