“Hoy los cristianos hemos comprendido que esta exigencia del amor no sólo tiene una dimensión personal sino también, una dimensión estructural. Tengo que amar no sólo a nivel de individuos sino a nivel de pueblo. Y fue a nivel de pueblo que el peronismo, a través de su paso por el gobierno, realizó el mandato evangélico del amor real y verdadero a los humildesˮ, Padre Carlos Mugica.
En las figuras de tamaña trascendencia histórica como lo fue el Padre Carlos Mugica, se vuelve una proeza encontrar las palabras exactas para definir su acción y su pensar. Más aún, es una tarea casi imposible ser sintético para realizar un recuerdo digno de una persona cuyo legado trascendió las barreras de la muerte.
Sin embargo y tal vez como en ningún otro caso, al cumplirse 40 años del asesinato del Padre Carlos Mugica, una sola palabra puede resumir el espíritu cristiano y peronista del sacerdote de los humildes: Amor.
El amor fue el principal motor de la gigantesca tarea que llevó a cabo en los barrios, en las villas, de la mano del pueblo. Por amor, entregó su vida a difundir la palabra de Dios en los rincones postergados, donde la dictadura que fusiló, persiguió y buscó ocultar al peronismo no llegaba más que con prohibiciones y represión.
El amor fue el sentimiento que, lejos de ser guiado por la locura y la ceguera, le puso cimiento de raciocinio al proceder de Mugica. Estar con los pobres como así lo hizo y lo quiere Cristo. Estar con los pobres, como el peronismo.Como un destino eterno en la historia, su origen de “niño bienˮ lo puso de arranque en las antípodas. Pero la experiencia atravesada por el amor lo devolvió a donde siempre tuvo que haber estado.
“Participé del júbilo orgiástico de la oligarquía por la caída de Perón. Una noche fui al conventillo como de costumbre. Tenía que atravesar un callejón medio a oscuras y de pronto bajo la luz muy tenue de la única bombita, vi escrito con tiza y en letras bien grandes: 'sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos' (= curas). La gente humilde estaba de duelo, y si la gente humilde estaba de duelo, entonces yo estaba en la vereda de enfrente".
Con la fe como bandera y el amor como estandarte, Mugica transformó su convencimiento en acción y su acción en epopeya. Como parte del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo respiró los aires de pueblo y no se dejó intimidar por las presiones de la oligarquía al mando de turno. Recordar su vida y su obra es una tarea obligatoria para el tiempo que vivimos. Su sacrificio y su compromiso nos obligan hoy, en otro momento histórico pero igualmente relevante, a profundizar nuestro trabajo con la profunda convicción de que a través de la justicia social y el amor seremos mejores.
Mugica es fuego en las páginas de la Patria y todavía arde en el corazón de su pueblo. A 40 años de su asesinato, hoy vive a través de sus enseñanzas y su ejemplo. Profeta en su tierra, hoy en el Cielo: Mugica, hombre de Cristo y de Perón.
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