¿En dónde cabe tanta libertad si no es donde no haya barreras? ¿Dónde ubicar tanta grandeza si no es donde no hay más techo que el cielo? El lugar elegido fue la Plaza de Mayo. Hasta allí fue la muchedumbre innúmera a pedir, a reclamar, a exigir por alguien que había perdido lo que sentían que nunca habían tenido. Fueron por Perón y por ellos, porque la dignidad de los trabajadores, del pueblo argentino, era la libertad de ese hombre que los había sacado del ostracismo. Y ahí fueron, en número y con todos los nombres, caminando convencidos, como peregrinos de la fe.
Para esos hombres y mujeres que hicieron el 17 de octubre era más que ir a vivar por la liberación del hombre que les había reconocido sus derechos. Era ir a luchar por la vida de sus hijos, de sus hermanos, en esta se jugaban la propia. Porque antes de Perón estaba el paisaje sobre el que la oligarquía construyó su base de poder y resentimiento a los más pobres. Y con Perón y después de Perón y hasta el fin de los días aquellos que no estaban, que no hablaban, que caminaban con andar desviado y sin rumbo tenían cielo y paraíso. Con Perón era con y cada uno de ellos la redención del pueblo entero. Era nacer en eternidad.
Aquel hito fundacional estableció los parámetros del amor irrevocable entre quienes no se traicionan. Entre leales, no solamente como un valor abstracto, sino como una condición necesaria para construir un proyecto de país, para hacer una Patria más grande.
Hace 69 años el peronismo brotó en las calles y comenzaría a escribir su historia grande, que es la del pueblo argentino. Hoy, aquello que marcó un quiebre en la vida política no solamente de nuestro país sino de todo el mundo, tiene un sentido vivo y presente a partir de la construcción militante, comprometida y fervorosamente leal de Néstor y Cristina. Porque antes de ellos, el peronismo se mantenía vivo por el mito y la militancia que resistía, tras la década neoliberal entreguista. Pero en 2003 volvimos a ver en hechos concretos que la proclama de lealtad al pueblo se traducía en obras, programas, estrategia política de defensa de soberanía y reconocimiento de derechos. No hay más peronismo que ese, que el de trabajar para los que menos tienen, porque el peronismo es justicia social.
Recordar el 17 de octubre es reivindicar a ese pueblo, este pueblo, que hoy como ayer emprende ese caminata eterna de perseguir sueños, convencido que su destino será de liberación e igualdad siempre con la bandera de la lealtad como estandarte a la victoria.
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