Política

¡Feliz Dí­a de la Lealtad Compañeros!

por La Cámpora
17 oct 2010

Antecedentes históricos

El 4 de junio de 1943 militares nacionalistas dirigidos por el General Arturo Rawson desplazan por medio de un golpe de estado al presidente Ramón S. Castillo, último presidente de la llamada "Década Infame" una lí­nea de gobiernos acusados de corruptos y que habí­an impuesto el llamado fraude patriótico desde el golpe militar de 1930.

El movimiento obrero se mostró inicialmente perplejo frente al golpe e indeciso sobre la posición que se debí­a adoptar. Estaba dividido en cuatro centrales (CGT Nº1, CGT Nº2, USA y FORA). Una de las primeras medidas del gobierno fue disolver la CGT Nº2 (dirigida por el socialista Francisco Pérez Leirós), los empleados de comercio de Borlenghi y los sindicatos comunistas (construcción, carne, etc.), acusándola de extremista. Ello llevó a varios de los sindicatos que la integraban a volver a la CGT Nº1 (secretario general José Domenech). Poco después el gobierno sancionó una legislación sobre sindicatos, que si bien cumplí­a algunas expectativas sindicales, al mismo tiempo permití­a la intervención de los mismos por parte del Estado. En seguida el gobierno militar hace uso de esa ley para intervenir los poderosos sindicatos ferroviarios y corazón de la CGT, la Unión Ferroviaria y La Fraternidad. En octubre una serie de huelgas fueron respondidas con el arresto de decenas de dirigentes obreros. Pronto resultó evidente que el gobierno militar estaba integrado por influyentes sectores anti-sindicales.

En esas condiciones algunos dirigentes sindicales socialistas, sindicalistas revolucionarios y algunos comunistas, encabezados por íngel Borlenghi (socialista y secretario general de la poderosa Confederación General de Empleados de Comercio en la disuelta CGT Nº2 socialista), Francisco Pablo Capozzi (La Fraternidad), Juan A. Bramuglia (Unión Ferroviaria), entre otros, decidieron, aunque con reservas y desconfianza, emprender una estrategia de alianzas, con algunos sectores del gobierno militar que compartí­an los reclamos sindicales. Entre los militares estaban los jóvenes coroneles Juan D. Perón y Domingo A. Mercante. (Baily,84; López, 401).

Los sindicalistas proponen a los militares crear una Secretarí­a de Trabajo, fortalecer la CGT y sancionar una serie de leyes laborales que aceptaran los reclamos históricos del movimiento obrero argentino. Poco después, la alianza entre sindicalistas y militares obtuvo que el gobierno militar designara a Perón como Director del Departamento de Trabajo, un cargo aparentemente sin valor alguno. Un mes después, consiguen elevar la jerarquí­a del organismo a Secretarí­a de Estado (2 de diciembre de 1943). Desde la Secretarí­a de Trabajo, Perón, con el apoyo de los sindicatos empieza a desarrollar gran parte del programa sindical histórico: se crearon los tribunales de trabajo; se sancionó el Decreto 33.302/43 extendiendo la indemnización por despido a todos los trabajadores; más de dos millones de personas fueron beneficiados con la jubilación; se sancionó el Estatuto del Peón de Campo y el Estatuo del Periodista; se crea el Hospital Policlí­nico para trabajadores ferroviarios; se prohí­ben las agencias privadas de colocaciones; se crean las Escuelas Técnicas dirigidas a obreros; en 1944 se firmaron 123 convenios colectivos que alcanzaban a más de 1.400.000 obreros y empleados y en 1945 otros 347 para 2.186.868 trabajadores. Adicionalmente Perón logra derogar el decreto-ley que reglamentaba los sindicatos sancionado en los primeros dí­as del gobierno militar.

En ese marco los sindicatos comenzaron un perí­odo de de gran crecimiento, y lo que fue aún más decisivo, comenzaron a afiliar masivamente a los "nuevos" trabajadores, los que estaban migrando masivamente a la ciudad desde el interior del paí­s, los llamados "morochos", "grasas" y "cabecitas negra" por las clases medias y altas, y los propios trabajadores "viejos" descendientes de la inmigración europea.

Poco después, algunos sindicatos que se habí­an mantenido alejados, la CGT Nº1, la USA y los gremios autónomos, comienzan a unificarse en torno de la Secretarí­a de Trabajo. Pero en sentido contrario, en septiembre de 1945, 4 importantes sindicatos se separan de la CGT: La Fraternidad, la Unión Obrera Textil, la Confederación de Empleados de Comercio y el Sindicato del Calzado.

La alianza entre sindicatos y el grupo de jóvenes militares encabezados por Perón generó inmediatamente una fuerte oposición de los sectores conservadores polí­ticos, económicos y militares, con apoyo de la embajada de Estados Unidos (embajador Braden) que genera una alta polarización para 1945. Los hechos se sucedieron vertiginosamente.

El 12 de julio de 1945 los sindicatos dirigidos por Borlenghi realizan un acto masivo el centro de la ciudad de Buenos Aires (en Diagonal Norte y Florida). Al finalizar, la multitud de trabajadores comienzan a corear el nombre de Perón y lo proclaman como candidato a presidente. (López,412; Luna,156).

La manifestación obrera es respondida el 19 de septiembre por los sectores medios y altos con la Marcha de la Constitución y la Libertad, que reunió la extraordinaria cantidad de 200.000 personas, marchando del Congreso a los barrios de clase alta (Recoleta), donde apoyan al ex presidente Rawson que sale al balcón de su casa. (Luna,219)

Los dí­as de octubre

Dí­as después Rawson encabeza un planteo militar que fracasa pero abre el camino al conato militar del 8 de octubre de 1945, encabezado por el General Eduardo ívalos que exige la renuncia de Perón. El gobierno militar, para no caer, acepta y Perón renunció al dí­a siguiente.

El 10 de octubre en el momento que Perón deja el despacho, la CGT realiza un acto en su apoyo en la esquina de las calles Perú y Alsina. Perón se dirige entonces al acto y pronuncia un famoso discurso en el que detalla un avanzado programa de reivindicaciones laborales.1 El 11 de octubre ívalos asumió el cargo de Ministro de Guerra y esa noche se realizó en el Cí­rculo Militar (Palacio Paz) una reunión de casi 300 oficiales, entre los que se contaban unos 20 de la marina, en la que se debatió el rumbo que se debí­a seguir, incluyendo la discusión sobre si mantener o no a Farrell en la presidencia y se recibió también la opinión del dirigente socialista Alfredo Lorenzo Palacios que propició que el gobierno se entregara a la Corte Suprema de Justicia. La asamblea decidió enviar una delegación a entrevistarse con ívalos y, en realidad, los únicos puntos sobre los que habí­an concordado era pedir la inmediata convocatoria a elecciones, la designación de ministros civiles, el levantamiento del estado de sitio y la detención y procesamiento de Perón.2 Cuando a la medianoche finalizaba la reunión por las radios se estaba difundiendo el decreto de convocatoria a elecciones.

Ese mismo dí­a 11 hubo un encuentro de dirigentes opositores reunidos en torno a una Junta de Coordinación Democrática que, envalentonada por la marcha de los acontecimientos, decidió exigir al Ejército que el poder fuera entregado a la Corte Suprema de Justicia.3 Luna señala la falta de realismo y el error táctico que importaba esta posición. Si bien el Ejército estaba dividido en sectores que tení­an serios desacuerdos, ninguno de ellos podrí­a aceptar entregar en ese momento el gobierno a la Corte pues implicaba reconocer una humillante derrota. Por otra parte, el Presidente de la Corte era el Dr. Roberto Repetto, un jurista respetado pero carente de toda experiencia polí­tica.

El 12 de octubre luego de recibir a la delegación militar Farrell solicitó la renuncia de todos los ministros, salvo ívalos, y designó a Vernengo Lima como Ministro de Marina. Al mismo tiempo en los alrededores del Cí­rculo Militar se realizó una manifestación espontánea de los sectores más conservadores y los estudiantes, que voceaba consignas antimilitaristas y mantiene virtualmente bloqueado el edificio. Circulaba además la exigencia de entrega del gobierno a la Corte. posición a la que si bien muchos no la consideraban la mejor, era la que permití­a unificar a los sectores opuestos al gobierno.5 Cuando en horas de la tarde una delegación de los civiles llevó esta postura a ívalos, el Ministro de Guerra la consideró inaceptable, trató de tranquilizarlos y les informó que Perón serí­a detenido. La delegación regresó para informar a los manifestantes, que todaví­a estaban en el lugar, provocando visiblemente su irritación. En varias oportunidades se habí­an producidos choques entre elementos aliancistas y estudiantes pero hacia las nueve de la noche sin que hubiera una explicación clara sobre su origen hubo un violento tiroteo entre la policí­a y un grupo de manifestantes que arrojó el saldo de un muerto y más de cincuenta heridos.

Perón y Eva se fueron en automóvil en la madrugada del jueves 11 con "Rudi Freude, hijo de un amigo suyo, y Juan Duarte hacia San Nicolás primero y a una isla del Delta después, dejándole dicho a Mercante que si era preguntado no ocultara su paradero.

El 12 de octubre el presidente Farrell ordenó la captura de Perón y la policí­a fue a buscarlo a su departamento de la calle Posadas por lo que Mercante le comunicó al jefe de policí­a dónde se encontraba y al dí­a siguiente guió al subjefe de policí­a mayor D'Andrea hasta la isla, desde donde fue llevado detenido a la cañonera Independencia, la que a su vez lo trasladó a la Isla Martí­n Garcí­a.7 Una vez detenido Perón el diario Crí­tica salió a la calle con el siguiente tí­tulo en primera plana:

PERON YA NO CONSTITUYE UN PELIGRO PARA EL PAIS:

El sábado 13 de octubre Farrell se entrevistó con el Procurador General de la Nación, Juan ílvarez (historiador) y le propuso que formara un gabinete como una suerte de primer ministro, siguiendo así­ una sugerencia del dirigente radical de Córdoba Amadeo Sabattini que le habí­a transmitido ívalos. Se trataba de una solución de compromiso en la cual sin transferir el poder a la Corte se encomendaba a un civil de prestigio la conducción del proceso que desembocarí­a en las elecciones. ílvarez se tomó su tiempo: un dí­a para hacer consultas antes de aceptar el cargo y cuatro dí­as más de consultas para elegir los candidatos, con lo cual recién tuvo la lista preparada el 17 de octubre.

El domingo 14 Perón le escribió una carta a su amigo el Coronel Mercante en la que le dice entre otras cosas:

Con todo, estoy contento de no haber hecho matar un solo hombre por mí­ y de haber evitado toda violencia. Ahora, he perdido toda posibilidad de seguir evitándolo y tengo mis grandes temores que se produzca allí­ algo grave... Le encargo mucho a Evita, porque la pobrecita tiene sus nervios rotos y me preocupa su salud.En cuanto me den el retiro, me caso y me voy al diablo.

El mismo dí­a le enví­a otra a Eva, en la que dice entre otras cosas:

... Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro, en cuanto salgo nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos... ¿Qué me decí­s de Farrell y de Avalos? Dos sinvergí¼enzas con el amigo. Así­ es la vida...Te encargo le digas a Mercante que hable con Farrell para ver si me dejan tranquilo y nos vamos al Chubut los dos....Trataré de ir a Buenos Aires por cualquier medio, de modo que puedes esperar tranquila y cuidarte mucho la salud. Si sale el retiro, nos casamos al dí­a siguiente y si no sale, yo arreglaré las cosas de otro modo, pero liquidaremos esta situación de desamparo que tú tienes ahora...Con lo que yo he hecho estoy justificado ante la historia y se que el tiempo me dará la razón. Empezaré a escribir un libro sobre esto y lo publicaré cuanto antes, veremos entonces quien tiene razón...

El 15 de octubre la FOTIA declaró en Tucumán la huelga general, y esa misma noche hicieron lo mismo varios sindicatos de Rosario, exigiendo la libertad de Perón. Los obreros de la carne de Berisso se movilizan masivamente y el 16 de octubre entran en Ensenada. Lo mismo ocurrí­a en Valentí­n Alsina, Lanús, Avellaneda y otras localidades del sur del Gran Buenos Aires. También al mediodí­a del 16 los obreros ferroviarios de Tafí­ Viejo habí­an abandonado los Talleres.

El dí­a miércoles 16 de octubre era dí­a de pago de la quincena. El historiador radical Félix Luna cuenta:

Al ir a cobrar la quincena, los obreros se encontraron con que el salario del feriado 12 de octubre no se pagaba, a pesar del decreto firmado dí­as antes por Perón. Panaderos y textiles fueron los más afectados por la reacción patronal. - ¡Vayan a reclamarle a Perón!- era la sarcástica respuesta.

En la noche del miércoles 16 se reunió el Comité Confederal de la Confederación General del Trabajo y luego de un largo debate se decidió declarar una huelga para el 18. El motivo del paro se expresó en una serie de puntos que incluí­a la libertad de los presos polí­ticos, el llamado a elecciones, el mantenimiento de las conquistas obreras, etc. pero, significativamente, no mencionaban a Perón. La explicación serí­a que muchos dirigentes no estaban convencidos de apoyar a Perón , por lo que el sector favorable al paro debió hacer concesiones en el texto para alcanzar la mayorí­a.

Un sector importante de la CGT, enrolado en los partidos Comunista y Socialista identificaba a Perón con el nazismo y reclamaba su destitución, coincidiendo con la embajada norteamericana.

Si bien la CGT no auspició la movilización que tendrí­a lugar al dí­a siguiente, la declaración de huelga sirvió como impulsor para que varios sindicatos y los trabajadores en general, que estaban en alerta desde dí­as antes, se sintieran avalados para las acciones a emprender.

Perón, alegando problemas de salud, consiguió que lo a trasladen al Hospital Militar, en el barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires, adonde llegarí­a en la madrugada del 17.

Jueves, 17 de octubre de 1945

En la madrugada del dí­a 17 comenzó una movilización de los trabajadores de La Boca, Barracas, Parque Patricios y de los barrios populares del oeste de Capital Federal así­ como de las zonas industriales de sus alrededores. Fue muy importante el número de trabajadores que salió de Berisso, localidad cercana a La Plata donde habí­a importantes frigorí­ficos, en la que estuvo muy activo a favor de la movilización el dirigente gremial Cipriano Reyes. Los obreros no ingresaban a trabajar en las fábricas y talleres e iban recorriendo los establecimientos vecinos incitando a abandonarlos a quienes se encontraban en ellos para luego marchar coreando consignas en favor de Perón por las calles principales hacia el centro de la Capital Federal. La acción estaba apenas coordinada por algunos dirigentes gremiales que habí­an estado agitando los dí­as anteriores y la principal fuerza de impulso provení­a de esas mismas columnas que mientras marchaban retroalimentaban el movimiento.

Inicialmente la policí­a levantó los puentes sobre el Riachuelo que son el paso obligado hacia la Capital para quienes provení­an de la zona sur (Avellaneda, Lanús, Quilmes, Berisso, etc.). Algunos manifestantes cruzaron a nado o en balsas hasta que, más tarde, los puentes fueron bajados. La policí­a, claramente favorable a Perón, no obstaculizó la marcha e incluso algunos de sus integrantes intercambiaron expresiones de simpatí­a con los manifestantes, cuyas consignas nada tení­an que ver con el reclamo de la CGT sino que expresaban su apoyo a Perón y la exigencia de su liberación.

El Presidente Edelmiro J. Farrell mantuvo una actitud prescindente. El nuevo Ministro de Guerra general Eduardo Avalos observaba a los manifestantes y se negó a movilizar las tropas del cuartel de Campo de Mayo que en unas horas podí­an llegar a la Capital Federal, como se lo pedí­an algunos jefes del ejército y el Ministro de Marina. Avalos confiaba en que la manifestación se disolverí­a por sí­ sola pero al comprobar que, por el contrario, era cada vez más numerosa, accedió a entrevistarse con Perón en el Hospital Militar.

Tuvieron una corta reunión en la que pactaron las condiciones: Perón hablarí­a a los manifestantes para tranquilizarlos, no harí­a referencia a su detención y obtendrí­a que se retiraran y por otra parte el gabinete renunciarí­a en su totalidad y Avalos solicitarí­a su retiro.

A las 23:10, ante cientos de miles y algunos cuentan millones de personas, Perón salió a un balcón de la Casa de Gobierno. Agradeció su presencia, recordó su labor en el gobierno, informó sobre su pedido de retiro, prometió continuar defendiendo los intereses de los trabajadores y, finalmente, pidió a los concurrentes que se desconcentraran en paz añadiendo que, por esta vez, les solicitaba que cumplieran el paro del dí­a siguiente.

A las 20:30 horas de ese dí­a, el doctor Juan ílvarez habí­a concurrido a la Casa Rosada para entregar una carta con los nombres propuestos para ministros junto con el curriculum de los mismos y su aceptación para los cargos. Lo recibieron con estupefacción en medio del desorden que habí­a en ese momento en el lugar, y lo despidieron con cortesí­a. La nómina constituí­a, según Luna, un escarnio para el paí­s, pues incluí­a personas con antecedentes sumamente cuestionables. Así­, a Jorge Figueroa Alcorta, propuesto para Justicia e Instrucción Pública, se lo relacionaba con un proceso que en 1942 habí­a envuelto a cadetes militares; Alberto Hueyo, propuesto para Hacienda, habí­a sido director de la CHADE cuando obtuvo una prórroga fraudulenta de la concesión; Tomás Amadeo, de Agricultura, era í­ntimo amigo del embajador Braden; y Antonio Vaquer, para Obras Públicas, habí­a sido funcionario del Presidente Ortiz en Coordinación de Transporte, una dependencia creada para salvar las empresas británicas de tranví­as, en perjuicio de las empresas locales de colectivos.

Efectos inmediatos

La renuncia de Perón el 8 de octubre de 1945 a los cargos que desempeñaba fue la consecuencia de la pérdida de apoyo en los mandos del Ejército. Con base en la carta que enviara a Eva Duarte desde Martí­n Garcí­a, puede considerarse que en esos momentos Perón estaba decidido a retirarse de la polí­tica.16 La movilización del 17 de octubre tuvo dos efectos inmediatos: por una parte forzó a Perón a retornar a la lucha polí­tica y por la otra incidió en el Ejército volcando en su favor algunos jefes militares que antes se le habí­an opuesto y obligando al resto a pedir su retiro o tolerar su marcha hacia la Presidencia.

Luego de un corto lapso de descanso y de casarse con Eva Duarte el 23 de octubre, Perón comenzó su campaña polí­tica. El sector de la Unión Cí­vica Radical que le apoyaba formó la UCR Junta Renovadora, a la cual se sumaron el Partido Laborista y el Partido Independiente, en tanto la organización radical FORJA se disolvió para sumarse al movimiento peronista.

Domingo Mercante fue designado al frente de la Secretarí­a de Trabajo que, junto a muchos sindicatos, se constituyó en apoyo importante para su campaña.

Los partidos de oposición en un gran movimiento anti-peronista que incluyó a los partidos Comunista, Socialista, Unión Cí­vica Radical, Demócrata Progresista, Conservador, la Federación Universitaria Argentina (FUA), la Sociedad Rural (terratenientes), la Unión Industrial (grandes empresas), la Bolsa de Comercio, y los sindicatos opositores formaron la Unión Democrática que apoyarí­a en los comicios a la fórmula presidencial designada por la Unión Cí­vica Radical.

El 24 de febrero de 1946 se realizaron las elecciones, en las que se impuso la formula Perón-Quijano con el 54% de los votos.