Los hechos ocurren, la historia se va escribiendo cotidianamente, atravesando transversalmente nuestras vidas aunque no nos demos cuenta, aunque creamos que no nos influye. Las acciones que tomamos, las palabras que decimos y, fundamentalmente, las que no decimos son elecciones signadas por lo que presenciamos día a día.
Sería ingenuo pensar que somos inherentes a la realidad del lugar en el que vivimos y que nuestras decisiones están basadas en una racionalidad pura, exenta de todo aquello que escuchamos y vemos en la calle, en el trabajo, en la televisión, etc.
Tal creencia -errónea- en la propia racionalidad puramente objetiva y en la capacidad de ser una persona "apolítica" ajena a opiniones sobre los hechos de la historia, es la expresión del adoctrinamiento cultural que necesita la derecha para establecerse y satisfacer sus intereses.
En los últimos días hemos visto cómo los medios de comunicación fogonearon la polémica sobre el "adoctrinamiento político" cuando algunos docentes hablaron sobre la desaparición de Santiago Maldonado en las escuelas de nuestro país, polémica fundada en la idea de que el pedido por la aparición de Santiago es un reclamo kirchnerista, con el único objetivo de confundir a la sociedad argentina. El problema reside en que se intenta instalar que los docentes van a las escuelas para adoctrinar, demonizándolos una vez más, cuando en realidad lo que se busca es formar ciudadanos conscientes de sus derechos, que comprendan y defiendan los Derechos Humanos, y sepan identificar cuando hay un Estado represor que los esta violando, lo que significa, en definitiva, enseñar a cuidar y construir una democracia inclusiva.
Además, deteniéndonos en la idea de "adoctrinamiento", quienes empuñan este argumento tratan de no dejar en evidencia la enseñanza que durante muchos años impartió, y en muchas lugares continúa, la escuela primaria y parte de la secundaria, queriendo convencernos de que Colón vino para civilizarnos, que nuestro lugar en la economía mundial es ser unos meros productores de materia prima, que sin la Campaña del Desierto la Patagonia no sería Argentina, y un montón de falacias más, todas enseñanzas cuyo fin es adoctrinarnos con el pensamiento que quieren que tengamos.
Esto, en conjunto con la idea de que no somos inherentes a la realidad que vivimos y que lo que hacemos o no hacemos representa una acción política -aunque algunos no quieran verlo así-, hace que cuando en un aula se omite el caso de Santiago Maldonado, no se cuente que lo desapareció Gendarmería y todo lo que eso implica, no se evidencia que Mauricio Macri y Patricia Bullrich son responsables, y no se cuestiona las violaciones a los Derechos Humanos que se vienen cometiendo durante este gobierno, ese docente esté predicando en los estudiantes la cultura de la complicidad, del encubrimiento y de la indiferencia, porque cuando se calla también se dice mucho.
Hoy el Estado nacional apuesta, respaldado por los medios de comunicación, a la política de adoctrinar para el silencio, como ya ocurrió en otros momentos de la historia argentina, cuando nos decían que nos callemos, que hagamos de cuenta que no sabemos nada, que miremos para otro lado, ponderando el silencio de la sociedad porque así pueden seguir cometiendo delitos sin cuestionamientos. O al menos eso creen.
Pero aquí estamos nosotros, los que no callamos y gritamos ante cada injusticia. Y nos seguimos preguntando ¿Dónde está Santiago Maldonado?
*Frente de Secundarios de La Cámpora