Un lejano 3 de enero 1833 en un acto de piratería los ingleses se apoderan de nuestras islas Malvinas. Desde hace 177 años, una parte de nosotros nos falta y nos hace falta.
A sólo 12 días de la usurpación se realizó el primer reclamo para que las devolvieran. Desde entonces se peleó internacionalmente por el reconocimiento de nuestros derechos soberanos sobre las islas tanto como por el señalamiento de las responsabilidades británicas en la usurpación y el colonialismo.
Así al nacer la ONU quedó constancia de nuestro reclamo; se lograron 10 resoluciones del Plenario de Naciones Unidas que obligan a discutir la soberanía prohibiendo la toma de decisiones unilaterales e innumerables resoluciones del Comité de Descolonización en ese sentido. En cada foro, espacio institucional y en todas partes del mundo, pedimos el cumplimiento de esas resoluciones y siempre pasa lo mismo, nunca pudimos sentarnos con Gran Bretaña a discutir el tema de fondo.
Hoy, luego de la guerra y de los cambios en política internacional, especialmente luego de la voladura de las Torres Gemelas, lo que pasa en Malvinas es algo que compromete al mundo todo. Ya lo dijo nuestra Presidenta “Aquí tenemos uno de los últimos enclaves coloniales, pone blanco sobre negro que la política internacional sigue siendo no una cuestión de derecho, no una cuestión de respeto a las normas establecidas, sino sólo y simplemente una relación de fuerzas: los que tienen más poder, los que pueden imponer sus decisiones por sobre el conjunto siguen utilizando ese lugar de privilegio para desoír al derecho internacionalˮ.
Esto es central ¿de qué manera van a justificar los poderosos del mundo las exigencias a otros países si ellos no las cumplen?, ¿No es hora de que los que violan las propias disposiciones de Naciones Unidas las paguen, especialmente si ocupan sillones permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU?
Hoy, cuando la disputa por los recursos naturales es la pelea del presente y del futuro, la defensa de las Islas está íntimamente asociada a la defensa de nuestros recursos naturales y ya hemos visto recientemente, cuando los ingleses iniciaron las exploraciones buscando petróleo en las islas como nuestro gobierno se les plantó y a la vez como representantes de “la oposiciónˮ, en el mismo momento, eran invitados por el Foreing Office a visitar Londres avalando con su presencia la piratería.
Aún tenemos fresca en nuestra memoria el sacrificio de sangre joven argentina cuando la dictadura genocida, en un intento más de desesperación que de convencimiento, nos llevó alocada e improvisadamente a la Guerra; una guerra que intentó cerrar el problema y que sin embargo, no sólo por haberla perdido, abrió nuevos frentes.
177 años de desgarramiento, de ver que una parte nuestra es usurpada por ellos. Parecen muchos años; para algunos, los suficientes para que dejemos de preocuparnos por ellas. Pero no para nosotros. ¡No olvidamos, ni al territorio, ni a los que dejaron su vida por ellas!
Hoy seguimos batallando por las Islas, de manera distinta a la de antes. Lo dijo Cristina “es una profunda batalla cultural, diplomática, política en todos los frentes, en todos los foros, con todos los instrumentos de derecho internacional y de nuestro propio derecho nacional en la defensa de nuestro patrimonio, que no solamente es territorial, sino que también es el manejo de nuestros recursos naturales, en el derecho que tenemos los argentinos a defender y a reclamar por lo que es nuestro, en lo que resulta inexplicable: pretender soberanía a 14.000 kilómetros de distanciaˮ.
Hoy nuestro gobierno defiende la soberanía como ningún otro lo hizo desde hace 50 años: disminuyendo el peso de la deuda externa ganando así enormes márgenes de autonomía para la toma de decisiones, impulsando un modelo de desarrollo nacional y popular de fuerte incentivo al mercado interno que favorece directamente a los trabajadores que recuperaron el poder adquisitivo y el trabajo perdido, logrando consagrar la asignación universal por hijo algo único en el mundo; recuperando los fondos de los trabajadores de las garras de las AFJP para que sirvan al desarrollo y al mejoramiento de la infraestructura, recobrando para todos resortes económicos fundamentales que habían sido vilmente entregados a manos privadas; democratizando la palabra con la sanción de la nueva ley de servicios audiovisuales.
Hubo una época en la que se luchaba por una Patria Justa, Libre y Soberana. Nuestro gobierno supo enarbolar esas tres banderas y hoy el camino está claro y las disyuntivas también.