Política

A 129 años del nacimiento del General

La Argentina en la que nació Perón

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Hoy, 8 de octubre, la militancia peronista conmemora los 129 años del nacimiento de Juan Domingo Perón, un hombre y un nombre que siguen vigentes en nuestra patria. Allá por 1895, la Argentina en la que nació Perón estaba muy lejos de ser una potencia mundial.

por La Cámpora
8 oct 2024

Unos meses antes, el presidente Luis Sáenz Peña se veía obligado a renunciar tras una dimisión masiva de sus ministros, luego de haber sorteado de modo bastante incompetente una nueva revolución radical. La primera, en 1890, forzó la salida anticipada de Miguel Juárez Celman, en medio de una grave crisis financiera que expuso tempranamente las vulnerabilidades de un modelo agro-exportador neocolonial, que hoy Milei reivindica con furor. 


La tarea de modernización del Estado que indudablemente sucedió en esas décadas, haciendo especial hincapié en la educación y la obra pública (dos ítems que los “libertarios” olvidan), estuvo repleta de convulsiones y sucedió de manera desigual, postergando los derechos de una amplia mayoría de nuestro pueblo.


En 1904, el mismo año en el que el pequeño “Pocho” fue enviado a la Ciudad de Buenos Aires para comenzar sus estudios, Juan Bialet Massé publicaba un informe monumental sobre el estado de las clases obreras a lo largo y a lo ancho del país, que le había sido encomendado por el entonces Ministro del Interior, Joaquín V. González. Cristina lo mencionó hace algunas semanas, para desmentir el mito de una Argentina pujante y desarrollada que habría entrado en decadencia con la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912. 


La investigación de Bialet Massé fue el primer llamado de atención de la parte más lúcida de la oligarquía gobernante, que ya no solo tenía que enfrentar levantamientos cívico-militares sino también huelgas cada vez más numerosas. Roca advirtió que no se podía gobernar a base de intervenciones federales, estado de sitio y deportaciones de inmigrantes, así que propuso un modesto sendero reformista que iría ganando profundidad gracias a la lucha de los sectores populares por sus derechos. 


Como observa el informe, “no se curan las llagas ocultándolas o velándolas a la vista del cirujano, por un pudor mal entendido: es preciso, por el contrario, presentarlas en toda su desnudez, en su verdad, manifestando sus antecedentes con toda sinceridad, para aplicarles el remedio conveniente.” ¿Cuáles eran las llagas? El “estado triste, angustioso y apremiante de las clases obreras en el interior”, su falta de acceso a la educación y a la salud, la poca dignidad del trabajo, la urgente necesidad de justicia que Lucio V. Mansilla había proclamado en 1870 y que Perón, tres cuartos de siglo más tarde, volvería una realidad efectiva para la gran masa del pueblo. Porque el esplendor y la prosperidad de un país no se miden por lo que entra y sale de sus puertos, sino por los niveles de desarrollo humano de su gente. 


La conclusión del informe enunciaba que, sin la reglamentación del trabajo por el Estado, sin leyes que pusieran límites a los abusos patronales y a los privilegios de los capitalistas extranjeros, sin un fomento de la industria criolla, sin progreso científico-tecnológico y sin un abaratamiento de la alimentación de los argentinos y argentinas, no había país posible

El esplendor y la prosperidad de un país no se miden por lo que entra y sale de sus puertos, sino por los niveles de desarrollo humano de su gente.

Hizo falta que el modelo económico colapsara con la Gran Depresión de la década del ‘30 para que la revisión de la cuestión social irresuelta se acoplara con una visión actualizada de la Argentina, demasiado grande para ajustarse a la exportación de carne, maíz y trigo. 


Las migraciones internas en busca del trabajo, que en el interior escaseaba, consolidaron el sujeto que Perón iba a interpretar y conducir. Mientras sus compañeros de armas apelaban a un nacionalismo retórico, anclado en el Ejército y la Iglesia, para combatir el “fraude patriótico” y el liberalismo entreguista, Perón comprendió que el secreto de la Nación estaba en el trabajo y, con él, en la penosa situación de los trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad, que había que dignificar y reparar. Por consiguiente, el grueso de su obra consistió en corregir el lema de Alberdi de “gobernar es poblar” y postular que “gobernar es crear trabajo”. Pero antes se ocupó de blindar el trabajo con toda una serie de derechos e instituciones de protección que garantizaron que al acceder al trabajo se accedía a todo lo demás, porque el trabajo se había transformado en el gran ordenador social. Cuando los conservadores reaccionaron, aconteció el 17 de octubre. No era ya Perón un coronel obrerista. Era el jefe de un movimiento nacional: el justicialismo. De las entrañas caducas y descompuestas de la Argentina liberal y oligárquica nacía un país enteramente mejor, un país más real y más justo. Del calor y el heroísmo del movimiento obrero, nacía Perón para la historia.