Política

Niñez en emergencia

Por Lic. Fernanda Raverta
por La Cámpora
10 dic 2018

Hace tres años que nos constituimos como el espacio opositor más importante al gobierno del actual presidente Mauricio Macri. Desde el Congreso de la Nación, hemos votado sistemáticamente en contra de todas y cada una de las leyes que normatizaron este modelo económico que sólo profundizó la pobreza y la exclusión de las grandes mayorí­as en la Argentina.

Somos una fuerza polí­tica opositora a este modelo neoliberal, modelo económico que cada dí­a deja secuelas en la vida de los y las argentinas.

Pero también somos una fuerza polí­tica con vocación de oficialismo, de gobierno, porque sabemos que las polí­ticas públicas, la administración del estado, las mediadas de gobierno, modifican radicalmente la vida de las personas, de lxs niñxs, de lxs trabajadores y sus familias, de lxs jubilados, de lxs profesionales, empresarios, comerciantes.

Hace pocos dí­as conocimos, a partir de un informe de Unicef, que casi la mitad de lxs niñxs, bebés, adolescentes, de la Argentina son pobres.

¿Qué significa que un niño, una niña o un/a adolescente sea pobre?

Bueno, en primer lugar significa que esa persona, en etapa de desarrollo y crecimiento, va a comer menos y mal. Alimentarse con bajos recursos económicos no es simplemente tomar menos leche, comer más harina y azúcar; es tener más caries, bajo peso y ver disminuidas las capacidades cognitivas, por ejemplo. Algunxs no pueden ir todos los dí­as a la escuela, y terminan abandonando.

Comer menos, significa cenar mate cocido con pan temprano e irse a dormir, para soportar la sensación en la panza. Comer menos significa perder el apetito y la costumbre de sentir hambre.

Pero también, ser un o una niño/a pobre e ir a la escuela, es rendir menos, es prestar menos atención a la explicación de la maestra, es tener dificultades para incorporar la escritura, y por supuesto es no poder desarrollar plenamente la capacidad de leer comprensivamente.

La vida de un niño/a pobre es bajo un techo que se llueve, es compartiendo el colchón entre hermanxs, es bajo amenaza de desalojo, es con un baño precario muchas veces fuera de la casa. Las paredes de las casas de lxs chicos pobres no alcanzan a frenar el frio intolerable, que lxs hace tiritar, que no hay ropa que alcance a sacarlo de los huesos. También, están lxs niñxs pobres que viven en la calle, donde el riesgo, por supuesto, es de vida, donde la hazaña es vivir.

Un niño, una niña o un adolescente pobre asiste diariamente a la desolación de sus padres porque no tienen trabajo, convive cotidianamente en una familia que pierde la autoestima y la expectativa en que sus hijxs vivan mejor, porque el esfuerzo diario de esos adultos no alcanza, no es suficiente, porque el modelo económico los condena a la exclusión.

Por supuesto, un niño o niña pobre, tiene menos ánimo para jugar, para reí­r, para divertirse, difí­cilmente, pueda ir al cine, al teatro, a un parque de diversiones.

Lxs niñxs pobres no conocen el mar, no se meten bajo las olas, no aletean entre la espuma, no hacen castillos de arena.

Lxs niñxs pobres comen menos en sus casas, alrededor de la mesa, con su familia, comparten menos las anécdotas de lo que paso en el barrio, con sus amigos, por lo tanto hablan menos con sus padres, abuelos, tí­os.

Un/a adolescente pobre está siempre frente al riesgo de caer en la trampa de adultos que son parte de tramas delictivas. Todxs sabemos que para que un adolescente sea parte de un hecho delictivo tiene que estar fuera de la escuela, tiene que estar fuera de alguna medida de protección del estado en cualquier forma de polí­tica pública. Un adolescente pobre que no es sujeto de derechos, es sin duda, objeto de la manipulación y la desesperanza. ¿Si su vida no vale nada, porqué valdrí­a la vida de quienes lo rodean?

¿En qué Argentina estamos viviendo? Y ¿En qué Argentina queremos vivir?

Quienes conocen la pobreza en el cuerpo, saben perfectamente lo difí­cil que es reparar las condiciones de desigualdad entre adultos cuando de niños los atravesó la pobreza.

Pero sin dudas saben de resistir, de soñar, de luchar solidariamente con el vecino, con las vecinas que organizan el comedor, con la familia ampliada donde entre todxs cuidan de lxs niñxs.

Las familias de esos niñxs pobres no se resignan.

No se rinden.

No se entregan.

No se arrodillan.

Porque saben perfectamente que sus hijxs merecen vivir bien.

Porque sabemos que fue posible vivir en otra Argentina, donde entre todxs construimos un presente mejor para nuestrxs hijxs, para los hijxs del pueblo.

Y lo volveremos a hacer.

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