Será tiempo ahora de realizar un análisis profundo frente a esta respuesta que dio una parte de la sociedad colombiana, en tanto, tan solo el 37 por ciento de los ciudadanos habilitados para hacerlo tomó la decisión de ir a pronunciar su posición sobre los acuerdos alcanzados, en pos de la construcción de la paz y su horizonte de posibilidad.
Los resultados son una sorpresa si se tiene en cuenta lo que anunciaban las encuestas: la gran expectativa que había generado el plebiscito, así como el apoyo internacional y un Estado puesto al servicio de la refrendación de los acuerdos.
Sin embargo, se impuso el rechazo con sus lógicas geográficas y políticas. Fueron las regiones del oriente y del occidente/norte las que le dijeron SI a los acuerdos alcanzados en La Habana. Esas regiones, en general, más rurales, pobres y con mayores poblaciones indígenas, son precisamente las que al día de hoy aún sufren la cotidianidad de la guerra, desde que ésta se afincara definitivamente en los márgenes del territorio colombiano ante el repliegue de las guerrillas en tiempo del ex presidente ílvaro Uribe.
Así las cosas, mientras que las regiones que más sufren el conflicto armado se inclinaron por poner fin a la violencia, la parte central del país que menos ha vivido directamente el conflicto, en cambio, le dio la espalda a los acuerdos.
En el balotaje de las elecciones presidenciales de 2014 en Colombia, Oscar Iván Zuluaga, el delfín de Uribe, perdió en segunda vuelta con Juan Manuel Santos pero obtuvo 7 millones de votos y se impuso en las regiones del centro del país. Hoy el rechazo a los acuerdos de paz alcanzó los 6 millones y medios de votos y se impuso, en las mismas zonas donde hace dos años había ganado el uribismo.
La consolidación del uribismo en el escenario político colombiano, ha estado ligada al devenir de la guerra. Durante sus gobiernos (2002-2010), Uribe transformó a las FARC en el gran enemigo de la nación. "La entrega del país a las FARC" como llamó Uribe al proceso de paz, era la derrota de su lógica de construcción política; el resultado del plebiscito, su triunfo y la demostración de que su relato, en línea con el de gran parte de los medios hegemónicos, sigue vigente.
En definitiva, en lo que empieza a ser una constante, otra vez una diferencia mínima, define una jornada clave en el escenario político regional, tal como ocurrió en el pasado referéndum boliviano de febrero, en las elecciones presidenciales argentinas de 2015 o en las brasileñas de 2014.
Esta vez, y como en diciembre en nuestro país, una diferencia mínima en favor de los sectores conservadores de nuestra región, la cual genera nuevos interrogantes sobre el futuro del proceso. No obstante, tras haberse conocido los resultados, el gobierno colombiano, las FARC y las fuerzas políticas populares de Colombia han dado muestras claras de que la voluntad de poner fin a la guerra es firme y consistente. Los actores involucrados cuentan para avanzar en pos de dicho objetivo con un amplio respaldo internacional, y en particular, de los sectores populares de nuestra Patria Grande que desean que por fin dejen de sonar los fusiles y Colombia empiece a construir una paz duradera con justicia social.