Esta gesta, lamentablemente, tuvo sus matices oscuros, dado que las fuerzas piratas británicas, tras la efímera invasión y su huida, lograron llevarse aproximadamente dos millones de duros (denominación de los 8 reales de la monedas de la época) lo que equivalía a aproximadamente 120 mil onzas de oro. Un verdadero tesoro. Este robo se da al alcanzar el carruaje del entonces Virrey Sobremonte en la zona de Quilmes, quien había escapado con las arcas rioplatenses en dirección a Córdoba. Ladrón que roba a ladrón, para la historia, parece tener más de cien años de perdón.
William Carr Beresford, el General invasor, volvió a Londres sin el control del Puerto de Buenos Aires, pero con cofres repletos de monedas de oro y plata, que fueron sin escala al Banco de Londres, reafirmando así el modelo internacional británico de robo y pirateo a las colonias. Es válido aclarar que Beresford, a diferencia de lo que uno creería, no llegó humillado a las costas inglesas tras la derrota que sufrió en términos militares luego de que lo expulsen con agua hirviendo y en ventaja de espadas y armas de fuego, sino que la Corona lo premió por “aumentar la grandeza del Reino Unido”. Algo es evidente, poco importa una derrota militar si hay una victoria económica.
Richard Cobden (1804-1865), parlamentarista y empresario británico, expresó en el congreso inglés: “Dejémoslos tener sus fechas patrias, dejémosles sus próceres, sus colores y sus canciones. Porque nosotros los controlaremos a través del comercio”. Ésta formulación resume, muy probablemente, 200 años de historia económica argentina.
Poco importa una derrota militar si hay una victoria económica.
Y aunque Argentina se ha destacado por la presencia de grandes patriotas, defensores y pensadores nacionales, también ha padecido a quienes intentan imponer modelos políticos y económicos foráneos en contra de la propia patria y sus habitantes. Nada nuevo bajo el sol.
La tradición liberal argentina se ha caracterizado por la promoción e implantación de modelos extranjerizantes e imperialistas, como los de Bernardino Rivadavia y Sarmiento con Inglaterra y Estados Unidos, así como de proyectos financieros y políticos que no han hecho más que demostrar la carencia de sentido nacional y las ansias de entrega de nuestro patrimonio a capitales internacionales.
En su libro “Política Británica en el Río de la Plata”, Raul Scalabrini Ortiz, reproduce un comentario del vizconde de Chateaubriand referido a los empréstitos concertados por Inglaterra en la década del veinte con varios países sudamericanos. Scalabrini dice que mientras que en América se vivía una época de independencias, e incluso de intentos de unificación, la corona pirata buscaba que las mismas quedaran bajo su dependencia. En el libro se destaca una frase de Chateaubriand, en la que afirma: “Resulta de estos hechos que, en el momento de la emancipación, las colonias españolas se volvieron una especie de colonias inglesas”. Los empréstitos fueron la forma en la que la corona británica logró dominar la independencia económica.
Ya en 1824 Bernardino Rivadavia decidió tomar un empréstito con la Baring Brothers por un millón de libras. Del millón de libras, el 31% fue tomado por la firma Baring Brothers por gastos de envío y cuotas adelantadas y un 12%. Es decir, 120 mil libras fueron tomadas por los seis gestores que realizaron las negociaciones, en carácter de comisión. En definitiva, del millón de libras que originalmente se había acordado, a Buenos Aires llegaron 570 mil, pero la deuda se asumía por el millón. Por la deuda se terminaría pagando a inicios de siglo casi 4,5 millones de libras, 9 veces más del dinero que se recibió.
En política no existen las casualidades. El peronismo fue el primer gobierno que resolvió el flagelo del endeudamiento, declarando la independencia económica en 1947 en la Casa de Tucumán, lugar donde el pueblo argentino hacía 131 años había roto las cadenas que nos ataban al Imperio Español. Así se firmó el nuevo acta de la independencia, primero política y ahora también económica.
En política no existen las casualidades. El peronismo fue el primer gobierno que resolvió el flagelo del endeudamiento.
Un año antes, en el marco de la Presentación del Primer Plan Quinquenal, Juan Domingo Perón declaraba: “Aspiramos a una liberación absoluta de todo colonialismo económico, que rescate al país de la dependencia de las finanzas foráneas. Sin bases económicas no puede haber bienestar social: es necesario crear esas bases económicas. Para ello es menester ir ya estableciendo el mejor ciclo económico dentro de la Nación, y a eso también tiende nuestro Plan. Debemos producir el doble y a eso multiplicarlo por cuatro, mediante una buena industrialización -es decir, enriqueciendo la producción por la industria-, distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida de nuestras poblaciones.”
Hoy más que nunca debemos recordar la Declaración de la Independencia Económica con el mismo carácter de una fecha patria, aunque mucho se empeñe la historia oficial en que pase desapercibida.
La construcción de la libertad de un país para decidir sobre su economía es un paso fundamental hacia la conquista de las tres banderas peronistas. El imperialismo capitalista, hoy en figura de showmans liberales libertarios anarcocapitalistas, pone su bota sobre el pecho de aquellos pueblos que aspiran a mirar de frente a sus explotadores históricos. La firma del acta de Independencia Económica de 1947 es un acto fundacional de lo que Perón denominaba “la Nueva Argentina”. Sin cadenas que nos cercenen, sin explotadores que nos condenen. Una Nación libre, pero con verdadera libertad, no con la pantomima del libertinaje. Con la libertad que nos enorgullece como Movimiento: la libertad de decidir ser un pueblo feliz y una Nación grande, y no una colonia sin conciencia nacional.
Un año y cuatro días después del golpe del 55’, Argentina ingresó al Fondo Monetario Internacional, entregándose a las decisiones del Pacto de Bretton Woods. Cambia el explotador, pero no cambia el látigo. El FMI comenzaba a babearse observando las tierras de la llanura pampeana, la Patagonia, el Río Paraná, el Mar Argentino, entre otras de las tantas fallas geográficas argentinas que equivalen a riqueza y prosperidad de una Nación que supo estar en auge.
En pleno siglo XXI, la disyuntiva sigue siendo la misma que en toda nuestra historia. Como alertó Cristina en su documento “Argentina en su Tercera Crisis de Deuda”, publicado el 14 de febrero de este año, el gobierno de Milei intentará la modificación de los límites para la toma de deuda soberana impuestos al Poder Ejecutivo Nacional por la Ley 27.612 de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública sancionada en el año 2021 que establece, entre otras cuestiones, que el endeudamiento de la Argentina en moneda extranjera, bajo ley extranjera y con prórroga de jurisdicción requerirá autorización del Congreso de la Nación, en segundo lugar la liquidación del Fondo de Garantía y Sustentabilidad de la ANSES y junto con esto, la habilitación para, una vez más como en los ’90, se privaticen los activos del Estado. Para decirlo en criollo, es la destrucción del Estado. Y no para hacerlo “más chico y eficiente”, sino para volverlo más débil y explotable. Son los recursos de las y los argentinos, sus derechos y garantías, la posibilidad de un futuro digno a la suerte de un 21 en el Blackjack. (Disculpen las referencias timberas, pero cuando la Economía se torna un casino, y se coloca a un ludópata de Ministro, ayuda a clarificar).
Nuestra riqueza ha generado nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros”.
Eduardo Galeano
Lo que expresa Galeano no falta a la verdad. Son siglos y siglos de saqueos. Antes por colonos de la corona, ahora por cipayos y empleados de la oligarquía, que sin ton ni son, rifan nuestra Patria como si de fichas en un tablero se tratase.
Hoy, 218 años después de la primera invasión inglesa, los tataranietos de la oligarquía que aplaudía la llegada de buques ingleses, se regocijan tras el envío de oro de las reservas del Banco Central a Europa. Al respecto, el ministro Luis “Timba” Caputo confirmó el movimiento aclarando que es “positivo” dado que “afuera puede generar retornos”. Otra vez, jugando a la ruleta con la plata y las reservas de todos los argentinos, como lo hizo cuando trajo al FMI nuevamente a suelo nacional, generando una deuda impagable, con plazos de vencimiento e intereses que se sabía que no podíamos afrontar. Asomaban entonces sobre la Argentina, en la imagen de una fastuosa Christine Lagarde, las garras de una institución que posee un solo objetivo: el sometimiento de los pueblos a través de la quita de su independencia económica. Nuestra Declaración de Independencia Económica fue una vez más quemada, como si estuviésemos en una distopía de Ray Bradbury. Cabe destacar que ni uno sólo de esos dólares fue usado para mejorarle la vida a una argentina o argentino, fue un préstamo político para que Mauricio Macri pueda lograr su reelección. Para sorpresa del poder, pero no de nuestro pueblo, aún con la campaña electoral más cara de la historia, perdió. Al igual que perdió la Argentina su independencia económica, soberanía política y justicia social.
Antes por colonos de la corona, ahora por cipayos y empleados de la oligarquía, que sin ton ni son, rifan nuestra Patria como si de fichas en un tablero se tratase.
Este movimiento de lingotes al exterior planteado con Caputo hace algunas semanas, es una acción a la cual solo se le puede asignar un nombre: saqueo. Nuevamente pone en jaque nuestra soberanía. En este marco, fondos buitres ya solicitaron el embargo de estos cargamentos, al igual que había sucedido con la Fragata Libertad, como medida tras los litigios abiertos tales como la causa contra YPF. Tanto el caso Fragata Libertad, como anteriores sucesos donde el Gobierno Británico hizo uso de embargos como amenazas a gobiernos populares, dan un prontuario de preocupación frente a estos sucesos. Lo que se deduce ante todo esto es que el envío de cargamentos de oro al exterior, y puntualmente a Inglaterra, enemigo histórico y ocupador colonial de las Islas Malvinas, representa un tiro de gracia para nuestra soberanía política y nuestra independencia económica.
Frente a esta vil entrega, irónicamente, el FMI y los fondos buitre deberían dejar un cartel en la puerta del Banco Central que diga: “En barrio de entregadores, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”. Poético pero cínico. A Beresford, tras la conquista de parte de las arcas rioplatenses se lo premió con una espada de oro y diamantes, además del 5% del botín. A Caputo, ¿con qué lo premiarán? Algo queda claro: el cartelito de empleado del año ya tiene dueño.