Araceli, una piba menos
La conmoción por la noticia del hallazgo del cuerpo de Araceli tiene un doble ejercicio de injusticia: otra piba muerta, casi una por día en lo que va de abril, una cada 18 horas en lo que va del año. Y otra piba con la que la Justicia llegó tarde y a la que el Estado no se preocupó en buscar.
por
La Cámpora
28 abr 2017
Las mujeres sufrimos la violencia a diario, a plena luz del día, naturalizada, legitimada. Pero el femicidio como máxima expresión de esa violencia machista, de este sistema patriarcal para el cual las mujeres somos desechables, aparece como una tragedia irremediable de la cual se lamenta la sociedad y se alimentan los medios, sin que haya entre una y otra forma de violencia. No nos matan porque sí, no nos matan por casualidad, por la fatalidad azarosa. Nos matan por ser mujeres, porque nuestra cultura avala que los varones se apropien y ejerzan poder sobre nuestros cuerpos.
La segunda injusticia que sufrimos es la de la falta de justicia para nosotras. Después de que nos violan, el sistema institucional, algunos medios e incluso muchas personas, culpan a las víctimas. Con suerte investigarán, pero la primera condena es hacia la mujer víctima. Si sobrevivís, debés estar agradecida y punto. Una mujer violada no vale nada. Muerta, menos.
Cuando desaparece una piba el Estado no la busca: primero sospecha que se habrá ido de joda "con un tipo" y ya volverá. Así paso con Micaela, con Araceli y tantas pibas solamante en lo que va de 2017. Recién llegamos a la primera plana de los diarios una vez que nos matan.
La familia de Araceli convocó desesperada a movilizaciones y cortes para exigir que la causa se moviera. 27 días después de su desaparición, su cuerpo fue encontrado en una vivienda que ya había sido allanada. El principal sospechoso y ahora prófugo, Darío Badaraco, fue identificado como la última persona que la vio con vida. Se sospecha que sus conexiones con policías le habrían permitido escapar ayer.
Esta vez, y como si la hipocresía de siempre no bastara, desde algunos sectores intentan identificar al presunto asesino como "militante de La Cámpora", con el objetivo de ocultar la inoperancia de las autoridades que realmente debieron actuar.
Conversamos durante varias horas sobre si era necesario salir a aclarar esta situación, y decidimos explicarlo de una vez que para que nadie tenga dudas y nos ocupemos de hablar de lo que en realidad hay que hablar: Darío Badaraco nunca fue militante de nuestra organización. Definirlo de esa manera, utilizando su vínculo con una compañera que concurría a una Unidad Básica de José León Suárez, tiene una clara intencionalidad política y solamente busca ensuciar a la militancia y a la organización popular.
Somos nosotras las mujeres organizadas las que en muchos casos estamos en la primera atención, acompañando a mujeres victimas de violencia, trabajando en los barrios contra la violencia de genero e incluso muchas veces cumpliendo un rol que debería ser del Estado. Por eso les aclaramos a aquellos que ahora nos acusan, que los varones violentos y los femicidas no nacen de un repollo, están insertos en la sociedad, tienen empleos, familias, amigos; y nadie pensaría en responsabilizar a todos/as ellos/as de sus actos.
El Gobierno Nacional lanzó con bombos y platillos una plan nacional contra la violencia dé género que no aportaba nada nuevo respecto de lo que venía trabajando el Consejo Nacional de las Mujeres hasta el 2015. Un presupuesto de 700 millones que dividido en tres años no parece ser en comparación con otras áreas tan significativo y que encima arrancó el año con un recorte de casi 70 millones. "Un error", se dijo luego. Otro más.
Los derechos de las mujeres están en claro retroceso en los últimos meses. Las mujeres que denuncian violencia no tienen luego ninguna política de contención. El Ministerio de Seguridad relanza un protocolo que ya había lanzado en 2012, y que una nueva muerte nos demuestra que no ha servido para mucho. La justicia machista sigue condenando de antemano a las víctimas y nunca lograanticiparse a los hechos, empezar a buscar desde el primer momento, entender que ninguna piba desaparece porque sí.
Hoy nuevamente somos todas Araceli, somos todas y cada una de las mujeres asesinadas por la violencia machista, somos todas potenciales víctimas y seguimos exigiendo Ni una menos.