Por Javier Diomedi*
Para comprender la situación que atraviesa el sector y cómo afecta a la región es necesario historizar, recuperar datos estadísticos y analizar cómo interactúan los actores que lo componen. La fruticultura regional de frutas de pepita está compuesta, (según datos de las declaraciones juradas presentadas por productores en el año 2014) aproximadamente por 2.300 productores. El segmento de los grandes productores, con más de 100 hectáreas bajo explotación, incluye 55 unidades económicas y el área cultivada por ellas es de 17.000 hectáreas (37% del total), a un promedio actual de 310 hectáreas por unidad, cuando en 1995 ese promedio no alcanzaba a 200 hectáreas.
En contra cara a estos datos, el segmento de los pequeños productores, de 1 a 10 hectáreas cultivadas, abarca a 1.200 agricultores que poseen una superficie explotada total de 6.800 hectáreas, con un promedio de 5,6 hectáreas por productor. Este segmento perdió, desde mediados de la década de los años 90 hasta el año 2014, más de 800 productores. También hay que mencionar y tener presente que en la región hay cerca de 300 empresas que se dedican al empaque, conservación y comercialización interna y/o externa, 50 de ellas abocadas a la exportación y 25 orientadas al procesamiento industrial de la fruta (jugos concentrados, sidra, alcohol, deshidratados, etc.).
En cuanto a la ocupación de mano de obra, el conjunto de actividades de producción, empaque, conservación, industrialización y comercialización de manzanas y peras de Río Negro y Neuquén emplea, en forma directa, un total aproximado de 40.000 personas y en forma indirecta otras 12.000 personas (cuesta establecer el número exacto por el trabajo informal).
La demanda global de empleo de la fruticultura regional ha variado muy poco desde mediados de la década de los años 70, pero la actividad sigue teniendo un gran impacto en la economía regional teniendo en cuenta que la población aproximada de los Valles es de 300.000 habitantes.
El sistema frutícola de la región del alto valle de Río Negro y Neuquén tuvo una importante etapa de crecimiento y desarrollo hasta la década del 70. A partir de este periodo, las consecuencias se reflejaron e impactaron en el esquema productivo y comercial del pequeño y mediano productor primario. Estos se vieron profundamente perjudicados, al momento de negociar la venta de la materia prima. Como así también, en la precarización e incorporación a nuevas tecnologías.
Como resultado a este nuevo escenario que también puede visibilizarse observando el cambio en la tenencia de la tierra, comenzaron etapas de crisis y conflictos que generaron un sin número de protestas (tractorazos), con el objetivo de transparentar y visibilizar la problemática que atravesaba el sector. Este contexto de conflictividad se profundiza con el gobierno de De La Rúa, donde los problemas ya no eran solo coyunturales sino estructurales.
Durante el período del kirchnerismo comienza a reactivarse la actividad, al mejorar el tipo de cambio y el mercado interno.
Las fluctuaciones económicas de los mercados internacionales afectaron la rentabilidad de la actividad; pero se sostenían gracias a la demanda y márgenes generados por el mercado interno y los aportes que se transferían desde el Gobierno Nacional. A pesar de los millones de pesos que el este último destinó, gran parte en subsidios para la realización de diferentes labores culturales (por la carencia de políticas y planes provinciales para la recuperación y desarrollo del sector) esos fondos no tuvieron los resultados esperados debido a que la mayoría de los pequeños y medianos productores no pudieron reposicionarse.
Hoy la situación con las últimas medidas implementadas por el gobierno de Mauricio Macri es mucho más compleja que en el año 2001. La inestabilidad del mercado externo con alta competencia y la debilidad del mercado interno altamente retraído por la caída del consumo y la apertura de importaciones han impactado y agravado aún más la situación.
í‰sta situación se cristaliza debido a que a nivel provincial todavía no hay un plan a corto, mediano y largo plazo que acepten todos los sectores. Además se cortaron los aportes, aumentaron exponencialmente los insumos, no solo los que están referenciados directamente al valor dólar sino también los combustibles y electricidad que son indispensables para toda la cadena, tanto a lo que se refiere a la producción como a la conservación. Estas limitaciones no permiten que se genere un ámbito para que todos los sectores, tanto empresariales como políticos, puedan reunirse en una misma mesa en la cual discutir y promover soluciones consensuadas y con equidad, diagramar un plan común que les permita superar la ineficiencia económica del sistema y poder dar respuesta a los requerimientos del mercado. Todos estos factores están llevando a la desaparición sistemática de los pequeños y medianos productores dejando como consecuencia a un gran sector de la sociedad, sobre todo jóvenes, sin trabajo y con un futuro poco alentador.
*Ingeniero Agrónomo. La Cámpora Río Negro.