*Por José Ignacio Otegui
Obama le deja a Trump una América Latina “fácilˮ, con giros a la derecha en Brasil, Argentina y Paraguay y con una avanzada desestabilización del gobierno de Maduro en Venezuela. El nuevo presidente ahora buscará consolidar esa derechización y volver a hacer de los territorios al sur del río Bravo el “patio traseroˮ del imperio yanqui.
El magnate y conductor de reality shows devenido en presidente en base a chauvinismos y racismo explícito conformó un equipo de gobierno con varios ex generales, siendo el gabinete con más militares desde la Segunda Guerra Mundial, todos con características belicistas y con un claro enemigo: Irán, y luego el islamismo radicalizado.
Esta tendencia de la nueva administración en Washington a la militarización de la política exterior y su obsesión con la amenaza iraní y del islam radical podría influir negativamente en la relación con América Latina.
En ese sentido, tres personajes sobresalen. El secretario de Defensa, el general retirado James “Mad Dogˮ (“Perro Locoˮ) Mattis, quien en una entrevista concedida hace unos días sostuvo que la amenaza más grave para EE.UU. es “Irán, Irán, Iránˮ. Luego el consejero de Seguridad Nacional, otro ex general, Michael Flynn, quien presiona a Trump para que cumpla su promesa de desarticular el acuerdo nuclear con Irán.
Y por último, asumirá el ex general John Kelly a cargo del Departamento de Seguridad Nacional. Kelly conoce América Latina, ya que estuvo a cargo del teatro de operaciones para el continente americano. Para este militar, Irán y los grupos islámicos radicales aprovechan la “confusión financiera que reina entre las redes criminales y terroristasˮ para conformar células terroristas en América Latina, según manifestó ante Comité de las Fuerzas Armadas del Senado norteamericano.
De la Patria Grande al Plan Colombia expandido
¿Cómo influirá negativamente? Simple, como es la política exterior norteamericana cuando utilizan una amenaza contra los “valores occidentales y cristianosˮ, como lo fue en su momento la Unión Soviética durante la Guerra Fría y lo son algunos grupos islámicos desde la Guerra contra el Terror desatada luego del atentado contra el World Trade Center y la caída de las Torres Gemelas.
Utilizando la amenaza islámica y el terrorismo, el gobierno estadounidense buscará debilitar y derrocar a los gobiernos de izquierda que persisten y a su vez terminar con la oposición a aquellos gobiernos leales a Washington, justificándose en las relaciones que tendrían con Irán. Para la Argentina no es novedad. Reflotar la denuncia sin fundamentos del fiscal Alberto Nisman contra Cristina Fernández de Kirchner por encubrimiento a favor de Irán es de todos los ejemplos el más claro y donde más notoria es la participación de los servicios de inteligencia norteamericano e israelí.
Contribuyen a reforzar esa farsa las elucubraciones capusotteanas de la diputada María Elisa Avelina Carrió, quien aseveró que a Nisman lo mató un comando iraní-venezolano y que la operación fue supervisada por oficiales iraníes desde un Buquebús que venía de Uruguay. A esto hay que sumarle la declaración judicial de el ex espía “Jaimeˮ Stiuso, quien sostuvo que Irán estaba detrás de toda la maniobra, a pesar de no poder ofrecer pruebas. Stiuso, recordemos, declaró luego de haber pasado varios meses en Estados Unidos.
Además, como ocurrió en las décadas del ˮ™60 y ˮ™70 con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), los Estados Unidos financiarán a los gobiernos de derecha con programas de diversa índole. El que más arraigo tiene y que se adecua más a los intereses tanto de Washington como de los gobernantes alineados es la extensión del Plan Colombia a otros países latinoamericanos.
El Plan Colombia es un acuerdo bilateral que fue suscrito entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos en 1999 con tres objetivos específicos: generar una revitalización social y económica, terminar el conflicto armado en Colombia y crear una estrategia antinarcóticos. Sin embargo, resultó ser una pantalla para cubrir la implantación de fuerzas armadas estadounidenses estableciendo siete bases en Colombia permitiendo a Washington reforzar el intervencionismo político, económico y militar en América Latina.
Partiendo de la base de la lucha antiterrorista o contra el narcotráfico como base, esta expansión del Plan Colombia pondrá como excusa la infiltración del islamismo radical en América Latina. Además, ante el norteamericano medio muchos países de la Patria Grande son susceptibles de ser amenaza letal para su país. Solo hace falta recordar que Cuba formó parte del “Eje del Malˮ, que cuando se intentó invadir Nicaragí¼a se justificó que en menos de un día sus tanques llegarían a Texas, o que en series exitosas como Homeland se mostrara a una Caracas donde se escucha el adhan, o llamado a rezar de los musulmanes.
El punto álgido que señalan desde la inteligencia norteamericana como base del accionar del terrorismo yihadista es la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. No en vano buscan instalar una base militar en esa zona (además de otra en la Patagonia, mirando hacia la Antártida). Además de meter una cuña en medio del Mercosur, entre los dos países que más grandes de la zona, se colocan en medio de una de las reservas de agua dulce y biodiversidad más grandes del mundo, como lo es el Acuífero Guaraní.
Pero a este pesimismo ante la realidad hay que responder con el optimismo de la voluntad. Esta exacerbación del intervencionismo imperialista quizás sirva para el resurgimiento de los movimientos de emancipación. Al presidente ecuatoriano Rafael Correa en una entrevista ante la cadena RT le preguntaron, previo a las elecciones, si prefería a Trump o Hillary Clinton, y sorpresivamente dijo “Trumpˮ y, a pesar de que luego dijo que en realidad prefería a Clinton, justificó diciendo que “el gobierno de Estados Unidos lleva a cabo una política que evoluciona muy poco y cuyos efectos son casi los mismos de siempreˮ, y Trump “es tan grosero que va a provocar una reacción en América Latina, lo que podría reforzar la posición de los gobiernos progresistas de la regiónˮ.