“Hay que entender las causas que posibilitaron que esta república reaccionaria decida eliminar a parte de su población y es que el objetivo último es la cuestión económica y los antagonismos de clase social, políticos y culturales que revelan las razones fundamentales por las cuales se posibilitó un flagelo como el genocidio armenio y los sucesivos que transcurrieron a lo largo del Siglo XX en el planetaˮ, aseveraba hace un año, en el homenaje realizado por la Cámara de Diputados; Gregorio Hairabedian, con la templanza que le otorgan los 50 años de militancia en busca de memoria, verdad y justicia en el nombre de medio centenar de sus antepasados eliminados durante el genocidio Armenio.
La ideología hegemónica a finales del siglo XIX que promovía las soluciones sociales a través de los avances científicos y al desarrollo de una matriz capitalista, con el lema orden y progreso se vio, al fin y al cabo, un proceso caracterizado por los peores desastres humanitarios, comenzando en 1915, hasta 1917 por el exterminio de la mitad del pueblo armenio, una serie de genocidios que se dieron lugar a lo largo de 100 años de historia.
Es un desafío generacional y militante representar en la memoria del último centenario, las consecuencias de la violencia, porque siempre se tratará de las secuelas humanitarias en la disputa por el sentido cultural. Lo que está en el medio son siempre los seres humanos.
Tal es el caso de los totalitarismos que emergieron con la raigambre del proceso de la incorporación a los estados nación de antiguos regímenes monárquicos, tal fue el caso de la occidentalización del incipiente Estado Turco, mientras que geopolíticamente las principales potencias capitalistas se distribuían el poder global a partir de la primera y segunda guerra mundial.
Argentina fue el país de mayor recepción durante la diáspora, definición que se le dio tras la implementación del método sistemático de aniquilamiento poblacional implementado por parte del gobierno, luego de que los habitantes de origen armenio, configurados como el enemigo interno a exterminar, fueron deportados y obligados a transitar en las “caravanas de la muerteˮ, una marcha de miles de kilómetros por pleno desierto, hecho en el que se calcula que un millón y medio de personas murieron.
Del medio millón de armenios que sobrevivió se estima que 100 mil llegaron a nuestro país, convirtiéndose luego de Estados unidos y Francia, en uno de los principales receptores de esta comunidad. Argentina fue también el primer Estado nacional en reconocer la existencia de un plan de exterminio que eliminó a la mitad de la población armenia. Pero no sólo: nuestro país fue el primero en el mundo en reconocer el genocidio a través de sus tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial.
En 2007, durante el gobierno del presidente Néstor Kirchner se promulgó la ley 26.199, a través de la cual se declara el 24 de abril como Día de la Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, pero fue gracias a la lucha en el plano de la justicia y en el cultural por parte de los descendientes que lograron revertir lo que hasta el momento se consideraba como la noción negacionista turca, que primero negaba en términos absolutos lo ocurrido y que ahora ajirona su posición considerando que se trató de un desastre natural producto de un enfrentamiento civil.
Que la Argentina sea pionera en el reconocimiento no fue casual si se toma en cuenta que está inserto en la política de memoria, verdad y justicia sobre las consecuencias de nuestro propio pasado reciente; impulsado por nuestro gobierno a partir del 2003, desde que fueran derogadas las leyes denominadas “del olvidoˮ, y el posterior pedido de disculpas desde el Estado nacional, a las víctimas del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico militar.
Hoy son más de una veintena de países que sostienen el reconocimiento del genocidio como concepto de lo ocurrido, con la importante novedad del reconocimiento de bloques de poder como la unión Europea, e incluso el propio vaticano de la mano de su referente máximo, el Papa Francisco. Hasta el primer mandatario Ruso, señaló durante homenaje realizado en la capital armenia que “no hay ni puede haber justificación para los asesinatos en masaˮ, mientras advierte sobre el peligro de que vuelva a emerger los nacionalismos que han signado estos procesos.
Como organización política que promueve la inclusión y la justicia social para el pueblo en el marco de instituciones democráticas y comprometidas con los valores de los derechos humanos, tenemos la obligación de militar activamente la memoria de estos hechos y acompañar a la colectividad armenia argentina, porque seremos siempre los movimientos y las organizaciones políticas y sociales, custodios de estos principios irrenunciables para una patria más justa y para cerrarle la puerta a futuros genocidios.