Política

Bombas de aquí­ para allá, puede ser, es irreal

Por Nacho Otegui
por La Cámpora
4 sep 2017
El gobierno de la Alianza Cambiemos necesita crear monstruos para asustar a la población y convencernos de que es necesaria una criminalización de la protesta social y de la oposición. No solo como utilización del miedo como herramienta de control social, sino también para desactivar cualquier atisbo de rechazo a medidas antipopulares como las reformas en lo laboral y previsional que se vienen. Los que acusaban de setentista al kirchnerismo necesitan que esa dialéctica violenta resucite. El gobierno, con la ayuda de un sistema judicial con metástasis y los medios de comunicación del establishment, trabaja arduamente en generar esa grieta en la sociedad. Por eso desde el periodismo oficialista, el ejército de trolls de Marcos Peña Braun en redes sociales y las conferencias de la Ministro de Seguridad Patricia Bullrich en todo momento se tergiversa la información en torno a la desaparición forzada de Santiago Maldonado para utilizar ese hecho en su favor construyendo la figura de un supuesto enemigo interno que busca desestabilizar al gobierno de Mauricio Macri. El concepto de enemigo interno fue generado en la doctrina de seguridad nacional. Esta doctrina fue ideada en la Escuela de las Américas por la cual los EE.UU. adiestraron a los militares latinoamericanos en los años ´70. Todo esto tuvo su corolario con el Plan Cóndor. La existencia de un enemigo interno a aniquilar implica variados niveles de ambigí¼edad que habilitan la lectura de los conflictos de clase que se desarrollan en la sociedad en clave de guerra. O sea, todo es susceptible de ser reprimido y judicializado. El lenguaje, las caracterizaciones que incluyen y el acompañamiento de un sector de la prensa de mayor alcance, conforman una situación preocupante para la militancia social, polí­tica y de Derechos Humanos. Esto nos recuerda uno de los once principios de la propaganda de Joseph Goebbels, el de la desfiguración: “Convertir cualquier anécdota en amenaza graveˮ. Y gracias a ello se tolera su politización: la utilización del miedo para desprestigiar otras opciones polí­ticas. Patricia Bullrich se ha convertido en una cazadora de twitteros por supuestas amenazas al Presidente, su familia o su gabinete, como muestra el reciente show montado en torno a una detención de una mujer que resultó ser una paciente psiquiátrica familiar del vocero presidencial. Para desviar la atención fomentan discursos con simbolismos, imágenes distorsionadas o ideas-fuerza que posicionen que existe un grupo subversivo de composición ridí­culamente variopinta. Por ejemplo, para Bullrich, los grupos que respaldan la causa de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) se componen de sectores anarquistas, elementos trotskistas, corrientes kirchneristas, manifestantes revolucionarios, organismos de derechos humanos, sindicatos combativos y organizaciones sociales y piqueteros violentos. A tono con el relato del régimen macrista, desde La Nación, verdadera tribuna de doctrina del gobierno, Joaquí­n Morales Solá, el escriba del Operativo Independencia en 1975, alerta al desprevenido lector en su editorial del 3 de septiembre titulada “Los desmanes llegaron para quedarseˮ. “Según informes que se encuentran hoy en manos del gobierno nacional, los sectores más radicalizados de la polí­tica abandonaron el primer intento de desestabilizar al Gobierno por medio de la descalificaciónˮ, sostiene Morales Solá, y advierte que “la siguiente fase de la desestabilización es, según las evidencias y las confirmaciones oficiales, la creación de un clima de violencia permanente en el espacio públicoˮ. Teatro antidisturbios Todo lo que huele a verdadera oposición es sinónimo de enemigo subversivo, en base a un discurso manipulador y una gestión de la Justicia contaminada de venganza por parte de los grupos económicos concentrados. La Alianza Cambiemos precisa de ese enemigo interno, para tapar los enormes agujeros negros abiertos en la sensibilidad de la gente tras la gestión nefasta y las promesas incumplidas. Pero ello necesita de una escenificación y un escenario. Ese escenario es la vuelta a la tensión, a la persecución, a la criminalización polí­tica injustificada, al conflicto eterno, a la provocación a la oposición real y la ciudadaní­a en general. Jaime Durán Barba sabe que esto vende como producto emocional de consumo. Es rentable y convence a un electorado anestesiado. Pero más aún, transmuta los problemas reales y recentra los polos de atención mientras se destruyen los derechos recuperados. Ahora se está haciendo lo mismo con el Estado de Derecho. Esta es una situación muy alarmante para los argentinos. No hay que caer en la desesperación ante la provocación. Hay que deslegitimar su discurso por más difí­cil que sea. Máximo Kirchner en su discurso luego de la Marcha de la Resistencia de 2016 advirtió que “nos quieren provocar constantemente, llama la atención que califiquen un simple acto democrático que es que la gente se movilice como un plan subversivo; llama la atención que vean fantasmas en todos lados, precisamente en nosotrosˮ. Hay que estar atentos e informados, no responder a las agresiones, cuidarse y cuidar, porque hay buitres en la tele que quieren matar, con carnadas finas te van a matar.
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