El país que Néstor Kirchner recibió en sus manos allá por 2003 es muy distinto del que tenemos hoy. La economía durante los últimos casi 7 años ha mostrado índices de crecimiento y empleo sumamente exitosos. Se han logrado reducir notablemente los niveles de pobreza e indigencia, realizando además obras públicas que benefician a millones de argentinos.
En este camino, el Estado se ha financiado con recursos genuinos producto de una política macroeconómica inteligente y prudente; parte de la cual se ha basado en una reducción record de los niveles de endeudamiento del país. En efecto, desde 1976 en adelante, todos los presidentes anteriores a 2003 habían incrementado los niveles de deuda pública a cifras estrafalarias. Esta situación no sólo lesionaba nuestra capacidad de decidir nuestro propio rumbo (porque los que nos prestaban la plata nos ponían innumerables condiciones para ello) sino que también nos obligaba a destinar gran parte de nuestros ingresos al pago de intereses de la deuda.
Cuando este modelo se inició en 2003, si Argentina quería cancelar su deuda debería haber destinado a eso la imposible cifra de un 300 % de lo que producía para exportar. Hoy día nuestra deuda externa es completamente manejable y estamos intentando reducirla, aún más, terminando de pagar el último tramo de deuda que había quedado en default tras la presidencia de Rodríguez Saá. Si resolvemos esta situación, nuestras empresas podrán conseguir financiamiento más barato y con él podrán incrementar sus niveles de actividad y empleo.
Hoy, como ayer, vemos cómo actúan quiénes debieran representar al pueblo desde la oposición. Ayer endeudaron al país y recortaron la inversión pública y los sueldos de empleados y jubilados para pagarles a los actores financieros. Hoy pretenden que recortemos lo que el Estado invierte en construir hospitales, llevar agua potable a los barrios, pagar asignaciones universales por hijo o aumentar las jubilaciones (entre otras acciones) para pagar deuda externa. Nosotros preferimos mantener los niveles de inversión pública y utilizar reservas genuinas del Estado argentino (por las que nos pagan un 0,5 % de interés) para terminar de resolver esta situación que ellos generaron. Contraer nueva deuda a una tasa de interés del 15 % no es, claramente, una opción que beneficie a nuestro pueblo.
Somos concientes de que cualquier alternativa de cambio debe enfrentar múltiples presiones y que un proyecto, en ocasiones, debe ser gradual en sus aspiraciones. La llegada de Marcó del Pont a la presidencia del Banco Central de la República Argentina rompe con una larga tradición argentina. Por primera vez en muchos años nuestro gobierno ha logrado poner al frente del BCRA a una persona que no sólo presenta óptimas condiciones profesionales y personales sino que, también, mostrando un notable compromiso con nuestros trabajadores y nuestra gente, no se subordina al capital financiero.
¿Quiénes pretenden destituir a Marcó del Pont avasallando, además, cualquier mínimo nivel de institucionalidad? La misma oposición que pide que recortemos la inversión pública, o que nos endeudemos a tasas exorbitantes, para pagar la deuda que ellos contrajeron ¿Qué intereses defienden? ¿Los del pueblo trabajador que necesita que se multipliquen las opciones laborales o los de los actores financieros que quieren seguir sentados arriba de la guita o que prefieren prestarle al Estado a tasas usurarias? La respuesta parece evidente. Nuestra Presidenta sabe perfectamente lo que está en juego en esta disputa y es por eso que debemos acompañarla en cada medida, en cada declaración y en cada paso que de tratando de fortalecer este modelo con inclusión social.