La asunción de Mauricio Macri como presidente de la Nación significó, además de la llegada al poder de la derecha por la vía democrática por primera vez en 200 años, la continuidad y profundización del control social por parte de la corporación mediática. L
a Argentina, a pesar de haberse generado una conciencia política enraizada en gran parte de la población y en una militancia activa, no escapa al poder de los medios masivos de comunicación como ocurre en la mayor parte del mundo.
Además, en nuestro país, desde la época de Rodolfo Walsh a la de las empresas periodísticas, el periodismo mutó sin crisis aparentes y en la Argentina ese proceso puso a ciertos periodistas en el lugar de inapelables, de dueños de la verdad, indiscutibles. Líderes de opinión llevados al bronce.
Hay varios autores y corrientes de pensamiento dentro de la Comunicación Social que explican esto. En primer término, la imposición de una agenda (agenda setting) mediante la cual se estipulan los temas sobre los cuales la población va a centrar su interés. Esta teoría de la agenda setting, de Maxwell McCombs y Daniel Shaw, establece que la selección de temas que hacen los medios influye en la que hace la población, y no a la inversa. O sea, hablamos de lo que ellos quieren que hablemos. Los medios tienen la capacidad de imponerlo mediante la exacerbación y repetición de cuestiones (que pueden ser banales) en detrimento de otros temas más trascendentes, los cuales son ocultados. Ejemplos hay por doquier, pero la cuestión Lázaro Báez es el que se impone como paradigmático.
Hay que acotar que la imposición de los temas de agenda no es siempre para determinar que la ciudadanía piense y opine sobre banalidades. La temática de la agenda mediática se construye en virtud de los intereses políticos y económicos del poder corporativo. Se habla de las cuestiones que este poder quiere que se hable y dirigiendo el eje del debate en beneficio propio.
Son múltiples los efectos: la instalación de ideas predominantes en determinadas coyunturas, su relevancia relativa, los atributos que se le otorgan a actores sociales (políticos, dirigentes, protagonistas de las noticias) en la opinión pública, las valoraciones que acompañan a los diferentes temas de dicho “menú mediáticoˮ, los encuadres que sirven de contorno para la creación de significados sociales, las consecuencias cognitivas, actitudinales y conductuales de la población. Todo esto es consecuencia de la construcción de dicha agenda. Recordemos cuando Cristina Fernández de Kirchner poco antes de dejar la Casa Rosada dijo que “por atrás nos pasan elefantesˮ mientras la agenda mediática se focalizaba en trivialidades.
Otro factor a tener en cuenta respecto de la impunidad del control social mediático es la construcción de realidad subjetiva. Esto fue profundizado por Miquel Rodrigo Alsina en su libro 'La construcción de la noticia', y en estos últimos años en nuestro país fue puesto en debate cuando se trató la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
La noticia, según Alsina, se construye a partir de un acontecimiento del mundo real que, en virtud de los intereses de los medios de comunicación o del poder político-económico que los controla, traspasan el umbral que los hace trascendentes para la agenda. Este proceso se denomina gatekeeping (portería) y, como Caronte en la entrada al infierno, el gatekeeper (no es un rol que ostenta una sola persona, sino que es una organización a tal fin) decide qué hecho será noticia y cual no.
Pero el acontecimiento puede no ser real: La verdad o mentira del acontecimiento aquí no es pertinente. La representación casi viene a ser la única realidad del sistema informativo. O sea, como en los radioteatros de antaño que representaban el galope de un caballo golpeando una mesa, nos pueden hacer creer que el acontecimiento es tal y no lo es. Hacerlo creíble es el juego.
Este acontecimiento será procesado por el periodista que es un sujeto social que es producto de procesos de socialización primaria y secundaria (Ver La construcción social de la realidad, de Peter Berger y Thomas Luckmann) y por tanto tienen creencias e ideología que darán matices a dicho procesamiento, a como contar ese hecho cuando es convertido en noticia. Además, y esto es lo más importante, el periodista ejerce su rol en medio de las presiones de la empresa a la cual pertenece en función de los intereses de dicha empresa y del poder económico.
En la construcción de la noticia intervienen tres “mundosˮ: el real, el que produce los acontecimientos; el de referencia, en el cual ese acontecimiento toma significado social, se le otorga trascendencia o no en función de su verosimilitud con la realidad; y el posible.
El mundo posible es el mundo narrativo construido por el sujeto enunciador a partir de los otros dos mundos citados. Si en el mundo “realˮ se producía la verificación y en el mundo de referencia se determinaba la verosimilitud, en el mundo posible se desarrolla la veridicción. El enunciador debe haber parecer verdad el mundo posible que construye.
Por eso Alsina define a la noticia como “una representación social de la realidad cotidiana producida institucionalmente que se manifiesta en la construcción de un mundo posibleˮ. Al ser una representación se deduce que hay una interpretación del acontecimiento original. O sea, ha pasado el filtro del periodista o del gatekeeper. Esa interpretación nunca es objetiva.
La noticia es producida institucionalmente: Esa representación la transforman los medios de comunicación que son instituciones sociales que interactúan (son influidas e influyen) sobre otras instituciones del sistema social. Y finalmente, establece la construcción de un mundo posible: “La única verdad es la realidadˮ, decía Juan Domingo Perón. Un mundo posible es un mundo en potencia. Es algo que no es. Que puede ser. Verdad o mentira.