La decisión se inscribió en el proyecto de país desarrollado desde la revolución peronista y tuvo un estrecho vínculo con los dos grandes objetivos del Justicialismo: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
La construcción de una Argentina industrial, que se desarrollaba como nunca antes en la historia, necesitaba de profesionales que contribuyeran al desarrollo nacional. Iba a ser muy difícil que la grandeza de la Nación se concrete con una población universitaria de 51.447 estudiantes en el año 1947, de los cuales la mayoría se orientaba a las profesiones liberales y pertenecían a las familias privilegiadas del régimen oligárquico.
Tampoco sería factible la felicidad del pueblo si los más jóvenes no podían elegir cómo organizar su vida. La apertura de la universidad fue una acción profundamente democratizadora, que amplió el campo de posibilidades para millones de argentinos y multiplicó en pocos años la cantidad de estudiantes en todo el país. Así se pasó de los poco más de 50 mil estudiantes en 1947 a 138.317 en el año 1955.
La apertura de la universidad fue una acción profundamente democratizadora, que amplió el campo de posibilidades para millones de argentinos.
Años más tarde, cuando las dictaduras reimpusieron los aranceles en las universidades, al mismo tiempo que entregaban al país a los poderes extranjeros que históricamente nos habían doblegado, el General Perón diría en un reportaje desde su exilio en Puerta de Hierro:
En nuestra época había 4 millones de población estudiantil, de esos 4 millones solamente 300.000 hacían los estudios secundarios. Es decir que de la escuela primaria a la enseñanza secundaria ya había un desgaste, un descarte de 3.700.000 muchachos. De esos 300.000 que completaban sus estudios secundarios, solo 100.000 accedían a la Universidad, de manera que ya en esa etapa había otro descarte de 200.000. ¿Qué pasaba con estos 3.000.000 largos que al terminar la escuela primaria no podían ir al secundario porque no tenían medios? Porque la enseñanza era cara, ninguno de ellos podía seguir los estudios superiores, y estos iban a los potreros, que eran las escuelas de delincuencia más conocidas, y nosotros no tuvimos delincuencia infantil, ¿Por qué? Porque en Buenos Aires más de 50.000 muchachos tenían su club, los cuales se los brindaba el Estado y se los entregaba a los vecinos que lo administraban y lo llevaban adelante. Por otro lado, las escuelas profesionales, donde el chico iba, recibía un salario y a la vez estudiaba. Después de recibirse de operario, iban a la fabrica y estaban 3 años, de ahí podían pasar a las escuelas de aplicación, que eran escuelas para formar sobrestantes, jefes de talleres, etc. Después de estar allí, iban nuevamente a la industria y estaban dos o tres años y entonces tenían derecho a ingresar a la Universidad Obrera, de donde salían ingenieros de fabrica en cada una de las grandes especialidades de la industria. Eso fue para la masa, es decir, en esto se contempló un panorama de conjunto y se hizo la conquista más grande, y es así que, la universidad se llenó de hijos de obreros, donde antes estaba solamente admitido el oligarca, ya que solo ellos podían pagar los costosos aranceles. Para la universidad no había derechos de exámenes ni nada. Era totalmente gratis. El Estado contemplaba todos los gastos. De manera que tanto el pobre como el rico podía asistir. Era un crimen que estuviéramos seleccionando materia gris en círculos de 100.000 personas cuando lo podíamos seleccionar en cuatro millones, hubieran salido más abundantes.”
Frente al proyecto democratizador peronista, la respuesta gorila fue la misma en cada uno de los planos de la vida nacional: un vano intento por retrotraer la situación del país a la vigente antes de 1943. Tras el golpe de Estado de 1955, se derogó el entramado institucional y normativo vigente, eliminando la gratuidad, persiguiendo y expulsando docentes peronistas, buscando eliminar cada rastro del paso del justicialismo por las Universidades Nacionales. Desde entonces, la autonomía le concedía a cada Universidad la posibilidad de fijar aranceles y regular sus políticas de ingreso.
En 1973, el regreso del peronismo tras 18 años de proscripción trajo consigo la eliminación de los aranceles y las tasas académicas, recuperando la función social de la Universidad y enmarcándola en un proyecto de liberación nacional. Esto implicó reformas en las currículas e inclusión de docentes, incluyendo autores nacionales ligados al revisionismo histórico, para los cuales no podía haber Universidad pública y gratuita sin un proyecto político emancipador. Por entonces también se estableció la incompatibilidad entre la docencia universitaria y el trabajo jerárquico en empresas multinacionales. “La Universidad que queremos es parte inseparable del país que anhelamos”, rezaba por entonces una conocida consigna de la militancia universitaria peronista, para la cual no existía salida gremial a los problemas de los estudiantes sin una salida política a la dominación que sufría el pueblo en su conjunto.
“La Universidad que queremos es parte inseparable del país que anhelamos”, rezaba por entonces una conocida consigna de la militancia universitaria peronista.
Sin embargo, en 1976, la dictadura cívico militar volvió a cargar contra las Universidades Nacionales tal como lo había hecho la Revolución Fusiladora. El odio gorila no aceptaba que en los pupitres de las Universidades puedan sentarse al mismo tiempo el hijo del terrateniente con la hija del barrendero. Además, en el proyecto de país impuesto a sangre y fuego, no necesitábamos miles de profesionales formados para desarrollar al país. En el modelo neoliberal alcanzaba con los abogados y contadores que legalicen la estafa permanente contra el pueblo argentino. De esta forma se reimpusieron los aranceles, logrando que por primera vez desde 1949 caiga la matrícula universitaria, que pasó de 487.389 en 1975 a 386.743 en 1980.
El retorno de la democracia en 1983 trajo consigo la eliminación de los aranceles, reflejando cuán hondo había calado en la sociedad argentina la Universidad como pilar para la movilidad social ascendente. Sin embargo, la permanencia del modelo neoliberal no permitió recuperar la función social de la Universidad. Eran los años donde Cavallo mandaba a los científicos a lavar los platos, donde se privatizaban y extranjerizaban los resortes fundamentales de la economía nacional y se expulsaba año tras año a millones de argentinos al desempleo y a la pobreza. En el 2001, en el ocaso del modelo neoliberal, el gobierno radical proponía nuevamente el arancelamiento de las Universidades, para reducir el gasto público y garantizar el pago de la deuda externa. Era el reflejo de un país profundamente injusto, que había recuperado la democracia, pero no la independencia para que sus ciudadanos vivan dignamente. No alcanza con que la universidad sea gratuita si no va de la mano de un proyecto político emancipador, que la ponga al servicio de la sociedad toda.
El odio gorila no aceptaba que en los pupitres de las Universidades puedan sentarse al mismo tiempo el hijo del terrateniente con la hija del barrendero.
Debió llegar un pingüino a la Casa Rosada, con más desocupados que votos, para que el gobierno argentino vuelva a guiarse con los principios que hicieron grande a este país: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. A partir del 2003 el país no solo vivió un proceso de crecimiento económico sin precedentes desde el gobierno de Perón, producto del desendeudamiento y la recuperación de resortes estratégicos de la Nación como lo fueron YPF y las AFJP, sino que también se buscó reparar el daño social producido en la larga noche neoliberal.
Las Universidades Nacionales cumplieron en este desafío un importante rol, ofreciendo posibilidades de desarrollo a millones de compatriotas en todo el país. Durante los 12 años de Néstor y Cristina ocurrió el proceso de expansión más importante en la historia del sistema universitario, creando 19 nuevas Universidades y garantizando al menos una por provincia.
Se desarrollaron políticas enmarcadas en un proyecto de país que permitieron el crecimiento del sistema: se hizo obligatoria la educación secundaria, se construyeron más de 2000 escuelas, se creó el programa Conectar Igualdad, se restituyó la perspectiva del derecho a la educación superior, se sancionaron leyes sobre los convenios colectivos docentes y no docente y se crearon las BECAS PROGRESAR. También se impulsaron las carreras estratégicas y se invirtió como nunca antes en el desarrollo científico y tecnológico, vectores fundamentales para el desarrollo nacional. Se retomó así el sendero iniciado hace 75 años, cuando la Universidad se llenó de hijos de trabajadores en el marco de un país que se desarrollaba poniendo en valor el esfuerzo de su gente.
Durante los 12 años de Néstor y Cristina ocurrió el proceso de expansión más importante en la historia del sistema universitario, creando 19 nuevas Universidades y garantizando al menos una por provincia.
Actualmente, como en cada oportunidad que gobiernan en nuestro país los antiperonistas, se busca cerrar esa puerta que abrió el peronismo y que permite que el pueblo habite las Universidades.
Mientras el brutal ajuste que se desata sobre el conjunto del pueblo empeora las condiciones de vida de los argentinos, haciendo que muchos estudiantes deban dejar la carrera para dedicar su tiempo completo a trabajar, alejando las condiciones materiales que permiten ir a la universidad; se desarrolla una fuerte campaña de persecución y estigmatización a las Universidades, junto con un ahogo presupuestario que encuentra como principal víctima a los trabajadores docentes y no docentes. El objetivo final es desfinanciar al sistema, expulsar docentes y estudiantes, para adaptar las Universidades al modelo de saqueo.
Frente al modelo de saqueo, donde el sueño de la gratuidad universitaria y de un país justo, libre y soberano queda relegado por la privatización, el arancel y la expulsión de millones de compatriotas, las y los argentinos levantamos la bandera de Néstor Kirchner, quien nos dijo: “Salgan y den una demostración de conciencia popular. No se queden esperando un milagro. Luchen, porque vienen por sus sueños y por el futuro de la Patria.”