Militancia

Una fuerza que camina

La resistencia universitaria y la jornada del 17 de septiembre

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En la calle y en el Congreso, se festejó ponerle límites reales y concretos al programa de Milei y el Fondo Monetario. Por mayorías cercanas a los tres cuartos, se rechazó el veto al financiamiento universitario y la emergencia sanitaria en salud pediátrica.

por La Cámpora
13 oct 2025

Una lucha de larga data

Durante los últimos dos años, las universidades argentinas se convirtieron en el escenario de una de las luchas más persistentes y creativas del movimiento popular.

Entre aulas sin calefacción, presupuestos congelados y salarios pulverizados, La Cámpora Universidad fue protagonista y motor de una resistencia que no se limitó a reclamar presupuesto, sino que fue uno de los tantos actores que volvió a poner en el centro el sentido colectivo y constitutivo de la universidad pública.

Asambleas masivas, reuniones interclaustro, festivales, performances, jornadas de debate, volanteadas y movilizaciones: todo formó parte de un trabajo sostenido, de militancia paciente, para reconstruir conciencia en un tiempo donde la derecha intentó instalar que estudiar es un privilegio y no un derecho.

Cuando la calle marca el rumbo


El triunfo colectivo de septiembre fue el punto de ebullición de una resistencia que llevaba meses gestándose en las aulas y en las calles. Porque cuando el gobierno de Javier Milei vetó la Ley de Financiamiento Universitario no solo anuló un texto legal: desató una reacción política, cultural y moral de toda la comunidad educativa.

El Decreto 647/2025 anuló por completo una norma votada por 158 diputados y diputadas apenas semanas antes —y por 58 senadores sobre 72 en la Cámara Alta— que garantizaba la actualización automática de los presupuestos universitarios en función de la inflación y los aumentos salariales del sector público. Una ley simple y justa que evitaría que las universidades siguieran funcionando con los mismos fondos nominales de 2022, en un contexto de inflación acumulada del 276 % durante 2024.

El argumento oficial del veto fue que la educación superior debía “buscar su autosuficiencia financiera”. En otras palabras dejar a millones de pibes y pibas sin futuro. El veto fue más que una medida económica: fue un gesto ideológico. Una forma de decir que la educación pública, la ciencia y el conocimiento debían someterse al mercado.

La misma semana, el Poder Ejecutivo también vetó la ley de Emergencia Sanitaria Pediátrica, que destinaba fondos adicionales al Hospital Garrahan, tras un recorte del 21% en su presupuesto anual y una pérdida salarial del 50% para residentes y personal médico.

17 de septiembre: el día que la calle habló


Aquel martes amaneció nublado, pero las calles se llenaron temprano. Desde la mañana, columnas de todo el país empezaron a llegar a Plaza Congreso. La consigna era una sola, pintada en cada bandera: “La educación pública no se vende”.

Más de 500 mil personas se movilizaron en Buenos Aires y cientos de miles más en las provincias. Las columnas de La Cámpora Universidad avanzaron. Entre guardapolvos blancos, buzos universitarios, pancartas de colores y tambores, la plaza fue una marea.

“Vetar la educación pública no es ahorrar, es disciplinar”, se leía en los carteles que sostenían los compañeros y compañeras. Era una respuesta clara al intento del gobierno de destruir el tejido simbólico que la universidad representa: un espacio de encuentro, de movilidad social, de futuro compartido. Dentro del Congreso, la presión militante era palpable. Las y los legisladores sabían que no votaban en abstracto: la plaza los miraba.

Cerca de las 22, la votación se definió: 174 votos afirmativos, 62 negativos y 2 abstenciones. Luego, el 2 de octubre, se repitió la historia en el Senado: con 58 votos afirmativos, 7 negativos y 4 abstenciones, el veto de Milei quedaba rechazado. El Congreso no solo restituía la ley: devolvía una bocanada de esperanza y fe.

Una movilización que respiró futuro


En una movilización donde pareciera que el agotamiento debiera estar en el aire, el signo fue completamente otro: la ambición de cambiar todo aquello que aparece nublado. La mayor parte de los y las estudiantes llegó sin dormir, después de asambleas eternas, jornadas agotadoras, vigilias y debates difíciles —difíciles porque es complejo explicar lo vital, lo imprescindible, lo propio que a su vez es público.

Docentes y no docentes también tenían el rostro cansado; el multiempleo se volvió norma. Sin embargo, aunque hay cansancio, no hay agotamiento. La convicción de la lucha hace que disponer los cuerpos para marchar sea inevitable.

También estaban las familias, los pibes y las pibas, la gente mayor: una escena ecléctica, colorida, dispar, que pluralizó esa voz común. La universidad se reconoció a sí misma en el otro: no solo como institución, sino como identidad colectiva.

Rompecabezas de identidad


Cada columna estudiantil tenía su propio pulso. La identidad apareció a flor de piel, vistiendo los cuerpos con remeras de universidades, facultades y escuelas, con carteles y gestos. La Universidad Nacional de las Artes pintaba stencils a su paso; el Departamento de Folklore avanzaba con cantos autóctonos; Dramáticas llenaba el aire con títeres y lecturas performáticas.

Los centros de la Universidad de Buenos Aires también marcaron su impronta:  Exactas con sus guardapolvos blancos y carteles de “Ciencia es soberanía”; FADU con sus buzos azules; Sociales con su bandera multicolor; Filo, una mezcla de carteles ingeniosos, buzos y remeras verdes. Era un mosaico, un rompecabezas de identidades que, en conjunto, tejía una bandera común: la defensa del conocimiento como bien colectivo.

A su vez, cruzando el Riachuelo y la General Paz en colectivos y trenes como tantas veces en las jornadas de lucha del pueblo argentino, llegaban las columnas estudiantiles de la provincia de Buenos Aires. El paisaje habitual de la estación Constitución se vió alterado por los miles de estudiantes que se encolumnaron para avanzar ordenadamente hacia la Plaza.

Confluyeron de esta manera los estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata con su histórica tradición de organización, con los compañeros y compañeras que llegaron desde las Universidades del conurbano, donde miles de estudiantes son primera generación de universitarios. No lo hacían solos: la comunidad universitaria en su conjunto se movilizó, con la certeza de que allí se forja el futuro de la Patria.

Y todo esto es por vos


Hubo un momento en que la multitud se detuvo. Se hizo silencio. Pararon los redoblantes, los cánticos, los papeles volando. Miles de personas levantaron sus celulares para mirar la pantalla: se votaba. Y de pronto, saltos, gritos, abrazos, besos. ¿Un partido? No. Era la certeza de que algo, al fin, estaba cambiando. Por un rato, la Argentina fue menos injusta, porque se sostenían las leyes de Financiamiento Universitario y de Emergencia Sanitaria Pediátrica.

Pero somos peronistas, y sabemos que la alegría no se descontextualiza. Por eso, muchos y muchas caminamos después hacia San José 1111. Porque la memoria también es parte necesaria del festejo, y todos quisieron verla a Cristina. Como un murmullo, una voz que se empieza a construir, el mensaje se repitió en cada esquina.

Tarde o temprano, todas las luchas terminan en festejo


La promesa de revertir la injusticia y la proscripción se mezcló con los ecos de los bombos, con el cansancio feliz de una plaza que volvió a escribir historia.

La jornada del 17 no fue solo una marcha: fue una demostración de amor político, la prueba de que la universidad sigue siendo el lugar donde el pueblo aprende a organizarse, a pensar y a no rendirse nunca.

Y vos Milei, dejate de joder


Mientras las universidades siguen esperando que se implemente la ley aprobada por el Congreso, el presidente eligió hacer un show en el Movistar Arena. Un acto armado como espectáculo privado, con luces, humo y merchandising, donde el Estado se reemplaza por el show y la gestión por la provocación.

Afuera, el país real sigue haciendo cuentas para llegar a fin de mes. Adentro, Milei canta, grita y vende remeras con su cara mientras todavía no firmó un solo decreto reglamentario que ponga en marcha el financiamiento universitaria.

Y si el presidente prefiere seguir de gira, la historia sabrá recordarle que mientras él haga su espectáculo, los pibes y las pibas seguiremos en las calles reclamando lo que es nuestro.