Cuando los miles y miles de argentinos de aquella gloriosa generación de los años 70, muchos de ellos hoy desaparecidos, se sumaban a la militancia organizada y a la lucha por un mundo mejor, Fidel ya había llegado, la revolución brotaba en cada rincón de América. Cuba, esa pequeña isla, había vencido al imperialismo norteamericano y su ejemplo recorría el mundo. ¿Cómo no animarse a dar la pelea por un mundo mejor?
Cuando los jóvenes que en los 90, y en el 2001, se atrevían a desafiar a un Estado represor, a la cultura neoliberal y a ese tan mentado concepto del “fin de las ideologíasˮ, y resistían desde cada trinchera, peleándole a lo imposible junto a los más humildes, Fidel estaba ahí, señalando el camino, y Cuba seguía siendo el ejemplo de resistencia para todo el planeta. Bancándose un bloqueo sangriento, bancándose al imperialismo que acechaba con su odio, muchas veces en soledad, pero con un pueblo siempre de pie, con su dignidad intacta, sin retroceder ni negociar. La pregunta inevitable surgía sola entonces, ¿cómo no animarse a resistir?
Y cuando nuestra generación se incorporó a la política, y volvió a creer en la democracia, a soñar y a recuperar el autoestima junto a Néstor y Cristina, Fidel seguía allí, firme, donde tenía que estar. Y como si fuese poco, haciéndose presente en la ceremonia de asunción de un humilde sureño al que nadie conocía, y que unos meses más tarde se le plantaría al imperio diciéndole con la fuerza de toda nuestra historia a cuestas, que no daríamos un solo paso a atrás, que el Alca y las recetas buitres del FMI ya no iban a ser escuchadas por estas tierras. Y Fidel estuvo allí, antes que nadie, dando el mensaje exacto que quería dar, invitándonos a todos a confiar y a comprometernos en algo nuevo que estaba naciendo, y que él ya avizoraba con su enorme claridad. Fidel nos daba el ejemplo, poniendo el cuerpo, como siempre, un militante que supo ser el más grande comandante de nuestra historia latinoamericana. ¿Cómo no organizarnos y seguir construyendo?
No alcanzan las citas, ni las historias, ni las emociones para hablar de Fidel, el es latinoamérica, el es la libertad. Y las argentinas y argentinos, como la humanidad entera, le deben mucho a Fidel, mucho más de lo que dirán los medios o estas simples palabras. Fidel es esperanza en un mundo justo, Fidel y Cuba fueron el refugio de miles de familias perseguidas, Fidel es la lucha constante, la resistencia y el amor, el puño firme y el corazón abierto, Fidel es solidaridad, los miles de médicos de todo el continente formados en su Escuela de Medicina, Fidel es el ejemplo de una generación diezmada que hoy lo llora como lloró a Néstor, Fidel es la demostración más fuerte de que las ideas mueven al mundo, Fidel es el que nos pide que cuidemos a Cristina, Fidel es Revolución, Fidel es el Che, es Camilo, es un pueblo digno que nos llenó de luz, Fidel es Chavéz, Fidel es Néstor, Fidel es Correa, Fidel es Lula, Fidel es Evo, Fidel es Cristina, Fidel es Patria, Fidel es lucha, Fidel es un continente que no va a retroceder jamás, es Nuestra América, la que soñamos hacia el 2050.
Pero sobre todas las cosas, Fidel es el futuro. Porque cuando un pibe o una piba, en 1 o en 50 años, se sume a militar por un mundo mejor y crea que la felicidad del pueblo es posible, recogerá su nombre y lo llevará como bandera a la victoria.
Sigamos su ejemplo. Seamos como Fidel.
¡Hasta la victoria siempre!