Opinión

El regreso de los autogobiernos policiales

por La Cámpora
12 ene 2016
Por Ricardo Ragendorfer Ya se sabe que Cristián Lanata y Ví­ctor Schillaci fueron atrapados dos dí­as después del falso anuncio al respecto, que en su momento tanto habí­a alegrado al gobierno de Cambiemos. Y ahora, con el telón de la fuga ya caí­do, bien vale analizar este punto en particular. "Felicito a todo el equipo y a las fuerzas de Seguridad por la captura de los prófugos", escribió Mauricio Macri en Twitter a las 14.39 del 9 de enero. En tanto, por esa misma red social, otras altas autoridades ˮ“entre ellas, Gabriela Michetti, Marí­a Eugenia Vidal, Patricia Bullrich y Cristián Ritondoˮ“ también se congratulaban entre sí­. Sin duda, tales textos pasarán a la posteridad como el registro inapelable de un auténtico papelón de Estado. Y en medio del caso polí­tico-policial más delirante de la historia argentina. ¿Quién les habrí­a inyectado en los ojos semejante espejismo? ¿Fue un “error deliberado (sic)ˮ ˮ“tal como expresó la gobernadora Marí­a Eugenia en la mesa de la señora Mirtha Legrandˮ“ o fueron ellos los artí­fices de su propio viaje al ridí­culo? Es muy posible que en este asunto haya un equilibrado porcentaje de ambas cosas. En consecuencia, el escenario es inquietante. Tras el escape de los condenados por el triple crimen de General Rodrí­guez, la hipótesis inicial de los flamantes funcionarios apuntaba hacia el largo brazo narco, lo cual es como hablar de “las siete plagas de Egiptoˮ. No obstante, con el paso de los dí­as, ampliaron hasta lí­mites fantasmagóricos el universo de sus sospechas y temores. Eso se tradujo en más de cien allanamientos, detenciones arbitrarias, acusaciones polí­ticas y el anuncio anticipado de purgas policiales. Claro que La Bonaerense ˮ“sin estar especí­ficamente relacionada con el plan de evasiónˮ“ trabajó en la búsqueda de los reos a reglamento. A eso en la jerga de los “Patas Negrasˮ se le llama “poner palanca en boludoˮ. Quizás haya sido una respuesta a la designación en la cúpula de Pablo Bressi, un delfí­n del jefe saliente, Hugo Matzkin, hecho que en la actualidad anima una dura puja entre las lí­neas internas del comisariato. En tal sentido, el ministro Ritondo incurrió en una confesión desencarnada: “Que los prófugos estaban acorralados fue un dato que me lo tiró la propia policí­aˮ. Y ya durante la etapa santafecina de esa cacerí­a humana, en el entorno de la ministra Bullrich se dijo por lo bajo que la versión de los arrestos imaginarios del sábado también se originó en una “fuente policialˮ. ¿Acaso se federalizó el encono de los uniformados hacia sus mandantes del poder civil? En cuanto a la Gendarmerí­a, aún están calientes los cadáveres de los 44 suboficiales malogrados camino a Jujuy, para lo que iba a ser el debut represivo del macrismo a escala nacional. Y en cuanto a la Policí­a Federal, el desguace de su estructura para fusionar a 19 mil efectivos de esa fuerza con la Metropolitana también ha causado cierta beligerancia. Desde una perspectiva más global, tempranamente resulta notable el nivel de improvisación y amateurismo con el cual el oficialismo anuda su relación con las fuerzas de seguridad a su cargo. Fuerzas que hicieron de la recaudación su sistema de sobrevivencia. Y que, por lo tanto, se autogobiernan. En medio de tal encrucijada, se produjo la captura ˮ“y esta vez, en serioˮ“ del menor de los Lanatta y Ví­ctor Schillaci. Tamaña hazaña tomó estado público a través de una declaración periodí­stica del vicegobernador de Santa Fe, Carlos Fascendini, quien aclaró: “Aún no me comuniqué con el gobierno nacionalˮ. Eso significa que el Presidente se enteró del asunto por televisión.
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