Lo sabe el Grupo Clarín y, por si fuera poco, el otro día lo sentenció el Martín Fierro: este es el año de la ficción. De ahí que una novela que se asume como ficción, Farsantes, le gane el Martín Fierro de oro a otra ficción disfrazada de periodismo. Lejos de sentir rencor porque su caballito de batalla del 2013 no haya sido galardonado con el oro, ni lerdo ni perezoso, el Grupo Clarín hizo lo mejor que sabe hacer: adaptarse a los tiempos que corren. Y así fue que dio comienzo al periodismo de ficción, con giros dramáticos, diálogos imaginarios y un alejamiento de la rigurosidad periodística que atrae a cualquier lector o espectador.
Acompañado al nuevo diseño de la web del diario Clarín se instaló la necesidad de atraer más visitas apelando al recurso de hacer más interesantes las notas de análisis político. Para ello el Grupo dio una nueva directiva: ficcionalizar los asuntos tratados. Ya no alcanza con contar un avión que se cayó, si es necesario hay que inventar la caja negra. No alcanza con analizar el discurso o la acción política de un presidente, hay que inventar una salida al patio y una charla con el cielo, mojada, embarrada. Ficcionalizar, es la tarea y la vienen cumpliendo hace tiempo.
Por eso ahora en el teatro del Grupo, el diario, no alcanza solamente con decir “las relaciones internas en el kirchnerismo no son un derroche de armonía en estos tiemposˮ. A esa frase, que así sola parece insulsa, hay que agregarle un poco de condimento: una escena, un diálogo ficticio, un momento de tensión. Un ejemplo que la vuelva veraz, aún cuando el propio ejemplo sea falso, o mejor: aunque no importe. Ni siquiera es falsable, es un producto de la imaginación, alejado de cualquier forma de ser lógica y posiblemente chequeado.
Así Pablo de León, periodista de ficción del diario Clarín imaginó, como en el comienzo de un chiste, que estaban Teresa Parodi y Jorge Coscia en una oficina, y en eso entra Franco Vitali:
- ¿Qué necesitás?
- Ver con ella un par de cosas.
- Sí chiquito; ahora esperá que estoy ocupada.
¿Es cierto?, ¿es mentira? La respuesta es que, como el gato de Schrí¶dinger, es verdad y es mentira al mismo tiempo. Es mentira, porque nunca sucedió. Y es verdad porque... ¿cómo puede ser mentira algo que es imposible de chequear? Es tan verdad que sucedió eso como que existe vida en otro planeta. Es decir: no importa si es verdad. Lo que que verdaderamente importa es el show, el adorno de la noticia, el chimentito que le agrega veracidad a una hipótesis que ya era falsa, tan falsa como la propia anécdota. Porque la clave de toda la estrategia de ficcionalizar el periodismo está en esconder estos pequeños árboles en medio del bosque de ficciones. Que sean cinco, seis las anécdotas, rumores, conversaciones, diálogos imaginarios por día. Que luego entonces sea el afectado, la víctima del rumor, quien se quede sin salida: o dejar correr un rumor hasta que la repetición por lo bajo lo vuelva cierto, o desmentirlo para que la repetición por arriba lo confirme.
Es la estrategia de la ficción que en la noche del domingo les dio el oro. Por Farsantes, justamente.