Opinión

La vieja historia de ir contra los jóvenes

por La Cámpora
11 mar 2012
Por Lucas Carrasco Diario Crónica 11-3-2012 El 10 de diciembre de 1999, Fernando dela Rúa, recientemente electo presidente dela Nación, medí­a según la prensa especializada -que no paraba de tirarle flores y corpiños- 180% de imagen positiva, por lo menos. Esa misma prensa decí­a que habí­a medio gabinete “polí­ticoˮ donde estaban los socialdemócratas, como Chacho Alvarez, Federico Storani, Rodolfo Terragno, Graciela Fernández Meijide, y, por otro lado, una parte del gabinete que era “técnicoˮ y, por supuesto, se encargaba de la economí­a, las relaciones internacionales, la privatización de la educación y la salud. El gabinete “polí­ticoˮ era lo que traí­a desconfianza (qué manera de asustar abuelitas!) pero, si el presidente era sabio, y demostró serlo, se iba a apoyar en el gabinete técnico. Esta apretada, por decirlo de manera amable, vení­a con su cuco: el Grupo Sushi, un conjunto de cuarentones desconocidos que hoy hacen de técnicos confiables, por supuesto, con Macri. El problema es que, de entrada y con ese bautizo de “sushiˮ se mostraba una imagen de frí­volos, idiotas, que con el tiempo resultó ser cierta, pero como trasfondo sucedí­a que los llamados “polí­ticosˮ del gabinete podí­an llegar a tentarse con una devaluación de la moneda como pretendí­an grandes grupos económicos y, en cambio, el gabinete “técnicoˮ garantizaba, a pesar de “la tasa de sufrimiento social necesarioˮ, la continuidad del menemismo, expresada en la convertibilidad. Desgastar a los jóvenes que rodeaban a De La Rúa era un objetivo claro de los medios que pretendí­an la continuidad de la convertibilidad y, defenderlos - algunos eran tapas de revistas de La Nación y Clarí­n, al lado de famosos músicos- era un objetivo de quienes querí­an una devaluación. Se suponí­a que, por ser más jóvenes, por rodear al presidente de quien, entonces, todos hablaban de una segura reelección, podí­an llegar a provocar alguna peligrosa transformación en la polí­tica que impactara en la economí­a. La candidatura de una “Sushiˮ a vicejefa de gobierno se coronó con éxito, nadie hablaba mal de estos cuarentones -llamados “jóvenesˮˮ˜- que manejaban los centros culturales y la pauta publicitaria y, además, tení­an algunas ideas que por casualidad, ja, coincidí­an con las necesidades financieras del Grupo Clarí­n, Techint y la Sociedad Rural. Eran, por eso, jóvenes del futuro, agradables según esta prensa, modernos, serios, responsables, estudiosos y, si bien se estaban llenando de dinero de una manera sospechosa, ostentosa y naí¯ve, se debí­a a “su sorprendente éxitoˮ. Después, como la devaluación no llegaba, los mismos medios contaron la verdad (igualmente, ya todos lo intuí­amos) los “Sushisˮ eran eso, lo que los memoriosos recuerdan. De todos modos, hoy siguen gozando del respeto y la cobertura y la protección de esos monopolios de prensa: uno es, ni más ni menos, que el distinguidí­simo secretario de Cultura de Macri. La historia de la “Sushisˮ debe ser la única, en el devenir polí­tico de nuestro paí­s, donde los jóvenes no fueron estigmatizados. El mismo radicalismo, que supo movilizar multitudes con Franja Morada y la Coordinadora(y lo que sus actuales amigos de los monopolios llamaban “la patota culturalˮ), sabe de estos sinsabores del estigma, de la demonización. La Coordinadoray Franja Morada en los inicios de la democracia eran el grupo alfonsinista más consecuente con la profundización de la democracia, cercanos a intelectuales de distintos campos polí­ticos y convocaban a jóvenes de todas las tendencias polí­ticas entusiasmados con la idea rebelde de transformar la polí­tica. ¡Qué no se dijo de esos jóvenes radicales! Los monopolios, a pesar de que Alfonsí­n incluso les concedí­a algunos favores - entre otros, no menor, cajonear la ley de medios y continuar con la de la dictadura-, antes de entregarse completamente a su antojo, dijeron las cosas más espantosas, las calumnias e injurias, que entonces eran delitos penales, más graves, sobre esos jóvenes, peligrosos por serlo, pero más que por la biologí­a por la ideologí­a, que tuvieron la osadí­a de meter “la polí­ticaˮ en donde debí­a estar “la técnicaˮ. Entonces Coti Nosiglia, uno de esos jóvenes de entonces, pasó a ser el respetable operador polí­tico, y empresario, hasta el punto que la principal organización de jóvenes del radicalismo de hoy, Cantera Popular, es presidida por su hijo. Hicieron los deberes, ya nadie los jode. Pero en el fondo, la agresión que sufre La Cámpora les recuerda a ellos mismos, a sus mejores años, a cuando no habí­an bajado todas las banderas. Estas comparaciones, siempre odiosas, seguramente no sean del agrado de radicales y peronistas, pero las similitudes llegan hasta el colmo y la memoria de la agresión de los grandes monopolios comunicacionales a los jóvenes que no se resignan a que las cosas importantes las debe manejar “la técnicaˮ ( ¿hace falta aclarar que los manuales técnicos se redactan en Clarí­n?) viene a cuento por que, si en algún momento se deja de estigmatizar a estos jóvenes, será porque, como la Coordinadora, como la Juventud Peronistadurante el menemismo, como el Grupo Sushi, se están portando, técnicamente, bien. Cuando los jóvenes se portaron bien en este paí­s quebraron las industrias, se ajustaron los salarios, se remató el paí­s, se envilecieron los servicios públicos, la dirigencia polí­tica se alejó de la gente. Cuando los jóvenes se portaron mal, contra los manuales técnicos de los poderosos, una inmensa mayorí­a del pueblo soñó y sueña con que una vida mejor y un paí­s mejor son realizables.