En política económica no hay un único camino, uno elige por qué sendero transitar. En 2003 Néstor Kirchner podría haber optado por continuar las políticas de ajuste diseñadas por el FMI y ejecutadas por los gobiernos neoliberales. Sin embargo decidió apostar por la soberanía, el crecimiento y la inclusión. Mauricio Macri también tenía opciones: él eligió gobernar con metas ortodoxas de inflación en desmedro de la producción y el trabajo, y transferir riqueza a los sectores concentrados de la economía confiando en una modernización de la teoría del derrame. La eliminación de retenciones a la minería, el tarifazo en los servicios públicos, la mega devaluación, la apertura de importaciones, la facilitación para la salida de capitales y el impulso a los despidos fueron elecciones, no obligaciones.
El problema que tenía Macri era que si decía lo que verdaderamente pensaba hacer, seguramente no iba encontrar tanto respaldo electoral. Por eso mintió y habló de una campaña del miedo. Cumplido el objetivo de llegar a la Presidencia, tenía que encontrar una manera de desdecirse de sus promesas. Y ahí entraron en acción las muletillas marketineras del oficialismo: la pesada herencia y el sinceramiento de la economía.
Pero en realidad lo que sinceraron fueron sus ideas y sus intenciones. Lo dejó clarísimo la vicepresidenta Gabriela Michetti al señalar que “A los argentinos les hicieron creer la fantasía de que podían vivir de esa forma eternamenteˮ. Días atrás algo similar manifestó el álter ego que utiliza Prat Gay para criticar a su colega del Banco Central. Javier González Fraga sostuvo que “Le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso es una ilusión. No era normalˮ. Esa es la verdadera matriz de pensamiento de esta ceocracia. Creen que la riqueza debe estar acumulada en las minorías más pudientes y que las mayorías populares no tienen derecho a mejorar su calidad de vida ni al ascenso social.
Representan la misma derecha que durante el peronismo rechazó los derechos laborales y que la clase trabajadora tuviera aguinaldo y vacaciones. Son un gobierno de ricos y gobiernan para los ricos. Con Macri en la Presidencia hay una fiesta, pero es la fiesta de los poderosos a la que nunca te van a invitar. Y lo ocurrido el 25 de mayo fue gráfico: las miles de personas que solían ir a Plaza de Mayo a celebrar fueron corridas por vallas y policías, mientras que el Jefe de Estado celebró con unos pocos y de espalda a la sociedad en la residencia de Olivos.