“Un país en serioˮ, prometía Néstor en sus afiches de campaña, valiéndose como carta de presentación, ante quienes no lo conocían, de la exitosa gestión llevada adelante en su provincia.
Luego de la renuncia de quien resultara primero en los sufragios, Carlos Saúl Ménem, asumió Néstor con una tasa de desocupación del 17,3%, cifra que descendió al 10,4% en el primer trimestre del 2006. Asimismo, la pobreza golpeaba al 54% de nuestros compatriotas, lográndose que ya para el año 2007 se redujera a menos de la mitad.
Una de los mayores logros de su gobierno fue la reestructuración de la deuda, la más grande de la historia del sistema financiero internacional con una quita del 66%.
Ingresaron al canje el 76% de los acreedores, llegando al 92% en el 2010 durante la presidencia de Cristina; quedando por fuera sólo los Fondos Buitres a los que el ex presidente, Mauricio Macri, les abonó la totalidad de lo reclamado.
En 2003, la deuda externa representaba el 130% del Producto Bruto Interno y en 2007, al finalizar el mandato de Néstor, era inferior al 50%. Luego de los dos gobiernos de Cristina, en un inmenso proceso de desendeudamiento inédito, ésta llegó a representar el 38% del PBI. En las antípodas, cuatro años más tarde, al finalizar el mandato Mauricio Macri, la deuda trepó hasta ubicarse en torno al 100% del Producto Bruto Interno.
En enero del año 2006, se pagó la totalidad de la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional, logrando desprenderse de los condicionantes del organismo que ya no tuvo injerencia en las políticas económicas a aplicarse en nuestro suelo. Un dato no menor es que se pagó íntegramente con reservas genuinamente generadas por la recuperación económica y el superávit comercial; y no contrayendo nueva deuda.
Esta hazaña pudo realizarse en lo que fue el periodo de crecimiento más largo del último siglo durante el gobierno de Néstor, con cinco años de desarrollo sostenido, en un promedio superior al 8% anual.
Para lograrlo, se convocó a todos los sectores de la sociedad, desde los movimientos de desocupados y jubilados hasta trabajadores de todos los rubros: docentes, científicos y científicas, obreros y obreras; todas y todos comprometidos con la reconstrucción de un país que había sido devastado.
Entre los convocados se encontraban (nos encontramos) los y las jóvenes. Nestor y Cristina interpelaron especialmente a ese sector de la sociedad que había crecido en el descreimiento de la política. Se hizo un llamado a aquellos que militaban en organizaciones sociales, de derechos humanos, en barrios, en colegios y universidades pero que se ubicaban lejos de la política partidaria, como parte de la herencia de años donde se intentó convencer de la muerte de las ideologías.
La política, de a poco, volvió a ocupar un lugar de centralidad en la vida de nuestro país, el lugar que nunca debería haber abandonado, reafirmándose como la única herramienta plausible de transformar la realidad.
La figura del “héroe colectivoˮ se tornó emblemática, no quedando lugar para individualismos ni oportunismos: durante los gobiernos de Néstor y Cristina el país se reconstruyó con y para todos y todas.
En los últimos cuatro años, nuevamente el neoliberalismo arrasó con nuestro modelo de país, destruyendo el aparato productivo, endeudándonos por las próximas generaciones, aumentando la desocupación, la pobreza y la desigualdad. Pero esa semilla militante había germinado y funcionó de base para poder resistir activamente a cada uno de los embates contra el pueblo, permitiéndonos más temprano que tarde volver.
A la crisis socioeconómica desencadenada por el gobierno anterior, habrá que sumarle la situación extrema que derive de la pandemia del nuevo coronavirus. Y una vez más, como lo hicimos con Néstor y Cristina, saldremos adelante y podremos reconstruir la Patria.