Política

200 años de la Batalla de Salta

por La Cámpora
24 feb 2013
Un paso decisivo para la revolución y la independencia La batalla de Salta fue un enfrentamiento armado librado el 20 de febrero de 1813 en Campo Castañares, hoy zona norte de la Ciudad de Salta, en el curso de la Guerra de Independencia de la Argentina. El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano derrotó a las tropas realistas a las que habí­a batido ya en septiembre anterior en la batalla de Tucumán. La rendición incondicional de los realistas fue estratégica ya que garantizó el control del gobierno rioplatense sobre el Alto Perú, y la ruta a Potosí­, centro de la actividad económica del Virreinato. Contexto La Batalla de Salta debe ubicarse dentro de esa variedad de hechos que se abren a partir de las jornadas de Mayo de 1810, situaciones que no muestran un camino lineal sino que representan las marchas y contramarchas que un proceso revolucionario supone, con actores en pugna que se presentan con proyectos antagónicos. La Revolución de Mayo generó un movimiento democrático y popular que se reveló contra el poder absolutista español. El grupo que le dará un contenido programático y polí­tico a los primeros dí­as de la revolución será el de la pequeña burguesí­a formada por intelectuales, militares y pequeños productores, entre ellos Moreno, Castelli, Belgrano, French y Monteagudo; el Plan de Operaciones de Mariano Moreno fue el programa polí­tico que expresará los intereses de estos actores. Los primeros dí­as de la Revolución van marcando el conflicto entre dos proyectos diferentes. Uno de tendencia nacional y latinoamericana, de contenido democrático y con una impronta proto industrialista contenido en el Plan de Operaciones, y el otro grupo, asentado en el puerto de Buenos Aires, reactivo a mantener las fronteras del  Virreinato que se extendí­an hasta Perú y cada vez más, con la pretensión de construir una Argentina apéndice de los designios británicos. Esta tensión se reproduce durante las sesiones de la Asamblea del año XIII y coinciden también con los sucesos de la Batalla de Salta. En los meses previos a la Batalla de Salta encontramos dentro del proceso revolucionario una avanzada del ala morenista que logra imponerse sobre el primer Triunvirato hegemonizado por la tendencia reaccionaria. La presencia de Belgrano, Monteagudo y San Martin le otorga a la causa revolucionaria una impronta progresiva, de esto deriva el triunfo en la Batalla de Tucumán, el llamado a la Asamblea, la victoria de San Martí­n en San Lorenzo, la recuperación de Montevideo, etc. La importancia estratégica del Norte Pese a que la capital del virreinato del Rí­o de la Plata se habí­a puesto en Buenos Aires, para evitar una posible invasión portuguesa por el sur, todo el movimiento económico se encontraba en el Norte ya que la ruta que traí­a el metal de las minas del Alto Perú (hoy Bolivia) atravesaba Jujuy, Salta y Córdoba hasta llegar al puerto de Buenos Aires. Salta era, entonces, un punto vital en la guerra por la independencia. Las minas de la ciudad de Potosí­ eran el recurso estratégico de la época y por eso Mariano Moreno proyectó en el Plan de Operaciones enviar un ejército hacia esa zona para garantizar el abastecimiento económico de la Revolución y poder lograr un desarrollo regional. Esto es importante porque después en 1825, cuando los intereses del puerto de Buenos Aires y de la llanura pampeana se impusieron durante la presidencia de Bernardino Rivadavia, se produjo un hecho único en la historia, en donde desde Buenos Aires se rechazó el pedido de incorporación a ese territorio del Alto Perú que habí­a sido liberado por el hombre de confianza de Simón Bolí­var, el mariscal Antonio Sucre. Este hecho marcó un lí­mite para la historia de nuestro paí­s, ya que se dejó afuera del mismo un sector importantí­simo en lo económico y, definitivamente, el centro económico y productivo pasarí­a por quienes fueran los dueños de la tierra en la pampa y el litoral argentino. Salta, una batalla decisiva La victoria de Manuel Belgrano y el ejército del Norte el 20 de febrero de 1813 en Salta fue un golpe definitivo para la presencia española en el sur del Virreinato y permitió extender la revolución a nivel territorial, empujando a los realistas más allá de Jujuy. Fue, en ese momento, el mayor triunfo militar frente a las tropas realistas: el ejército patriota apresó los 17 jefes y altos oficiales y se rindieron 2776 soldados. Habí­a sido también un triunfo de Belgrano frente a los centralistas porteños. Aún después de ganar en Tucumán Belgrano no contó con el apoyo desde Buenos Aires para seguir hacia el  norte. Sin embargo, con la legitimidad del anterior triunfo a cuestas, insistió en la importancia de avanzar sobre el Alto Perú, último bastión realista de poder real en el Virreinato y, como ya señalamos, el centro de la actividad económica de ese momento. El mismo 20 de febrero a la madrugada, los soldados del ejército patriota juraron la bandera celeste y blanca antes de comenzar la batalla. Belgrano mostró sus dotes de conductor y estratega aceptando las recomendaciones del coronel Apolinario Saravia, afrodescendiente de origen salteño, que le proporcionó un camino alternativo permitiendo que la sorpresa jugara del lado patriota. La astucia desplegada por Belgrano demuestra su talento militar en este periodo de la revolución. Utilizando la táctica de la distracción, engañó al enemigo y lo obligó a tomar un camino equivocado para luego llevarlo a un terreno favorable y vencerlo en el cuerpo a cuerpo. En esta batalla también fue fundamental la entrega en combate de gauchos e incluso mujeres como Martina Silva de Gurruchaga, lo que hizo que la victoria se viviera como un hecho de todo el pueblo. Como en tantas otras oportunidades a lo largo de la historia, serán los sectores populares quienes mejor defiendan la soberaní­a y la afirmación nacional. La Batalla de Salta forma parte de esta saga en donde el pueblo expresó la defensa de la cuestión nacional y Belgrano fue su intérprete. Esta situación marca la diferencia con los intereses promovidos por los sectores vinculados al puerto quienes preferí­an perder territorio con tal de mantener sus privilegios comerciales. La Batalla de Salta generó a lo largo del tiempo algunas crí­ticas a su conductor, especialmente desde Buenos Aires, que deseaba centralizar la dirección polí­tica de la revolución en favor de sus intereses. Mientras que Buenos Aires exigí­a la rendición que implicaba en términos militares la humillación del derrotado, Belgrano aceptó la derrota del ejército realista bajo la condición de capitulación, situación diferente a la rendición total. Belgrano tomó esta medida a partir de una lectura polí­tica en la que contemplaba la necesidad de ampliar el frente latinoamericano, lo que queda expuesto como intención en una frase que Belgrano pronunció por aquel entonces, “No busco gloria sino la unión de los americanosˮ. La capitulación, a diferencia de la rendición, evitó un mayor derramamiento de sangre, situación que será reprochada desde Buenos Aires, al igual que la decisión de no pasar bajo degí¼ello la cabeza de los prisioneros de guerra, así­ como la de no dejar en el campo de batalla un sembradí­o de muertos, sino sepultarlos. Estas conductas destacan un perfil humanista ˮ“aún en tiempos de guerra- que lo diferencian del ala centralista porteña que poco tiempo después, cuando estalle la guerra entre unitarios y federales, harí­a un uso extremo de la violencia contra su propio pueblo. La Batalla de Salta significa también un punto máximo en la lí­nea ascendente de victorias revolucionarias conseguidas hasta ese momento. Luego de Salta llegarán las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma que ponen lí­mite a la avanzada patriota en el Norte. Surgirá entonces la necesidad de modificar la táctica militar desplegada por Belgrano hasta ese momento. A partir de ese momento la figura de San Martí­n emerge para apuntalar al Ejército Norte, quien terminará remplazando a Belgrano en la conducción militar. Sin embargo, como muchas veces se hizo creer, nada separó a San Martin de Belgrano: ambos expresaban el ideario morenista de mayo como también la concepción americana de revolución, la noción de una lucha continental. El cambio de táctica desplegado a partir del nuevo escenario tendrá que ver con la aplicación del esquema guerra de guerrillas, es decir, evitar los enfrentamientos tradicionales entre dos ejércitos regulares, aprovechar el factor sorpresa y el conocimiento de los baqueanos del lugar. En dicha metodologí­a, surge la figura del caudillo salteño Martin de Gí¼emes. Finalmente, es importante entender que este cambio en la estrategia militar tiene que ver con la decisión de Buenos Aires de no solventar los gastos necesarios para continuar la guerra en el Norte. Así­, Belgrano primero y luego San Martí­n, deberán racionalizar los escasos recursos enviados desde Buenos Aires y finalmente obliga a este último a formar su ejército en Cuyo lejos de la rosca porteña que, cada vez de forma más clara, pretendí­a utilizar el ejército más como un destacamento policial para asegurarse el control polí­tico del interior, que como herramienta para asegurar la libertad de los territorios americanos. Más allá de este derrotero posterior, reivindicar la batalla de Salta es fundamental para entender un momento decisivo en la historia de nuestra independencia. Lo que luego se terminarí­a denominando “interiorˮ fue en aquel tiempo el centro de la disputa territorial con España, así­ lo entendieron los grandes lí­deres de la independencia como Belgrano y San Martí­n. Al mismo tiempo, en estas regiones donde la crudeza de la guerra fue una realidad cotidiana durante años, la pelea contra la dominación colonial superó el terreno de las ideas abstractas y los intereses particulares, para convertirse en un objetivo social de las mayorí­as. Salta, Tucumán y Jujuy fueron territorios donde los pueblos hicieron una jugada histórica y defendieron la causa que entendí­an que era también la de su libertad.