( ...) Querido nieto, qué no daría para que te materialices en las mismas calles en las que te busco desde siempre. Qué no daría por darte este amor que me ahoga por tantos años de guardártelo. Espero ese día con la certeza de mis convicciones sabiendo que además de mi felicidad por el encuentro tus padres, Laura y Chiquito y tu abuelo Guido desde el cielo, nos apretarán en el abrazo que no nos separará jamás. Tu abuela, Estela.
Estas palabras escribía Estela Carlotto en 2011. Desde 1978 buscaba a su nieto Guido. En ese entonces Estela era maestra y madre de Laura, a quien la dictadura cívico - militar secuestró cuando se encontraba embarazada de 2 meses. A partir de ese momento Estela comenzó una búsqueda que jamás terminó. En el camino se fue encontrando con otras abuelas, cuyos nietos también habían sido robados. Estela transformó entonces su historia personal en una historia colectiva. Ya no buscaba a su nieto, buscaba a los nietos.
En estos largos 36 años Estela devino en una militante incansable, en un símbolo mundial e indiscutido de la lucha por los derechos humanos, logrando transformar todo su dolor en una batalla inagotable, altruista, llena de amor, de solidaridad, de coraje. Estela hoy es el símbolo de unas Abuelas de Plaza de Mayo que no claudicaron jamás, unas Abuelas que durante los años de impunidad lograron encarcelar a los genocidas por el delito de apropiación, unas Abuelas que además lograron demostrar a la justicia y al mundo entero que esas apropiaciones no eran casos aislados sino que eran parte de un plan sistemático, unas Abuelas que le dieron al mundo un sistema novedoso para cotejar los perfiles genéticos, unas Abuelas que siguieron buscando y encontrando a los nietos que habían sido arrancados de sus familias.
En 2003 llegó al gobierno Néstor Kirchner, y luego Cristina, quienes abrieron las puertas de la Casa Rosada a los organismos de derechos humanos, transformando en políticas de Estado sus históricos reclamos. Las Abuelas siguieron, incansables, en la búsqueda, ahora con un Estado que las acompañaba.
"Yo no quería morirme sin abrazarlo y pronto lo voy a abrazar" dijo hoy Estela en la conferencia de prensa en la que se anunciaba, en medio de una emoción colectiva indescribible, que su nieto Guido había recuperado su identidad.
Estela Carlotto supo llegar donde nadie, colocó la búsqueda de los nietos en boca de todos, la transformó en una causa que no conocía fronteras. Estela, con su compromiso y su lucha, pero sobre todo con su coherencia, se fue de a poco transformando en una persona incuestionable, su amor por los nietos la hizo ser amada y respetada por todo nuestro pueblo. La felicidad colectiva que nos invadió con esta noticia nos lo demuestra: Estela es nuestra, es de todos. Esto es lo que lograron las Abuelas a lo largo de estos años, un reconocimiento unánime. Hoy todos somos felices. El amor venció al odio.