El estudio de la historia argentina revela verdades ineludibles que deben ser repetidas una y otra vez para evitar que sean ocultas por quienes quieren un pueblo desmemoriado que avale cualquier cosa. El rol de la deuda externa es la más importante de todas, por lo que corresponde comenzar este texto con las conclusiones: los gobiernos ligados a la oligarquía y el capital extranjero hicieron uso de los empréstitos -o sea la toma de deuda- para hacer negocios particulares y condicionar a futuro la soberanía del país, mientras que los gobiernos nacionales y populares desendeudaron siempre nuestra Nación, recuperando independencia económica para poder definir en forma soberana el futuro de los argentinos y las argentinas.
En Sinceramente, Cristina planteó la existencia de una Argentina “circular”, donde el pasado aparece de forma permanente en el presente; y que debemos comprender para poder “romper la rueda” y poder realmente dar un salto de independencia como Nación. Por eso es importante remontarse al 1 de julio de 1824, del cual hace tan solo una semana se cumplieron doscientos años. Fue el día en que se tomó el primer préstamo de la historia argentina con el banco británico Baring Brothers, tomado por Martín Rodriguez y Bernardino Rivadavia. Se trató de 1.000.000 de libras esterlinas con motivos de financiación de obras públicas. Pero el dinero nunca se utilizó para lo cual fue solicitado. Explica José María Rosa, importantísimo historiador del campo popular, en su libro titulado Defensa y pérdida de nuestra independencia económica:
“El préstamo se obtenía al tipo de 70: es decir, que Baring entregaba solamente 700.000 libras, pero Buenos Aires quedaba obligada por un millón. Además la provincia daba como "garantía", toda la tierra pública, todas sus rentas, bienes y territorio: es decir, quedaba hipotecada totalmente hasta la definitiva cancelación del extraordinario préstamo. Pero no siendo suficiente esta garantía, los acreedores retuvieron cuatro semestres adelantados de intereses y amortizaciones; cargando también sobre el monto a girar las comisiones de los negociadores. (...) En total, Buenos Aires recibiría solamente 560.000 libras, quedando hipotecada por un millón, debiendo girar anualmente 65 mil libras por intereses (6%) y amortización (0,5%), que no tenía de donde sacarlos.”
¿Qué hizo el gobierno de Rivadavia con ese dinero? Ni realizó obras públicas, ni lo empleó en la guerra con el Brasil declarada el 1° de enero de 1826. Precisamente, procediendo como si las Provincias Unidas no se encontraran en guerra, a los seis días de declarada ésta, se fundó un Banco -el Banco Nacional- administrado por particulares con el objetivo de "entretener productivamente" el empréstito con préstamos a los propios comerciantes extranjeros. Estos no solamente no devolvieron jamás los préstamos, sino que el Banco se negó a financiar la guerra con el Brasil cuando Dorrego -gobernador federal de Buenos Aires- quiso emplear el dinero en ese destino. De esta forma, el préstamo fue utilizado para generar negocios particulares en los mismos comerciantes ingleses, al mismo tiempo que fue una condición impuesta por la corona británica para reconocer la independencia Argentina. La deuda aparece entonces como un instrumento de negocios privados y sometimiento público.
A los pocos años la deuda resultó impagable. En 1826, pese a la guerra, se enviaron a Inglaterra 65.000 libras en oro. En 1827 hubo que liquidar la escuadra naval para pagar los intereses de la deuda, dando en pago dos fragatas que se estaban construyendo en Inglaterra, mientras continuaba la guerra. De este modo, cuando se produjo la ocupación de las Islas Malvinas por los ingleses, cinco años más tarde, no hubo fuerza naval para contrarrestar el ataque. Ante la imposibilidad de hacer frente al compromiso, en 1828 se declaró la moratoria en los pagos.
En 1833, Balcarce quiso romper relaciones con Inglaterra por el apoderamiento de las Malvinas. La nota argentina del ministro Moreno, denunciando usurpación, fue rechazada desdeñosamente por la corona Británica, porque un deudor no puede romper con su acreedor sin pagar antes su deudas. Quedaba claro de esta forma el rol de los empréstitos otorgados por los bancos ingleses a las naciones latinoamericanas: atar a los nuevos Estados con obligaciones que no podrían cumplir, garantizando con su tierra y recursos el pago de la misma, y con la amenaza presente de una intervención armada ante cualquier intento de soberanía.
Este fue el desafío que tuvo que enfrentar Juan Manuel de Rosas al asumir el gobierno con la suma del poder público en 1835. Decidido a enfrentar al imperialismo (“los intereses europeos” lo llamaba), empieza por la Ley de Aduana (que implicaba el fin del libre comercio, con protección para la naciente industria nacional) y la nacionalización del Banco. La respuesta no se hizo esperar: en 1838 los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires. Rosas aprovechó las contradicciones del imperialismo europeo en la desigual lucha, poniendo de su lado a los comerciantes ingleses perjudicados por el bloqueo y anunciando en 1939 que “si no fuera por el bloqueo” reanudaría el pago de la deuda externa. Esta inteligente política tuvo eco en la City de Londres, donde se forma un “Comité de Tenedores de Títulos Hispanoamericanos” que inicia una campaña contra el bloqueo. La presión británica surtió efecto y Francia debió levantar el bloqueo en octubre de 1840, sin lograr quebrar la posición soberana argentina.
Sin embargo, Rosas no reanuda el pago de los servicios de la deuda, negociando desde una posición soberana mejores condiciones. En el medio, el país ganó tiempo para desarrollarse, sin tener que afrontar los intereses usurarios del capital financiero. Hacia 1844 la intervención conjunta de Inglaterra y Francia sobre estas tierras era casi un hecho. Para resistirla, Rosas entrega cinco mil pesos en plata mensuales destinados a pagar los servicios del empréstito, que no era ni la quinta parte de los intereses anuales, pero ponía al país en la senda de cancelar la deuda pagando un monto que le permitía al mismo tiempo desarrollarse. No obstante el pago, el 2 de agosto de 1845 se producía el bloqueo del Río de la Plata por la escuadra Anglo-Francesa: las dos principales potencias económicas y militares del mundo se disponían a que los ciudadanos argentinos entiendan por la fuerza el rol subordinado en el mercado mundial que les habían asignado.
Como respuesta al bloqueo, Rosas cesa nuevamente el pago de la deuda y vuelve a trabajar sobre las contradicciones al interior de las potencias imperialistas, poniendo del lado argentino a los ahorristas y comerciantes británicos perjudicados por el bloqueo. Al mismo tiempo, los patriotas heroicamente defendieron el territorio nacional, resistiendo el 20 de noviembre en el combate de la Vuelta de Obligado y venciendo finalmente a la escuadra invasora el 4 de junio de 1846 en la batalla de Punta de Quebracho. En parte por esta política, en 1846 los conversadores pierden el gobierno en Inglaterra y el 13 de julio las potencias imperiales presentaron ante Rosas el retiro de la intervención. Tras la firma de la paz y la tenacidad en la postura Argentina, se reanuda el pago de los intereses pero sin moverse de los cinco mil pesos plata mensuales acordados en 1844.
Fracasados los intentos de extorsión y la invasión militar, las potencias europeas modificaron la estrategia para torcer la voluntad argentina y comenzaron a conspirar para lograr la caída de Rosas. El objetivo fue cumplido tras la batalla de Caseros y en Londres lo sabían: los títulos argentinos en la bolsa británica suben fuertemente. Se esperaba que el nuevo gobierno sea dócil frente a Inglaterra y así sucede, concertando el arreglo de los “bonos diferidos”, por el cual se entregaron títulos por 15 millones en pago del millón concertado en 1824 y sus intereses atrasados. Los gobiernos conversadores que le sucedieron sostuvieron el pago de esta estafa, que se terminó de pagar totalmente en 1904. Se pagaron 23.734.706 pesos oro por 3 millones realmente recibidos en papel (equivalente a las 560.000 libras recibidas en 1824).
En este nuevo escenario, el poder financiero británico se transformó en el verdadero gobernante de los destinos argentinos. A partir del año 1862 con la asunción presidencial de Mitre se pone en marcha un nuevo proceso de endeudamiento por 2.500.000 libras. El principal destino de los fondos fue costear la participación argentina en la Guerra de la Triple Alianza. Como dijera Cristina Kirchner al momento de restituir al pueblo paraguayo los objetos del Mariscal Francisco Solano López, esta acción política, “determinada por autoridades que eran manejadas desde afuera, tenía un objetivo claro: destruir al Paraguay. Querían que ese Paraguay industrial, que fabricaba locomotoras, rieles de trenes, que tenía fundiciones de hierro; no fuera un país industrial sino apenas un país de materias primas con mano de obra esclava y barata. Que esto es lo que siempre quisieron para nuestros países”. Al igual que con el préstamo de 1824, de esos 2.5 millones de libras sólo se recibieron 1.900.000. La diferencia fue retenida en concepto de riesgo país y comisiones. Al final de este gobierno, la deuda externa de la Argentina asciende a la suma de 4.777.660 libras esterlinas, con las finanzas del país devastadas y al borde de una cesación de pagos.
La política de endeudamiento se sostuvo al compás de la inserción internacional de la Argentina en el mercado mundial como proveedora de materias primas y alimentos, con escaso desarrollo industrial y trabajo de calidad para sus habitantes. Así, durante el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento, según Rapoport, la deuda ya alcanzaba los 14,5 millones de libras, incrementándose en un 200%. La contracara de un modelo centrado en el ingreso de capitales financieros y la exportación de productos primarios era que cuando el ciclo económico en Europa entraba en crisis, rápidamente se iban capitales de estas tierras y se desataba el pánico. Esto sucedió con la crisis internacional de 1873, cuando la caída en las reservas fue tan abrupta que el gobierno se vió obligado a declarar la inconvertibilidad de la moneda argentina con la libra. Esta situación recién sería superada hacia 1881, cuando, en la presidencia de Julio Argentino Roca se crea el sistema monetario nacional y en 1883 se instaura el patrón oro. El oro y las libras necesarios para sostener el patrón que permitía intercambiar pesos argentinos por estas divisas ingresaron nuevamente vía endeudamiento, totalizando la deuda externa la suma de 38 millones de libras esterlinas hacia 1886.
El sistema rápidamente mostraba su debilidad: en 1885 se desató una crisis que obligó a abandonar el patrón oro y la convertibilidad. Desde entonces, circularon en el país dos monedas: el peso, utilizado para las transacciones internas, y el oro o la libra esterlina que se usaban en el comercio internacional. Hacia 1890, durante la presidencia de Miguel Juárez Celman, crece la deuda tanto pública como privada, alcanzando la suma de 71 millones de libras esterlinas. Las políticas liberales del gobierno llevaron a un período de especulación financiera durante el cual se crearon numerosos bancos en todo el país, pero que solo podían funcionar con garantía oro para emitir moneda, por lo que tomaban deuda en el exterior para operar, mientras el gobierno nacional acompañaba con endeudamiento público. Nuevamente, estos préstamos poco tuvieron que ver con la producción y el comercio. Sostiene Rapoport en la publicación titulada La deuda externa argentina y la soberanía jurídica: sus razones históricas:
“El cóctel de endeudamiento, especulación desenfrenada, negocios turbios y exageración en la expectativa de una rápida expansión económica, tornaron la euforia en una súbita crisis. Así se produjo una corrida bancaria y cambiaria, el ahogo financiero del gobierno, la quiebra de bancos y empresas, el aumento de precios, ajustes fiscales, deterioro del poder adquisitivo de los asalariados y, finalmente, cesación de pagos. El cimbronazo mostró que la estructura productiva en construcción presentaba flancos vulnerables importantes, especialmente en sus cuentas externas. Desde ese momento, en los períodos de iliquidez internacional, las perturbaciones serían moneda corriente. Pero, además, las tensiones económicas se asociaban estrechamente a los conflictos políticos; la crisis del ‘90 también se conjugó con una revolución e intrigas palaciegas que terminaron con el mandato del hasta entonces presidente Juarez Celman.
La Banca Baring, emblema de los negocios financieros de Argentina con el exterior, estuvo a punto de pagar el precio de sus malos negocios con su propia quiebra, de la que fue rescatada sobre todo por el gobierno argentino. Se iniciaron entonces febriles negociaciones con la banca acreedora, que desembocaron en un acuerdo con los acreedores extranjeros, firmado en enero de 1891, y negociado con un comité que los representaba, nombrado por el Banco de Inglaterra y encabezado por el Barón Rothschild. Por este acuerdo la Argentina quedaba dispensada de remitir fondos a Europa por tres años y se le concedía un empréstito de consolidación garantizado por sus rentas aduaneras, esto último muy cuestionado porque ponía en peligro los únicos ingresos seguros del Estado. Además, por igual cantidad de años, las autoridades locales no podían solicitar nuevos préstamos en el exterior.”
Así concluía el siglo XIX, dando inicio a la primera etapa de la historia circular de la deuda externa argentina.
*Militantes de La Cámpora.