No hubo lugar para sorpresas en esta segunda vuelta electoral, y Colombia deberá esperar, al menos por ahora, para poner fin a la larga hegemonía de gobiernos neoliberales.
Aun así, Gustavo Petro logró lo que nunca antes para las fuerzas de izquierda y progresistas de Colombia: ingresar en un balotaje presidencial, obtener más de 8 millones de votos (es decir, 3 millones más que hace apenas unas semanas), ganar en 9 departamentos del país (incluida, Bogotá), y recortar levemente la distancia respecto de Duque.
Es decir, Petro consiguió ubicar a la izquierda colombiana como una alternativa cierta con posibilidades de disputar el poder político. Todo un logro en un país acostumbrado a que la política aparezca restringida a las disputas entre distintas fracciones de los sectores dominantes.
Tras conocerse los resultados, Petro dijo en su discurso que no se sentía derrotado ya que “Poco falta para ganar en Colombia. La corrupción está herida de muerteˮ, e invitó a consolidar este movimiento en 3 instancias: la consulta anticorrupción pronta a realizarse, las elecciones locales de 2019, y desde la banca que asumirá en el Senado.
Este crecimiento de Gustavo Petro es parte de un proceso de mediano alcance que lo trasciende, pero al que supo encarnar y conducir. Desde principios del nuevo siglo, aunque de forma fragmentada, las izquierdas democráticas colombianas comenzaron a tallar en el escenario político, a partir de la construcción de nuevos partidos, la emergencia de liderazgos jóvenes, y la obtención de triunfos a nivel local (sobre todo en Bogotá).
Con la llegada de Juan Manuel Santos a la presidencia en el año 2010, y su escisión respecto del uribismo, este proceso adquirió mayor volumen social y político. En un contexto marcado por los avances obtenidos en el proceso de paz, fue tomando cuerpo un proceso de creciente movilización social, iniciado por los estudiantes colombianos nucleados en la MANE y continuado por diversos sectores sociales (campesinos, indígenas, maestros, etc), que ha ido ocupado el espacio público a través de diversas manifestaciones.
El cambio de posición del Estado respecto al conflicto armado, la firma del Acuerdo con las FARC y el inicio de las negociaciones con el ELN, permitieron avanzar en la construcción de un escenario político común en el que tramitar los conflictos de la sociedad colombiana y en el que expresar su pluralidad.
Estas transformaciones, sin embargo, están lejos de encontrarse consolidadas, y el regreso del uribismo al poder político siembra sobre ellas un manto de incertidumbre, así como también sobre la estabilidad del norte de Sudamérica, ya que es previsible que el nuevo ejecutivo colombiano incremente su hostilidad hacia el gobierno venezolano.
En ese sentido, cabe destacar que Colombia no solo es el tercer país más poblado y la cuarta economía de la región, sino también el mayor receptor de cooperación militar y económica de Estados Unidos en América Latina, y recientemente anunció su ingreso a la OTAN como “socio globalˮ.
Duque es un joven abogado con escasa experiencia política, que hizo gran parte de su carrera en organismos internacionales -particularmente en el Banco Interamericano de Desarrollo-, hasta ser electo Senador en 2014 por el Centro Democrático. Allí se convirtió en el principal orador en temas económicos de la bancada uribista.
En su discurso posterior a conocerse los resultados, apenas le dedicó una línea de agradecimiento a Uribe. El hilo conductor de su breve intervención fue la necesidad de unificar el país, prepararse para el futuro, volver sobre los ejes de su campaña (legalidad, emprendedurismo y equidad) y prometer que no “le iba a quitar sus derechosˮ a nadie, promesas que suenan muy conocidas para quienes habitamos estas pampas.
Como le dijo Gustavo Petro tras conocerse los resultados del balotaje, “el presidente Duque tiene dos opciones: o rompe con las fuerzas más anacrónicas de Colombia, que representan ílvaro Uribe y Alejandro Ordoñezˮ¦, o se mantiene en esa coalición anacrónica. En ese caso, 8 millones de colombianos no vamos a permitir que retrocedan a Colombia hacia la guerraˮ.
De este modo, entonces, si Duque pretende avanzar sobre la desarticulación de los logros recientes en materia de paz y participación política, tendrá enfrente un amplio sector de la sociedad en estado de movilización y una oposición popular en ascenso.