El modelo posterga las reformas necesarias para solucionar los problemas estructurales de la economía argentina, como la bimonetariedad. En cualquier caso, muchas fisuras sobre la consistencia del plan económico empiezan a generar dudas sobre la sostenibilidad futura.
Primer año de Milei
Parches en la macro y tortura en los bolsillos
El primer año económico de Javier Milei se caracterizó por la desintegración social, el deterioro productivo y la proliferación de parches en el plano macroeconómico. Milei no cumplió ninguna de sus promesas de campaña y apeló al pragmatismo para implementar un programa de emergencia que le permita tan solo comprar tiempo.
La devaluación inicial del peso fue de una magnitud excesiva.
Eso aceleró dramáticamente la dinámica de precios, hasta alcanzar un 51% de inflación en el primer cuatrimestre del gobierno de Javier Milei. A partir de entonces, Caputo implementó un programa más pragmático que se alejó de los dogmas del paradigma “liberal libertario”. Aplicó un ajuste tradicional puro y duro. Se centró en una contracción fiscal y monetaria muy severa, tanto ajustando el gasto como haciendo uso de la “licuadora” sobre las partidas presupuestarias.
Caputo implementó un programa más pragmático que se alejó de los dogmas del paradigma “liberal libertario”. Aplicó un ajuste tradicional puro y duro.
Mantuvo cepos y todo tipo de intervenciones para generar un ancla cambiaria. De su fracaso previo en 2018 Caputo al menos comprendió que “las fuerzas del mercado” se lo pueden llevar puesto si abre de par en par la economía. Por esto, planchar ficticiamente al dólar hoy sigue siendo el eje de su política anti inflacionaria. Lejos de solucionarse definitivamente, el problema de precios sigue siendo apremiante.
Los parámetros actuales, con un IPC de entre el 2,5% y el 3%, están en línea con la inflación que se registraba en el 2021 o en el último año de Macri. Nadie en esos momentos podía pensar que la inflación fuera un tema resuelto.
La política cambiaria de Milei es inconsistente. La fijación del dólar como mecanismo para morigerar las subas de precios solo genera una olla a presión, cada vez más difícil de sostener.
Hoy la economía argentina registra lo que técnicamente se conoce como “déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos”, que no es otra cosa que un saldo negativo en la posición de dólares con el resto del mundo. El rojo en el flujo de dólares genera consecuencias cuando se vuelve persistente. Aumentan las expectativas de devaluación, se distorsionan los incentivos y puede volver a empeorar las condiciones financieras.
En el corto plazo el déficit de cuenta corriente se financia por diferentes mecanismos: dólares especulativos tentados para aprovechar la “bicicleta financiera”, nueva deuda externa, o lo que Milei y Caputo llaman “dolarización endógena”, que no es más que los argentinos quemando sus ahorros previos de “canuto” en dólares.
Ninguno de estos mecanismos es sano ni da cuenta de una economía ordenada. Todo esto ocurre a pesar de la recesión. Si en algún momento la economía real reactiva de forma sensible, se incrementará la demanda por importaciones y esto va puede acelerar los desbalances externos.
En el plano productivo, los resultados son aún más aciagos. La actividad económica sufre las consecuencias de un modelo de ajuste brutal, sin ningún tipo de contemplación sobre la salud de las empresas ni el empleo local. El PBI, como medida sintética del ingreso nacional, va a caer más de 3% este año.
Esto se da a pesar del agro, que crece en contraste a un año de sequía dramática por mero rebote estadístico. Neteando este efecto, el PBI caería más de 6% en 2024. Una recesión de magnitud no muy lejana al desastre de la pandemia o la crisis del 2001.
En el detalle, todos los sectores mano obra intensivos presentan resultados peores al promedio. La industria y la construcción marcan los peores registros, con mermas que superan los dos dígitos. El comercio interno tampoco se destaca, con salarios famélicos y cada vez más competencia importadora.
Cuesta ver cuáles serán los motores de la recuperación de cara al 2025. La economía argentina es muy dependiente del consumo privado, sobre el cual no se espera una recuperación firme dada la continuidad del programa de austeridad.
A nivel sociolaboral, las condiciones objetivas también empeoraron. El primer año de Milei redundó en la destrucción de más de 200 mil puestos de trabajo formales, donde se destaca una retracción en el mundo privado del 2,2% sobre el total de laburantes. La caída del poder adquisitivo fue la norma.
Con datos registrados al mes de septiembre, todos los segmentos salariales cayeron en términos reales, pero resalta especialmente la catástrofe de los informales, que sin paritarias ni mecanismos de indexación automática perdieron 20% promedio en el año. Cada vez más el pueblo comprende que la menor inflación es condición necesaria, pero no suficiente para la mejora en las condiciones de vida.
Hoy los argentinos pueden comprar más dólares, pero muchos menos bienes y servicios de su canasta de consumo. Menos poder de compra significa más pobreza e indigencia, lo cual se expresó con el escandaloso dato del INDEC, que presentó un avance de la pobreza de casi 12 puntos porcentuales en el primer semestre de Milei. Es difícil pensar que esto revertirá en el corto plazo, con un gobierno nacional que se siente cómodo con paritarias a la baja, y tiene pisadas las políticas compensatorias vía transferencias.
Con todo, el primer año de Javier Milei deja un gusto amargo para las mayorías populares.
El deterioro de las condiciones de vida es ostensible, y paradójicamente no surge como contracara de ninguna mejora de “la macro”. El modelo en curso solo favorece una transferencia de recursos desde el mercado interno al sector financiero y las multinacionales rentistas vinculadas a actividades primarias extractivas.
La historia nos enseña una y otra vez que la copa nunca derrama. Los sufrimientos populares de hoy serán continuados por más padecimientos futuros. El sacrificio de un pueblo en el altar del capital concentrado. Pero no hay mal que dure cien años. Nuestra Sociedad ya demostró que los proyectos políticos de expoliación y fuga hacen estrago en poco tiempo, pero también rápidamente pierden en las urnas. El pueblo argentino sabe que existió un país mejor y de eso podemos dar testimonio.