Florencia Freire y Paula Grad
En este caso se utilizaron las llamadas pruebas PISA para intentar demostrar, con ayuda del andamiaje mediático y voces de especialistas a sueldo, que los resultados en las pruebas para nuestro país no fueron buenos como consecuencia de las políticas implementadas en los últimos años.
Las pruebas PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) son exámenes estandarizados que toma la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) cada tres años a sus países miembros y países asociados. Se evalúan las habilidades en matemática, lectura y ciencia de los jóvenes de 15 años. PISA no es un examen que se tome a todos los estudiantes de esa edad, sino que cada país conforma una “muestraˮ representativa de ese grupo etario dentro del sistema educativo nacional.
Los resultados de estas pruebas son ordenadas en un ranking que pretende dar cuenta del “rendimiento educativoˮ de cada país. Argentina participa desde el año 2000 en las prueba PISA, con resultados diversos. En el año 2003 el país no participó de tal evaluación. Según el propio ex Ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, en el año 2006, Argentina tuvo un descenso pronunciado producto de la crisis de años anteriores, que se fue revirtiendo paulatinamente en los años sucesivos. Esta mejora continuó y se estabilizó en el 2015, lo que quedó demostrado en los resultados de las pruebas silenciadas, reflejando los avances en materia de inversión e inclusión educativa que se realizaron desde el gobierno nacional.
¿Por qué entonces, la Argentina fue excluida de las pruebas PISA no publicándose los resultados de 2015?
Según autoridades de la OCDE, la muestra enviada por la Argentina durante la gestión anterior resulta no ser representativa y contiene “erroresˮ.
La primer pregunta que uno puede hacerse, es si esta muestra que fue enviada a la OCDE para su posterior procesamiento contenía “erroresˮ, por qué fue aceptada, y cuales fueron los motivos para esperar hasta último momento y hacer pública esta cuestión, considerando que era un tema meramente técnico, metodológico y de fácil resolución.
Sileoni, sostuvo que la diferencia muestral se debió a que el sistema educativo sufrió una serie de cambios lo que implicó reducir el número de escuelas: el paso del polimodal y EGB a la nueva estructura del sistema educativo establecido por la Ley de Educación Nacional 26.206, implicó la fusión de escuelas. Podría decirse entonces que la OCDE no contempla y llama error a cualquier modificación en la muestra, la cual sí tiene una explicación que es el cambio de estructura en el sistema educativo argentino. ¿Es esta la verdadera razón por la que nos excluyen de la publicación de los resultados PISA? O en realidad se quiere ocultar la mejora?
La OCDE decide excluir a la Argentina del ranking pero no así a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuyos resultados muestran un avance de 51 puntos en relación al 2012; un avance poco creíble para diversos especialistas de diferente signo. Pareciera entonces que los argumentos más que metodológicos vinculados al “marco muestralˮ, son más bien de tipo políticos.
Tras esa maniobra, se esconde la negociación de la OCDE representada en la figura del presidente de la organización Andreas Schleicher, y del actual Ministro de Educación y Deportes Esteban Bullrich, quién alentó para que la Argentina quede fuera de PISA y no se conozcan los resultados. Y lo que es aún peor, el gobierno oculta el vínculo que existe entre Gabriel Sanchez Zinny, hoy titular del INET, socio de Bullrich, y lobbista para todo America Latina por la Editorial Pearson, editorial que tiene los derechos de PISA, entre otros negocios. Evidentemente los resultados de la Argentina en las pruebas son una moneda de cambio en el mercado educativo global, del cual los funcionarios del actual gobierno de Cambiemos forman parte.
La operación cerró perfectamente. Ante la inocultable mejora de nuestro país -algunos hablan que la Argentina hubiera avanzado hasta 10 posiciones si tomamos el 2012 como referencia-, la estrategia fue no publicar los datos y seguir hablando de “la pesada herenciaˮ para poder argumentar de cara a la sociedad, los recortes que está llevando adelante el macrismo en materia de ciencia y educación: cientos de programas socioeducativos que cierra diariamente, los millones de libros que ya no se reparten a los estudiantes, las miles de netbooks que ya no se entregan, las miles de becas universitarias que se dieron de baja, el recorte a las becas del CONICET, entre otros.
En lugar de informar sobre esta situación que atraviesa hoy la educación y la ciencia, los medios de comunicación se dedican a hablar de la poca seriedad de la gestión anterior en materia de evaluación y calidad educativa.
El discurso del macrismo sobre la búsqueda de la “calidadˮ, centrando el eje de la transformación en la lógica meritocrática e individualista, se transforma en un significado abstracto, en la medida que olvida que la ecuación calidad e inclusión es indisoluble. Lo que vemos en las escuelas diariamente son políticas de abandono y de desmantelamiento, que profundizan la verdadera grieta que es la de la desigualdad.