Política

Hacia un inevitable “industricidioˮ

La coyuntura de un sector económico sumamente relevante para nuestra matriz económica y nuestra historia contemporánea es crí­tica por demás. Era esperable que un Gobierno de CEOS que representan al capital financiero y al sector agrario exportador no pongan el foco sobre la industria como pilar fundamental para el desarrollo económico con igualdad social.
por La Cámpora
7 dic 2018

Pero independientemente de la falta de jerarquización, cuando menos hubiera sido esperable que el macrismo disimule un poco la situación, tratando de mantener “bien alimentadosˮ a los empresarios amigos. Muy en contrario, la tormenta perfecta que hoy arrecia sobre la industria, no distingue propios de ajenos, y hasta representantes de la UIA hoy en dí­a manifiestan públicamente que “volver a votar por Cambiemos serí­a como suicidarseˮ.

Algunos números del sector permiten entender que el derrumbe viene avanzando a pasos acelerados. Tras un inicio de año que comenzó relativamente estable, el (re)inicio de la crisis económica en el segundo cuatrimestre, volvió a traer incertidumbre sobre el sector fabril. El aumento de la tasa de interés, la caí­da en la demanda interna, la continuidad del ingreso de importaciones desde paí­ses que producen en condiciones de competencia desleal, constituyen un combo letal para el sector. Así­, llegamos a los últimos meses del año con números preocupantes. Septiembre arrojó una baja del indicador de actividad industrial que releva el INDEC en el orden del 11,5%. Octubre, por su parte, marcó una caí­da de 6,8%, mientras que el acumulado del 2018 ya arroja una caí­da de 2,5%. Proyectando el último bimestre, es posible que el año cierre entre cuatro y cinco puntos abajo. Esta caí­da no es menor, sobre todo si se considera que será el segundo año (de tres) con resultados negativos. En 2017, existió un muy tenue rebote menor al 2%, pero que mostró fuertes heterogeneidades entre sectores y escalas productivas.

Otro dato insoslayable que caracteriza esta debacle del sector manufacturero tiene que ver con la destrucción de puestos de trabajo subyacente a la disminución de la producción. En un contexto de caí­da de ventas tan dramático, los empresarios muchas veces no pueden sostener su planta de personal y apelan a despidos y suspensiones. Más allá de las implicancias macroeconómicas y sectoriales, esta contingencia redunda en un verdadero incordio social. Empresas de tamaño chico, por caso, cimentan relaciones personales muy cercanas entre dueñxs y trabajadorxs. Los 107.000 puestos de trabajo que se han dilapidado desde diciembre de 2015, esconden historias de vida y sueños que se ven truncados por un modelo económico de exclusión y expoliación.

Actualmente cierran alrededor de 25 empresas Pyme por dí­a. Este fenómeno no es aleatorio, contingencial, ni producto de un proceso de “darwinismo empresarialˮ que saldrá fortalecido después de una purga: es el resultado directo de un programa polí­tico dispuesto para favorecer intereses transnacionales vinculados al capital financiero y al complejo primario exportador. Penosamente, el diagnóstico que se tení­a desde fines de 2015 terminó siendo más leve que la crudeza de los hechos: la degradación de la matriz industrial avanza hacia un precipicio desde el cual no habrá vuelta atrás. Como pasó en la década del ˮ™90, fábrica que se cierra cuesta años volver a ponerla en órbita. Cambiemos nos lleva hacia un verdadero “Industricidioˮ que otra vez más en la historia un gobierno nacional y popular deberá revertir.

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