Opinión

Camionazos

por La Cámpora
17 jun 2012
Horacio Verbitsky Periodista Con métodos gremiales para dirimir un conflicto polí­tico, Moyano pone a prueba su capacidad de daño contra la presidente cuya reelección reclamó hace apenas un año como garante de un modelo económico que recuperó “la dignidad de los trabajadoresˮ. Las deserciones que lo aí­slan, el calidoscopio sindical y las alianzas contra natura. Scioli intenta aprovechar la fisura para sus propios fines, luego del anuncio de su candidatura presidencial. Los medios y el poder polí­tico. Luego de meses de amenazas, Hugo Moyano comenzó los paros de camioneros, con el propósito de desabastecer de billetes los cajeros automáticos. Si se atiende a la jactancia con la que hace ya algunos años Moyano se refirió a su poder, la escalada proseguirá con la acumulación de basura en las calles y/o la falta de combustible en los surtidores, las góndolas raleadas en los supermercados, los kioscos de diarios y revistas con ejemplares atrasados, la distribución postal paralizada, los cereales desbordando los silos y los puertos inactivos. Al fundamentar el plan de lucha, su hijo y adjunto, Pablo Moyano, se refirió a la propuesta insatisfactoria de la patronal camionera en la mesa de discusión paritaria, es decir una motivación de raí­z laboral. Si así­ fuera, el conflicto tramitarí­a por los carriles normales, con intervención del Ministerio de Trabajo en un tira y afloje natural entre las partes, que se zanjarí­a con alguna cifra intermedia entre el 30 por ciento de aumento que reclaman los conductores y el 18 por ciento que ofrecen los empresarios, tal como ha ocurrido en los años anteriores y como siguió pasando este año en los gremios que ya cerraron la negociación. Es tan obvio que el gobierno prefiere una contención salarial como que no hay topes inamovibles establecidos y cada acuerdo depende de las respectivas relaciones de fuerza y las condiciones de cada sector. Pero el desafí­o de los Moyano tiene menos que ver con los regateos salariales que con la lucha por el poder, en una primera instancia, sindical, pero en el fondo, polí­tico. Por eso, también reclaman que los patrones absorban el impuesto a las ganancias que pagan los trabajadores de mayores ingresos, es decir una cuestión de polí­tica pública, cuya resolución depende del Estado. Es difí­cil que los propietarios accedan, sobre todo desde la advertencia que CFK les hizo en un discurso, sobre el posible corte a los subsidios que reciben si los utilizan en forma dispendiosa. Esta bandera y el proyecto de participación en las ganancias segmentan la representación de Moyano, ya que convocan a la delgada franja superior de la heterogénea fuerza de trabajo. Más de un tercio de los asalariados aún tiene empleos informales y entre los privados formales el tercio que menos gana accede apenas al diez por ciento de la masa salarial. En esa base de la pirámide inyecta recursos el gobierno, porque sabe que se vuelca al consumo y sostiene la demanda agregada en un momento de grave crisis internacional. Moyano, en cambio, aboga por mayores ingresos para la cúspide. De todos modos, una vez cerradas las principales paritarias y definida la sucesión enla CGT, el gobierno deberá incrementar las asignaciones familiares y el mí­nimo no imponible para la cuarta categorí­a del impuesto a las ganancias, para que el fastidio que Moyano expresa no se extienda a sectores asalariados más significativos. El Congreso dela CGTes el primer objetivo de Moyano, quien quiere que propios y ajenos constaten que puede forzar al gobierno a una capitulación. Es la misma lí­nea que siguió en su apuesta por mechar candidatos sindicales en las listas del Frente parala Victoria. Perohasta ahora, con excepción de algunas escaramuzas, sólo habí­a recurrido a las concentraciones masivas, en avenidas y estadios. Nada de eso le dio resultado, y ante cada nuevo incremento de la presión, Cristina se felicitó por no haber cedido: es fácil imaginar cuánto mayor serí­a hoy la molestia si Moyano tuviera hombres propios en la vicepresidencia y en un tercio de las bancas legislativas, como habí­a pedido. Pensar que el incremento de la fuerza vaya a lograr un efecto distinto sobre la personalidad presidencial, es una presunción improbable, por muchas y variadas razones. Además, en aquel acto por el 1º de mayo enla Avenida9 de Julio, hace apenas un año, Moyano pidió la reelección de Cristina porque la definió como “la garantí­a de profundizar este modelo económicoˮ para “seguir recuperando la dignidad de los trabajadoresˮ. En medio de la peor coyuntura económica mundial en tiempos de paz en un siglo y cuandola Argentinaadopta todo tipo de medidas para proteger el empleo y los ingresos populares, es inverosí­mil afirmar que aquella persona se haya convertido en el enemigo de los trabajadores a la que hay que combatir con todos los medios y alianzas disponibles, de TN ala Sociedad Rural.

El participacionismo

Moyano parte de supuestos contradictorios. Al mismo tiempo cree que su hegemoní­a enla CGTobedeció a su propio mérito y fortaleza y que las candidaturas para sustituirlo sólo se sostienen por el impulso oficial, pero que aún así­ no serán viables porque la mayorí­a de los delegados al Comité Central Confederal del 12 de julio le responden. La pugna que Moyano sostuvo con los gobiernos neoliberales de las décadas de 1980 y 1990 y el poder acumulado por su gremio, que creció junto con la importancia de los servicios (paradojal consecuencia del modelo que impugnaba), pesaron en el momento de la decisión. Pero Moyano no hubiera sido electo en 2004 ni, sobre todo, reelecto en 2008, si Néstor Kirchner no lo hubiera ungido como su interlocutor privilegiado en el movimiento sindical. Esto le permitió incrementar su nómina de afiliados, mordiéndoles el padrón a los otros gremios que representaban a trabajadores sobre grandes ruedas, y obtener una serie de canonjí­as estamentales sobre el resto de sus pares. A cambio, garantizó negociaciones paritarias tranquilas e impidió desbordes sociales, es decir aquello que hoy le reprocha a quienes aspiran a sucederlo. Este rol hoy en disputa no se explica por la biografí­a de los dirigentes, sino por la estructura sindical participacionista, donde el poder se dispensa desde el Estado. Así­, Moyano incrementó su incidencia, pero no las simpatí­as de que gozaba. Su aislamiento se ha profundizado desde que se lanzó en velocidad a la colisión con el gobierno, con expresiones verbales que, es ostensible, no son su fuerte. La segunda hipótesis de Moyano no tiene más fundamentos que la primera: que el gobierno se haya cansado de sus hoscas intimaciones no equivale a decir que prefiera entronizar enla CGTa los sindicalistas empresarios que fueron el caballo de Troya del menemismo dentro del movimiento obrero. Uno de ellos, Armando Cavalieri, pidió apoyo para desbancar a Moyano, que le discute el encuadramiento sindical de 5000 trabajadores de logí­stica. La respuesta del gobierno fue ambivalente. A través del diputado Carlos Kunkel apoyó al candidato de Moyano en Comercio, el ex asociado de Cavalieri Oscar Nieva, pero no llegó a prohibir el voto a los jubilados, entre quienes Cavalieri hizo la diferencia que le permitió retener el gremio que conduce desde hace cuatro décadas, y obtener congresales que pueden ser decisivos para la elección enla CGT. Nadielo dirá, pero la idea no es fortalecer a dirigentes vergonzosos como Oscar Lescano o el propio Cavalieri, sino ponerle algún lí­mite a Moyano, cuyas contribuciones a ese propósito son destacables.

Cinco por uno

¿Quiere decir esto que se partirála CGT? La mera pregunta denota escasa percepción del cuadro sindical. De hecho,la CGTya está tan o más fracturada quela CTAy cada una de las cinco fracciones de este calidoscopio se atraen y se repelen en un juego cuya única regla es la inestabilidad. Los denominados Gordos no asisten desde hace años a las reuniones dela Comisión Directiva, y un grupo de gremios que siguen al gastronómico Luí­s Barrionuevo han creado un organismo paralelo denominado “CGT Azul y Blancaˮ. La novedad que puede cristalizar en el Congreso del mes próximo es el regreso de Los Gordos a la central, en alianza con sectores que en los últimos años reconocieron la conducción de Moyano, como aquellos que se hacen llamar Independientes, y que incluyen a José Lingeri, Héctor Rodrí­guez y Gerardo Martí­nez, y una exteriorización más visible de la división preexistente. Ante esta perspectiva, Moyano amagó con alejarse pero sin abandonar la central, tal como lo hicieron sus rivales en estos años. Su proyecto era replegarse sobre el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), que lideró en la resistencia al neoliberalismo, y sobrela Confederaciónde Trabajadores del Transporte (CATT), a la que Kirchner devolvió la personerí­a retirada por la dictadura. Pero es poco lo que le queda de ambas estructuras. Muchos de los gremios que integraron el MTA, igual que los dela CATT, le han hecho saber que no lo seguirán hasta estrellarse contra un gobierno sólido que hace tan poco consideraba el mejor para los trabajadores desde el de Juan Perón. De los dirigentes que durante años flanquearon a Moyano, sólo siguen a su lado Juan Carlos Schmidt y Omar Plaini, pero hasta ellos mantienen contacto frecuente con altos funcionarios del gobierno y sólo comparten el lado gremial de las exigencias de Moyano. La afirmación de Amado Boudou de que la presidente no necesita de la dirigencia sindical porque se comunica en forma directa con los trabajadores, es desmentida por la práctica diaria, de la que el mismo vicepresidente participa, de reuniones permanentes con secretarios generales de todos los gremios. Los taxistas, los colectiveros, los marí­timos, los aeronavegantes y los conductores de locomotoras abandonaron tambiénla CATT, con lo cual la intimidación de Moyano se reduce a poco más que su propio gremio y a una parte de los pilotos de aviones y los ferroviarios del encarcelado José Pedraza. Pasar de las palabras a la acción tiene dos riesgos simétricos: que fracase y que tenga éxito, lo cual supone que no hay opción ganadora. Cada sector lidia como puede con sus contradicciones. Moyano pasó su próxima movilización del 27 al 26 de junio, para que coincida con el décimo aniversario del asesinato de Kosteki y Santillán y al mismo tiempo recompuso su relación con Gerónimo Venegas, el dirigente de los estibadores rurales cómplice del alto í­ndice de informalidad del trabajo rural. También ha tenido citas con las cámaras patronales agropecuarias, que tampoco quieren pagar impuestos, pero cuyo lockout por la extraterritorialidad de sus posesiones tuvo mí­nima inserción rural y ninguna urbana, y conla UCR, el partido cuyos últimos dos gobiernos terminaron en forma desastrosa para los trabajadores. Sólo le falta concertar alguna acción con los centenares de caceroleros que se creen poseedores de un derecho individual a atesorar dólares, pero que intentan disimular esta pretensión vergonzante con grandilocuentes consignas patrióticas y moralistas. Pensar que esta ensalada de intereses contrapuestos pueda ser una base polí­tica muestra el extraví­o de quien busca posicionarse como lí­der popular. Por su parte, los grandes gremios que quieren librarse de Moyano se ven constreñidos a buscar el apoyo de un gobierno que les repugna más que a él. Los que apoyan a ese gobierno (comola CTAque dirige Hugo Yasky) no se sentirí­an en buena compañí­a cerca de West Ocampo o Daher, y están impulsando un reagrupamiento sobre un eje muy ní­tido, cuyo mejor expositor fue un personaje trágico, desgarrado entre dos lealtades: “La contradicción principal es entre el proyecto financiero neoliberal y el proyecto nacional popular y latinoamericano, y eso se expresa en la antinomia polí­tica kirchnerismo-antikirchnerismo. Nosotros sabemos de qué lado estamosˮ, dijo en diciembre el otro hijo del camionero, Facundo Moyano. ¿Nosotros? El otro sector dela CTA, representado por Pablo Micheli, sólo puede disimular su nimia capacidad de movilización mimetizándose con agrupaciones pequeñas pero compactas que siempre lo han cuestionado por izquierda como Barrios de Pie ola Corriente Clasistay Combativa, y tendiendo puentes hacia Moyano, a quien durante años despreció, como expresión de una burocracia sindical que en los últimos años demostró ser más representativa que la conducción miniceteaí­sta, a la que Micheli accedió con un fraude comprobado por la justicia. Moyano no necesita de esos métodos para ganar una elección en Camioneros, pero no los desdeñarí­a enla CGT, aunque la ferocidad de su ruptura con el gobierno también ha abierto grietas en sus propias filas. Le pasa con Cristina lo mismo que padeció Ví­ctor De Gennaro con Kirchner: la emergencia imprevista de un liderazgo de masas cuya mera existencia cuestionaba el rol al que se creí­an destinados por la historia o la providencia. Uno y otro emprendieron el difí­cil tránsito del sindicalismo a la polí­tica y cuando quisieron enfrentar a esos gobiernos afines, se les quebraron sus fuerzas sindicales y se despertaron compartiendo el lecho con quien nunca hubieran deseado cuando eran más libres de elegir.

La í‘ata contra el vidrio

Quien aprovechó la fisura para sus propios fines fue el gobernador de Buenos Aires Daniel Scioli, quien recibió a Moyano en su reducto de Villa la í‘ata para un partido de futsal. En una impremeditada metáfora, los naranjas de Scioli vencieron a los verdes de Moyano por15 a8, y el gobernador superó la mejor marca de Messi, al anotar 6. Desde el kirchnerismo se considera que el anuncio de sus aspiraciones presidenciales fue un error polí­tico, motivado por la presión del vicegobernador Gabriel Mariotto y los bloques legislativos, que responden a Olivos. A tres años de la apertura de la sucesión presidencial, Scioli se habrí­a expuesto a un prematuro desgaste, cuando su preocupación excluyente deberí­a ser cómo llegar a fin de mes, dilema que se le repetirá treinta y seis veces. La interpretación opuesta sostiene que Scioli madrugó al gobierno nacional (y a cualquier otro competidor) al instalarse como candidato, pero con la suficiente prudencia como para subordinar esa posibilidad a la de Cristina. De ahora en adelante, no necesita hablar más del tema y puede manejarse sólo con gestos y sí­mbolos, ese lenguaje a la vez simple y complejo, que llega al pueblo sin mediaciones y que sólo la presidente domina tan bien o mejor que él. Una vez plantada la bandera, el gobernador puede esperar que se arrimen quienes se sienten excluidos del esquema kirchnerista, que no son pocos en la clase polí­tica, porque Cristina está llevando a cabo la mutación que Kirchner no pudo. Entre ellos, el ex ministro de Economí­a Roberto Lavagna, quien repite la parábola de Domingo Cavallo en 2001: se presenta como el padre del modelo que supuestamente conoce el camino de salida. Las diferencias son tan obvias que ni merecen enumerarse. El Congreso dela FUAde este fin de semana indica hasta dónde está dispuesto a llegar Scioli: el jefe dela JPque responde a Alberto Pérez, el funcionario Nicolás Milazzo, se alió conla Franja Moradaradical y con las diversas vertientes de la paleoizquierda para vencer al kirchnerismo, que rechazó un ofrecimiento de dibujar los resultados para aparecer perdiendo “por sólo veinte votosˮ y se abocará a construir una nueva entidad sobre terreno menos pantanoso.   En Pagina/12