Por Pedro Cámpora.
La reciente instalación del busto del ex presidente Héctor Cámpora en la Casa de Gobierno ocurrida por decisión de nuestra Presidenta, ha revivido fuertemente los recuerdos que tengo sobre su persona. En mi condición de sobrino tuve la oportunidad de conocerlo profundamente y ello me permitió advertir que al valor de la lealtad ˮ“el que observó durante toda su conducta política- deben agregarse el de la honestidad y el de la dignidad.
Su honestidad quedó inapelablemente acreditada en los dos procesos investigativos, parciales e inquisidores a los que fue sometido tanto por la revolución de 1955 como por la última dictadura de 1976. En ambos debieron concluir que en su discreto patrimonio no había un solo ladrillo mal habido ni cuenta bancaria sospechosa.
Su dignidad, de la que también quiero dar cuenta, fue notable durante su exilio en la generosa embajada mexicana. Soy testigo y testimonio de la dignidad a toda prueba con que el “Tíoˮ, mi tío, soportó estoicamente el trato inhumano al que lo sometió la dictadura la que solo le otorgó el salvoconducto ante la evidencia de que su cáncer había estallado en metástasis.
Quiero decir por último, sin temor a incurrir en ningún abuso de interpretación, que Héctor Cámpora de estar con vida, sería un fervoroso adherente y comprometido defensor de las políticas llevadas a cabo, tanto por nuestro ex presidente Néstor Kirchner como por nuestra Presidenta Cristina Fernandez.
Finalmente, por mi parte, no quiero dejar de manifestar mi orgullo de participar desde el 25 de mayo de 2003 -como asesor del Ministro de Trabajo- en este proyecto político que me permitió recuperar una identidad partidaria que creía perdida.