En la construcción de un proyecto político, los hechos simbólicos suelen tener tanta significación como los tangibles.
Así, la disputa por el sentido de las cosas, o sea por el sentido común, por las características y condiciones de las interpretaciones de la historia, es uno de los principales campos de batalla donde se desenvuelve la gran disputa por los dos modelos hoy en pugna: el nacional-popular, que con todas las dificultades estamos construyendo y el liberal-oligárquico escondido detrás de la crispación del tristemente célebre “Grupo Aˮ conducido por los poderes concentrados de los multimedios.
El 27 de abril el proyecto nacional y popular volvió a escribir una nueva página de gloria en el libro de la historia: por primera vez el Consejo Nacional del Partido Justicialista se reunió con la expresión orgánica de los trabajadores organizados, la Confederación General del Trabajo en su sede de la calle Azopardo al 800 de la Ciudad de Buenos Aires.
La elección del día de la llegada de Néstor Kirchner, titular del PJ y conductor político de este proyecto iniciado allá por el 2003, a la CGT no fue casual. Un 27 de abril pero de 1979 la CGT le realizaba a la dictadura militar su primer paro general.
Como paradojas del destino (en realidad como producto de la profundización de los cambios que la compañera Cristina viene realizando desde que asumió su gobierno) en el momento en que la conducción del peronismo estaba reunida con los trabajadores se conocía que la Corte Suprema de Justicia estaba declarando la inconstitucionalidad del indulto firmado por Carlos Menem y que beneficiara entre otros a Martínez de Hoz, el ex ministro de economía del proceso y referente histórico de la Sociedad Rural.
Nada es casual. Mientras hace 31 años los trabajadores hacían una huelga general al régimen dictatorial más perverso de nuestra historia que imponía su proyecto social-económicoˮ“productivo de exclusión a sangre y fuego y dejaba al país sumido en la miseria y la fragmentación, intentando levantarse y parárseles de mano a los dictadores y sus personeros civiles; hoy en la calle salen a defender a un gobierno que ha vuelto a poner a la Argentina de pié, rompiendo las cadenas de la dependencia económica y cultural, aumentando nuestros márgenes de autonomía para la toma de decisiones sobre nuestra vida económico-productiva, defendiendo al trabajo argentino en el contexto de la más feroz de las crisis económicas internacionales, consagrando derechos sociales y mejorando las condiciones de vida de nuestro pueblo.
El salón Felipe Vallese, en homenaje al primer desaparecido político, un obrero metalúrgico peronista dirigente de la Juventud Peronista secuestrado un 23 de agosto de 1962 sin que desde entonces se sepa qué hicieron con él, se vistió de fiesta para recibir a la conducción del peronismo, un peronismo que desde el 2003 se ha encargado de recuperar las banderas históricas y desagraviar, con hechos concretos, las afrentas a la historia que en su nombre habían hecho Menem, Duhalde y todos aquellos que traicionaron ideales de justicia social, independencia económica y soberanía política que nos son propios.
Los trabajadores organizados son los primeros en reconocer y disfrutar las ventajas de un modelo nacional y popular que mira al mercado interno y al trabajo de su gente. Por eso no sorprenden, aunque gratifican, las palabras del Secretario General de la CGT Hugo Moyano “los trabajadores reconocemos y devolvemos con lealtad a quienes nos han devuelto la dignidad. Por eso esta lealtad, que vamos a demostrar en todo momento, al gobierno de Cristina Kirchnerˮ.
En ese ámbito Néstor Kirchner redobló la apuesta por el proyecto nacional y popular y para los que aún dudan o no terminan de convencerse de que se avance en el sentido de lo que se enuncia y dijo lo que es la piedra angular del modelo peronista en construcción y el sentido de la acción “una de las grandes banderas que tenemos los argentinos es avanzar hacia la distribución del producto en un fifty-fifty, cincuenta y cincuenta, como corresponde. Y es lo que pensamos hacer a partir del 2011ˮ.
A esa altura la presencia de trabajadores de distintos gremios se hacía sentir en la calle y Néstor Kirchner salió al balcón a saludarlos.
No faltarán los cultores de la institucionalidad vacía que cuestionen la presencia del conductor de un partido político en la sede de todos los trabajadores. Sin embargo, esa presencia es un hecho trascendente para la democracia y para los sectores populares.
Los trabajadores, lo saben mejor que nadie. Sólo una política nacional-popular puede canalizar sus demandas en concreciones efectivas y esta presencia vuelve a poner las cosas en el lugar que corresponde: es el peronismo, éste peronismo, el que mejor interpreta el sentir de los trabajadores.
Estamos viviendo momentos históricos: el movimiento obrero organizado, junto a las organizaciones sociales y los partidos populares, juntos en la defensa del modelo, como se expresó en la pelea por la aplicación de la Ley de Servicios Audiovisuales.
La historia nos enseñó que hay momentos en los que no se puede dudar donde estar, que no hay espacio para la indecisión. Ese momento es hoy y estamos donde tenemos que estar.