Política

Nadie pero nadie

Los que cobran planes sociales no tienen idea. Los manteros, tampoco.

por La Cámpora

11 ene 2017

Incluso los millones de trabajadores que hasta el año pasado se iban de vacaciones y usaban aire acondicionado y ahora ponen palos en las ruedas de los empresarios, tampoco tienen idea. Ni los pequeños comerciantes que tuvieron que cerrar el negocio porque ya ningún vecino tiene plata para comprar nada. Ni siquiera saben los investigadores del Conicet que les están recortando presupuesto. Tampoco saben nada los centros culturales clausurados por Macri ni la grasa militante ni las pecheras de La Cámpora. Solo ellos que ahora gobiernan todo mientras están de vacaciones saben de qué se trata. Los demás, nadie, pero nadie, sabe qué es “la reconfortante sensación de estar ganando dinero diariamente sin trabajarˮ.

Imágenes

Del sueño de la gratuidad a la pesadilla del arancelamiento

Un 22 de noviembre como hoy, pero de 1949, el presidente Juan Domingo Perón dictó el decreto N° 29.337 que eliminó el cobro de aranceles en las universidades, inaugurando entonces una nueva etapa en la historia de la Universidad Argentina: la del ingreso de los hijos e hijas de trabajadores a aquel lugar donde antes solo estaba permitido el oligarca.

Soberanía ayer, hoy y siempre

Cuando hablamos de soberanía nacional no apelamos a un sentimentalismo abstracto ni recitamos de memoria el calendario de las fechas patrias. Reivindicamos los símbolos por lo que valen y lo que representan. Recordamos las grandes gestas porque encontramos en ellas parte de lo que somos, porque vemos ahí muchos de los problemas y desafíos que tenemos por delante. Como militantes políticos nos interesa menos la historia fosilizada de los museos que la historia viva, donde el pasado se entrelaza con el presente y tiene siempre algo para decirnos; donde el presente se abre al pasado y asume la responsabilidad de hacer justicia por los que ya no están.

Por más que no les guste, estamos

Hebe saluda desde una camioneta. Tiene los labios pintados de rojo, su pañuelo blanco anudado al cuello, y una pechera que dice todos somos Cristina. “Vinimos a acompañar a los que están acompañando. No somos tan jóvenes pero todavía podemos cuidarla”. Su hablar es firme, consistente, inalterable. Sabe a qué fue. Siete horas después, en ese mismo sitio donde Hebe se hace presente, en la puerta de Juncal, Sabag Montiel va a intentar matar a Cristina.