Política

Nuestro héroe en este lío

Historia militante del Nestornauta

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Aunque se popularizó en el acto del Luna Park del 14 de septiembre del 2010, la primera aparición de la imágen de Néstor en el traje de Juan Salvo fue unos meses antes, en marzo, en un acto en Ferro. Símbolo de una época y de un despertar colectivo a la política. En tiempos de cascarudos, hombres-robots y Odio Cósmico; el llamado al heroísmo colectivo sigue vigente.

por La Cámpora
26 may 2025

Aunque se popularizó en el acto de la juventud militante con Néstor y Cristina en el Luna Park del 14 de septiembre del 2010, la primera aparición del “Nestornauta” fue unos meses antes en marzo, en un acto en Ferro Carril Oeste que cerraría el mismo Néstor. Compañeros y compañeras de La Cámpora hicieron un diseño recuperando la tapa de la revista “Fierro” -reemplazando el nombre por “Ferro”- con el Eternauta como personaje central, pero con un cambio determinante dentro de la escafandra. Las fuentes sobre la época son confusas. Los etnohistoriadores han encontrado dificultades incluso para definir con claridad si en aquella época ya se conocía esa imagen como “Nestornauta” o si cabe darle crédito a la fuentes que acreditan haberlo llamado “Eternéstor”. Se trataba de una época liminal, de profundas transformaciones y, por lo tanto, de sentidos inestables.

Con el mismo carácter dialéctico, el acto del Luna Park fue convocado bajo la consigna “Néstor le habla a la Juventud le habla a Néstor” y, si bien Néstor no habló por rigurosa indicación médica, la Juventud sí habló y quien respondió fue Cristina. Parece muy probable que Elsa Sánchez de Oesterheld se refiriera a esa juventud, a Néstor y a Cristina cuando, veinte días después, señaló: “El renacer de la vida que resignifica muchas otras vidas” gracias a “esta nueva juventud, este nuevo hombre y esta nueva mujer”.  Estábamos renaciendo.

Resulta que todo lo que (re)nace adquiere vida propia, más allá de lo que imaginan quienes lo traen al mundo. Lo mismo sucedió con el Eternestornauta. Imaginado para convocar a un acto de Néstor en Ferro, fue utilizado luego para vestir un acto de Néstor y la Juventud en el Luna. Acaso fuera la capacidad premonitoria de esa Juventud, acaso la particular relación entre el Eternauta y el tiempo, aquella imagen fue resignificada  cuando, el mes siguiente, Néstor pasó a la inmortalidad y se hizo definitivamente lo que siempre había sido aunque alguno no se diera cuenta: eterno.

Se convirtió en símbolo de la movilización, la conciencia y el compromiso de una generación. Ya no fue gráfica oficial, sino símbolo popular y signo de un nuevo tiempo. La pieza principal de la gran muestra de arte militante de aquellos tiempos; el atelier que guarda cada Unidad Básica puesto a producir esténciles con radiografías y planchas de acetato, de bolsillo, tamaño natural o gigantografía.

Dicen que, por esos años y por muchos más por venir, se vio al Nestornauta caminando entre las columnas de las recovas del microcentro, cuidando estaciones y paradas de transportes públicos, bendiciendo la bebida en las tazas, termos y mates de los argentinos, alzándose imponente en el amanecer de escrutinios universitarios, marchando junto a miles de compañeros y compañeras en sus banderas y sus corazones.

Como buen símbolo popular, no pasó desapercibido para las fuerzas del Odio Cósmico. Con brutalidad, pero no sin cierta inteligencia, el entonces jefe de gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, dictaminó en el año 2012 que “el Eternauta definitivamente no entra en las escuelas” y publicitó un 0800 vigilante para hacer denuncias de su aparición entre estudiantes y docentes. Repudiado y ridiculizado, días después trató de desdecirse, clarificando que se refería al “Nestornauta” en tanto símbolo de la “politización”. Como si fuera mejor o simplemente distinto censurar el pensamiento político que censurar la obra de Oesterheld.

De poco le sirvió a Mauricio. El Nestornauta fue visto caminando por las puertas de las escuelas porteñas; y dentro de ellas, cada vez más, se leyó el Eternauta. Tal y como -dicen- había imaginado alguna vez el propio guionista, al conversar con una niña también secuestrada por la dictadura, a quien daba clases de Lengua y Literatura en medio del horror del Vesubio y el Sheraton.

El Eternauta hasta ese entonces se había leído en las escuelas por osadía de docentes con buen criterio. En esos años también se leyó porque existió una política pública, entre varias políticas de Néstor y Cristina, para fortalecer los valores y sobre todo las prácticas democráticas en nuestra sociedad; el “Héroe Colectivo” fue una política pública que proponía un juego de roles basado en la historieta para trabajar con pibes y pibas en las aulas. Una propuesta pedagógica que no sólo promovía que leyeran individualmente sino que generaba colaboración, compromiso y un auténtico ejercicio democrático; entre estudiantes, docentes, comunidad, Patria, humanidad.  El Eternauta, entonces, se leyó cada vez más en las escuelas por la osadía de docentes con criterio que ya no estaban tan solos, por una política pública para fortalecer los valores democráticos pero también por decisión de una nueva generación de pibes y pibas que adoptaron el símbolo, lo llenaron de nuevos sentidos y lo usaron para expresar sus anhelos, sus deseos y su voluntad de volver a organizarse para transformar el mundo. Eternamente.

La construcción del Nestornauta fue una decisión política de la juventud peronista del bicentenario que tuvo razones profundas. La historia militante, de compromiso y de lucha de Héctor Oesterheld y su familia son un ejemplo de amor y entrega por la Patria. A fines del 2000, Cristina recibió de manos de Elsa, la esposa de Héctor, un retrato de Oesterheld junto con un dibujo de El Eternauta.

Al agradecer este reconocimiento, Cristina dijo: ”Esto es un símbolo de una militancia y de un compromiso social en épocas donde sobran los conversos, abundan los mutantes, donde parecen avergonzarse de la procedencia y de la historia [...]. Los argentinos tenemos quebrada la moral [...]. Este es el rescate fundamental que tenemos que emprender todos los militantes: reconstruir de vuelta la coherencia entre la palabra y la acción, y saber que tenemos que reconstruir una identidad nacional que está perdida.

Algunos años después, el 25 de mayo del 2006, Néstor subió a Elsa con él al palco en Plaza de Mayo para que lo acompañara durante aquella jornada, a tres años de su asunción como presidente, el primer 25 de mayo luego de sacarnos al FMI de encima.

En aquel discurso, Néstor recordó el momento de su asunción: “Teníamos 60 por ciento de pobreza, 26 por ciento de desocupación, casi 30 por ciento de indigencia, nuestros hermanos estaban con los brazos caídos, parecía que la Argentina se derrumbaba, pero con la fuerza del pueblo, con la fuerza de la gente honesta y decente de esta Patria, con la gente que nunca se resignó a que este país se derrumbe, empezamos la reconstrucción”.

Luego de rememorar esos primeros años de gobierno, Néstor agregó: “Volvimos a la Plaza de Mayo, acá estamos otra vez los argentinos. Estamos en el lugar de las grandes asambleas, estamos levantando la bandera de la Patria, estamos levantando la bandera de la Nación, estamos levantando el orgullo y la dignidad, estamos levantando la bandera de la Patria grande, estamos levantando la bandera de América latina, estamos levantando la bandera que nos contenga a todos, una bandera argentina que nos dé la posibilidad a todos de poder ser. Tenemos que honrar fuertemente a todos aquellos que dieron tanto por la Patria”.

Entre esa Argentina de la moral quebrada de la que hablaba Cristina en el 2000 y el retorno del pueblo a la Plaza de Mayo el 25 de mayo de 2006 transcurrió el Nestornauta: el hombre que se calzó la escafandra, manteniendo firmemente la coherencia entre la palabra y la acción, y organizó y condujo un pueblo quebrado para enfrentar la nieve tóxica, los mutantes, los cascarudos, los conversos y, así, levantar a ese pueblo, devolverle la autoestima, la fe en sí mismo. Eso nos permitió terminar con la gran nevada de la impunidad de los genocidas y la manipulación económica a través de la deuda privada y el Fondo Monetario; recuperamos las riendas de la economía argentina para impulsar el crecimiento de la actividad, de la industria, del campo, la creación de puestos de trabajo de calidad, y terminar con la indigencia y la pobreza; tendimos puentes con el resto de la Patria Grande latinoamericana para fortalecer la lucha contra los invasores externos y los entregadores internos; y recuperamos la dignidad y la libertad.

Néstor es el Nestornauta porque fue el retorno del héroe colectivo. A partir de la convocatoria a la participación y la militancia -al pueblo en general y a la juventud en particular- revitalizó al héroe del 17 de octubre, al de la resistencia peronista, al de los y las 30.000 desaparecidos. Logró recuperar el espíritu de muchas voluntades que se organizaron para vencer y le devolvió la fe a muchos que en los noventa habían peleado contra las políticas neoliberales sin encontrar una conducción. Lo hizo enfrentando a enemigos visibles e invisibles, empujando hacia un único y gran objetivo: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.

Hoy, que retornan los invasores externos, aquellos que pretenden arrancarnos nuestros recursos, el fruto del trabajo de nuestro pueblo y las riquezas del suelo nuestro que amamos y defendemos, a través de un ajuste brutal en los ingresos, los salarios, las jubilaciones, deudas ilegítimas e “inversiones” de rapiña. Hoy, que los Manos pretenden engañar y robotizar a las argentinas y los argentinos a través de medios y redes sociales, proscribiendo a la única persona que tiene el coraje y la capacidad de hacerles frente. Hoy, que el Odio Cósmico se vale del Fondo Monetario Internacional y otras formas de ilusiones financieras. Hoy, más que nunca, necesitamos el retorno del héroe colectivo.

Néstor no está como antes, pero su convocatoria sigue más viva que nunca. Todos y todas somos artífices de nuestro destino: hay que calzarse la escafandra, convocar al pueblo a organizarse, informarlo sobre el verdadero rostro detrás de los padecimientos cotidianos,  planificar esta gesta heroica y divulgarla, para que no quede un solo rincón de la Patria, una sola argentina o un solo argentino, sin sumarse a esta lucha colectiva que no es más que, otra vez, la lucha por la liberación y la dignidad, por la grandeza y la felicidad. La lucha por nuestra identidad y nuestro destino. De nuestro lado tenemos, como dicen aquellas líneas que al propio Juan Salvo costaba entender, el sentimiento universal de solidaridad, el apego a todo lo que sea espíritu.