Por La Cámpora Secundarios
Durante los últimos años hemos podido ver una masificación de las discusiones feministas, llegando las mismas y sus perspectivas a expandirse a gran parte de nuestras realidades cotidianas. Hablamos de feminismo en la salud, en la justicia, en las juventudes, en las escuelas, en la educación. Y lo comprendimos a su vez, no como un generador de discusiones paralelas, sino como un actor transformador dentro de la política. Pero también pudimos vislumbrar que el movimiento feminista es un espacio heterogéneo, que asienta sus bases sobre ciertos acuerdos (siendo la erradicación de la violencia de género el centro de los mismos) pero también sobre varias diferencias. Sin irnos más lejos, durante los últimos años pudimos observar cómo en nombre del feminismo se sostuvieron afirmaciones sobre el cuerpo como propiedad privada, grandes desestimaciones del rol del Estado y discursos predominantemente centralistas y sin perspectiva popular. Vislumbramos entonces que existía una gran disputa de sentidos: qué significa el feminismo, cuál es su historia y cuáles son sus objetivos tanto en el presente como en el futuro. Para decirlo de otra forma, de dónde viene, qué es y hacia dónde va. Nos topamos de esta forma con otra discusión: la construcción de praxis feminista. ¿Qué significa ser feminista y hacer feminismo? ¿Cómo se relacionan estas discusiones, ideas y objetivos que buscamos descifrar sobre el feminismo con el ejercicio militante y la transformación de la realidad?
Ahora bien, comprendiendo que la discusión feminista se mueve a pulmón de les militantes que la adoptan como propia, debemos pensar el rol que las organizaciones políticas y sus militantes tenemos en estas preguntas. Como resultado de esta premisa surge la construcción de un Ciclo de Charlas (llevado adelante por el Frente de Secundarios entre los meses de agosto y octubre, conformado por distintas instancias de discusión a nivel nacional) y como síntesis de lo discutido se construye esta nota, cuyo objetivo no es cerrar discusiones –sino por el contrario- abrirlas.
Nunca se comienza desde cero
Cuando hablamos del feminismo que queremos construir debemos dejar en claro que no estamos comenzando desde cero, ya que contamos con la historia de lucha y organización de las mujeres de nuestro país y nuestra región. Observamos a Evita, a las descamisadas, a las mujeres del Partido Peronista Femenino, a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a Cristina y a las mujeres que le pusieron el cuerpo a resistir el ajuste y el neoliberalismo y nos vemos unidas a través de los sueños y objetivos. Es esta historicidad la que nos permite soñar con la proyección en el tiempo. Es decir, al comprender que nuestras reivindicaciones no nacieron hace unos pocos años, sino que vienen ya cargadas de historia, es que podemos proyectar las discusiones venideras.
Apropiarnos de esta historia significa hacerlo, a su vez, de múltiples disputas y contradicciones. Entendemos que analizar a las mismas resulta también indispensable para la consolidación de un feminismo que se asuma como la continuación de procesos previos y como el cimiento de procesos posteriores.
Si reflexionamos sobre nuestra historia reciente, la ampliación de derechos para las mujeres y las diversidades durante los años de gobierno de Néstor y Cristina es una parte central. Durante estos años quedó claro que la única posibilidad de mejorar la realidad de vida de las mujeres y diversidades es que las transformaciones específicas se den en un marco político general de conquista de derechos y de búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria. Entendemos que esto se debe a que el liberalismo y el patriarcado son dos caras de la misma moneda, y que por ende no se puede esperar eliminar a uno mientras se fortalece al otro. Esencialmente, lo que se encuentra en el centro de la disputa de ambos es la necesidad de redistribución.
Son estos procesos los antecedentes directos de la masificación del feminismo que tuvo lugar durante los comienzos del gobierno de Macri (y en oposición al mismo, tomando como un claro ejemplo el primer paro realizado en 8 de Marzo del 2016 por mujeres y diversidades de todo el país) y que se profundizó en los años siguientes. Desde el primer Ni Una Menos hasta el proceso de lucha por la legalización del aborto, el movimiento feminista se consolidó en nuestro país en lo que muches denominaron como una “nueva ola feminista”. Ante esta denominación, podemos establecer que surge un desafío: garantizar la continuidad de este proceso en el tiempo.
Organizar para transformar
Si comprendemos que uno de los desafíos que tenemos frente a la discusión feminista es garantizar su continuidad, es pertinente entonces que hablemos de garantizar su organización. Es en este punto que nos encontramos con dos ejes a tener en cuenta: el primero es la organización del feminismo como movimiento y el segundo la inclusión de la discusión feminista en la Organización.
Comenzando por el primero, ya establecimos previamente que no podemos analizar al feminismo como un espacio homogéneo, sino que existen y conviven dentro de él múltiples desacuerdos. Comprendemos que la heterogeneidad del movimiento feminista y los espacios donde esta se expresa (como por ejemplos las asambleas) son centrales. Sin embargo, comprendemos también que existe dentro de esa diversidad una necesidad de establecer ciertos puntos de acuerdo. En el centro de esos acuerdos, entendemos que debe encontrarse que el feminismo no puede ser un movimiento declarativo, sino que es esencial construir un ejercicio y una práctica feminista. Es decir, que denominarse feminista signifique tanto estar en contra de las desigualdades como sumarse a combatirlas y entenderse como parte responsable de la posible transformación.
Es en este marco que pasamos al segundo eje a abordar sobre este tema, la Organización. Cuando hablamos del feminismo dentro de la Organización no nos estamos refiriendo a una entidad abstracta, sino a acciones y argumentos encarnados por les mismes militantes. En este sentido, podríamos animarnos a pensar que la relación entre la discusión feminista y las organizaciones políticas no es unilateral (es decir, el feminismo genera esto y las organizaciones reciben aquello, como por ejemplo el feminismo evidencia nuevas desigualdades y las organizaciones políticas las abordan), sino que es la misma Organización la que le otorga sentido y proyección a las banderas previamente mencionadas. El feminismo se establece entonces no como el generador de una discusión paralela o como un apéndice de la práctica política, sino como una actualización doctrinaria. Esto significa que la construcción de una práctica feminista se proyecta como una realidad a partir del sentido establecido en la Organización y por les militantes de la misma. Reafirmamos de esta forma que tanto la Organización (y la política en general) como el feminismo establecen una relación de transformación mutua constante.
El feminismo que queremos construir
Ahora bien, de la misma forma que tenemos muy en claro las formas de hacer política de las cuales no nos sentimos parte, nos corresponde realizar también una caracterización del feminismo que aspiramos a consolidar. Podríamos establecer que queremos construir un feminismo con seis pilares centrales: militante, popular, diverso, inclusivo, federal y profundamente humano. Lejos de intentar hacer una enumeración de calificativos, queremos acercarnos un poco más a las razones detrás de cada una de estas denominaciones.
Aspiramos a una construcción feminista militante, porque entendemos (como mencionamos previamente) que debemos poder construir desde adentro, sintiéndonos una parte esencial de las transformaciones y apostando a que estas siempre se realizan desde lo colectivo.
Popular porque asumimos la tarea de construir feminismo desde y para los territorios, bajo una premisa de aprendizaje continuo y grupal, y no de transmisiones unilaterales.
Entendemos que la diversidad es una parte central e indispensable del feminismo, en todos los aspectos. Cuando hablamos de aquellas personas que son oprimidas y discriminadas por el patriarcado, no podemos ignorar a aquellas que lo son por no ser cis hetero normativas, de la misma forma que no podemos pensar dentro de un movimiento popular la jerarquización de necesidades (a menos, claro está, que no sea por legitimidad sino por urgencia)
Al hablar de la inclusión como un pilar, la vamos a desarrollar en dos sentidos. El primero es que entendemos que es únicamente posible construir desde la convicción de transformación, algo que tiene como resultado la puesta en práctica de la inclusión. El segundo implica que cuando hablamos de inclusión, nos estamos refiriendo no sólo a la participación de sujetes en ámbitos de discusión política, sino la valorización de las ideas y visiones que estes tienen para aportar.
Cuando nos referimos al federalismo estamos hablando de comprender que la discusión feminista se construye desde todos los puntos de nuestro país, y que no debe darse una sobre representación de las discusiones de algunos territorios, en detrimento de otros.
Por último, afirmamos que queremos un feminismo que sea profundamente humano, que busque construir desde la solidaridad y la empatía, poniendo en valor los puntos de encuentro, la discusión política y el intercambio social.
Entendemos también que si bien existen ciertas metodologías de organización “designadas” para la discusión feminista –siendo estas muy valiosas en todos los sentidos-, esta no se encuentra limitada a las mismas. Es decir, no encontramos una contradicción entre la discusión feminista y la puesta en común de la misma en ámbitos orgánicos, por el contrario. Es, como mencionamos antes, a través de la organización y de la orgánica que pueden las discusiones perdurar en el tiempo, no estancarse y abandonar las nociones individuales para transformarse en banderas de responsabilidad colectiva.
Reflexiones finales
El feminismo nos interpela desde todas las esferas de nuestra vida, tanto en nuestras casas, como en nuestros trabajos, espacios de estudio y también ámbitos de militancia. Es por eso que creemos que resulta necesario – y siendo este el objetivo de la nota- animarnos a pensarlo y a reflexionarlo. Ahora bien, esto no tiene que entenderse como un deseo de encasillar al feminismo o de definirlo como una estructura inamovible, puesto que entendemos que eso sólo sería un limitante. Sí en cambio, comprendemos que debemos analizar en profundidad cómo construimos un feminismo verdaderamente transformador, que tenga la capacidad de fortalecerse a lo largo del tiempo. Como respuesta a esta premisa reafirmamos la necesidad de construir un feminismo militante, popular, diverso, inclusivo, federal y profundamente humano (como establecimos previamente) y nos planteamos nuevamente como un objetivo indiscutible el de organizar colectivamente las voluntades individuales que se vieron interpeladas a partir de esta nueva masificación de la discusión feminista. A su vez, entendemos que el feminismo como una actualización de nuestra doctrina nos invita a reflexionar no sólo sobre nuestros objetivos sino también sobre las formas que desarrollamos para alcanzarlos, poniendo en valor aquellas construcciones nacen desde el amor y desde la solidaridad.
El feminismo nos invita esencialmente a discutirlo y repensarlo todo, a tomar las tristezas que generan las violencias y desigualdades y convertirlas en organización y transformación y a animarnos no sólo a soñar con un mundo más justo sino también con la construcción de las herramientas necesarias para poder concretarlo.