Hay muchas tristezas argentinas que me ha tocado vivir en España. En 2001, cuando el país se desplomó, estaba en Madrid, trabajando ya por aquí. Intentando alejarme de una Argentina que poco me gustaba hace años. Y seguía por aquí cuando Kirchner asumió el poder como presidente.
Se ha dicho mucho del peronismo, que siempre he intentado entender en su gran complejidad y variedad, con esos extremos tan rotundos. Y extrañamente, [el ex presidente Néstor] Kirchner en ese cóctel, tenía algo muy parecido a un presidente humano.
El primer presidente que recuerdo bien, después de la pesadilla videla, viola, galtieri (no merecen las mayúsculas), fue Alfonsín, radical. Empecé a aprender lo que era la democracia y también viví de cerca, mientras trabajaba en La Noche de los Lapices, lo difícil que le fue negociar con el poder de los militares y los grupos económicos que los seguían manejando.
Por eso, los extraordinarios logros del juicio a las Juntas, se vieron ensombrecidos por la ley de punto final, como parte de esa negociación.
[El ex presidente Carlos] menem, o Méndez (como también se le llama), terminó de asentar esa absurda "reconciliación nacional" con [el general, Martin Antonio] balza al frente y los supuestos militares "buenísimos". Los torturadores y todo el engranaje feroz, los perros de caza de la dictadura, estaban caminando entre nosotros, con una ley que, otra vez, los amparaba.
Menem siguió. Continuó negociando con lo peor de un sistema que deja afuera a casi todos. Lo veíamos aparecer exitoso, canchero y triunfador (como lo que más me desagrada de nuestra argentina identidad). Se vendió casi todo el país a bajo precio y con altas propinas para los mercaderes. Primer mundo, sostenido con veneno y mentiras millonarias.
Con la continuación de [el ex presidente Fernando] De la Rua, el país colapsó a finales de 2001, cuando a Argentina le bajaron las acciones para seguir vendiéndola barata. Y en el 2003, después de varios presidentes en pocos años, Kirchner compitió con menem y fue declarado presidente de los argentinos.
Era el peronismo neoliberal de Méndez, contra algo que no conocíamos bien. Pero Kirchner, se parecía a algo más cercano. En su primer discurso como presidente, en Argentina lloraban de emoción y yo en España, también lloraba de alegría, por esas palabras tan humanas, que se hicieron carne política en los años que siguieron.
Todavía estaba el cuadro con la foto de videla en la puta ESMA (uno de los principales centros de tortura durante la dictadura). Kirchner lo quitó de ahí; museo de la memoria fue rebautizado. Sonriente. Cuando alguien ríe en esas circunstancias, parece que no tiene miedo. Ya no había miedo. El pingí¼ino le hacia frente al león.
Aquel no solo fue un símbolo necesario, un gesto histórico. También fue para nosotros, los que nos habíamos maleducado en la dictadura, una concreción para empezar a saber más, porque su política de derechos humanos fue perfecta. Seguíamos aprendiendo de los 30.000 muertos con los que no pudimos hablar.
Después de eso, rajó a la policía, que todavía era la cómplice de la tortura; derogó las leyes de punto final y obediencia de vida. Y ahí se ganó el respeto de millones, como dice Mempo. Consiguió la recuperación económica, con un crecimiento del 8% anual. El campo, las exportaciones, el turismo, se recuperaron. Los científicos emigrados empezaron a volver porque se empezó a invertir en investigación, en educación, en cultura, repartiendo, por primera vez en años, las riquezas desde arriba, hacia los de abajo. Y así, la inclusión de otros millones; y así, el mejor momento económico argentino en décadas, reflejado esto también en el pago histórico de parte importante de la deuda externa.
Y eso es más humano. Quien diga lo contrario es porque, simplemente, tiene otros negocios. Negocios que les parecen más importantes que un mundo más humano y que se reflejan en lo que está ocurriendo con el sistema económico internacional en la actualidad, lleno de desigualdades.
Anteayer, la noticia me encontró en España, otra vez. Murió Nestor Kirchner, me dijeron. Y volví a llorar, pero ahora, con una tristeza nueva. Tristeza que va más allá de lo que tenemos justo al lado, por razones históricas que nos son familiares. Era una tristeza que uno comparte con otros. Una tristeza con ganas de luchar. Por seguir apostando a un país posible y a cosas positivas, que uno va a seguir apoyando, porque son buenas para TODOS.
Esta mañana acabo de llegar a Buenos Aires, amaneciendo con los millones de personas despidiendo sus restos. ¡La mayoría son jóvenes!
¡Fuerza Cristina! ¡Fuerza a los millones!
Leo Sbaraglia.