Platón hace más de 2500 año ya había sostenido que “la única verdad es la realidadˮ. La explicación surge a través de la alegoría de la caverna, que es manifestada por Platón en los diálogos del libro VII de la República. El filósofo describe en una charla entre Sócrates y Glaucón como es la situación del ser humano respecto al conocimiento.
Según ese mito, hay un grupo de prisioneros que habitan una caverna subterránea. Estos prisioneros desde niños están encadenados e inmóviles de tal modo que sólo pueden mirar y ver el fondo de la cueva. Detrás de ellos y en un plano más elevado hay un fuego que la ilumina; entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared o tabique, como si fuera un teatro de títeres. Por el camino desfilan unos individuos, algunos de los cuales hablan, portando unas esculturas que representan desde animales hasta objetos inanimados. Entonces, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras, y los prisioneros creen que esas sombras son la realidad.
Platón se anticipó así al rol de los medios de comunicación y el control social que ejercen en pos del modelo neoliberal. En la guerra ideológica que impone el neoliberalismo, los medios de comunicación son utilizados como un arma de combate. La información, debido a su explosión, su multiplicación, su sobreabundancia, se encuentra literalmente contaminada, envenenada por todo tipo de mentiras, por los rumores, las deformaciones, las distorsiones, las manipulaciones.
Por ello hay un enorme condicionamiento intelectual. La comunicación, los medios de comunicación de masa, se ligan, para cualquiera que sea su opinión, defender un esquema según el cual la solución neoliberal no sólo es única sino que es la mejor. La idea es hacernos creer que estamos en el mejor de los mundos. Cristina lo expresó claramente: “Son momentos difíciles en los que pareciera ser que se instala un sentido común contrario a los intereses de las grandes mayorías. Pero lo paradójico es que pareciera ser asumido en contra de sus propios intereses. Son momentos de confusión que han sucedido en otras etapas de la humanidad, de oscurantismo diría yo. Hay una suerte de oscurantismo, una atmósfera, se respira en el aire un cierto antiintelectualismo, un anti-pensarˮ.
¿Qué tiene que ver Platón y su mito de la caverna en todo esto? En que lo que ves por los medios no es la realidad, o bien es un reflejo distorsionado de la misma. En primer término porque los medios tienen una función sumamente importante: la imposición de una agenda (setting) mediante la cual se estipulan los temas sobre los cuales la población va a centrar su interés. Esta teoría de la agenda setting, establece que la selección de temas que hacen los medios influye en la que hace la población, y no a la inversa. O sea, hablamos de lo que ellos quieren que hablemos. Los medios tienen la capacidad de imponerlo mediante la exacerbación y repetición de cuestiones (que pueden ser banales) en detrimento de otros temas más trascendentes, los cuales son ocultados.
Hay que acotar que la imposición de los temas de agenda no es siempre para determinar que la ciudadanía piense y opine sobre banalidades. La temática de la agenda mediática se construye en virtud de los intereses políticos y económicos del poder corporativo. Se habla de las cuestiones que este poder quiere que se hable y dirigiendo el eje del debate en beneficio propio.
Cristina expresó sobre esto en virtud de que la agenda mediática se focalizaba en banalidades mientras “por atrás nos pasan elefantesˮ. En otro de sus discursos, CFK dijo que “los medios de comunicación han tenido un rol preponderante en el sentido de instalar un sentido común y no todos están preparados para aguantar lo que puede ser un bombardeo mediático (ˮ¦) En eso ellos son mucho más efectivos que nosotros, los resetean con tres o cuatro frases que ustedes van a ver, prendan la televisión, lo van a decir en todo momento, como la pesada herenciaˮ.
Y en segundo término, el relato mediático. El acontecimiento que deviene en noticia ha sido tergiversado, reconstruido, en función de los intereses corporativos. Ese acontecimiento lo han hecho creíble, lo han reflejado en el fondo de la caverna aunque ese reflejo no se condice con la realidad.
En la construcción de la noticia intervienen tres “mundosˮ. El real, el que produce los acontecimientos; el de referencia, en el cual ese acontecimiento toma significado social, se le otorga trascendencia o no en función de su verosimilitud con la realidad; y el posible.
El mundo posible es el mundo narrativo construido por el sujeto enunciador a partir de los otros dos mundos citados. Si en el mundo “realˮ se producía la verificación y en el mundo de referencia se determinaba la verosimilitud, en el mundo posible se desarrolla la veridicción. El enunciador debe hacer parecer verdad el mundo posible que construye.
El mundo en el interior de caverna es el mundo que nos cuentan los medios. Un mundo de los sentidos, donde el (supuesto) saber es opinión, porque no está contrastado con la realidad. Todo es subjetivo. Es el mundo sensible. En cambio, el mundo real, el exterior, es el inteligible, el de las ideas, lo objetivo.
Pensar es la salida
Uno de los prisioneros, siguiendo su naturaleza, busca la libertad. Mirará hacia el otro lado de la caverna. El prisionero sería incapaz de percibir las cosas cuyas sombras había visto antes. Se encontraría confuso y creería que las sombras que antes percibía son más verdaderas o reales que las cosas que ahora ve. Si se le forzara a mirar hacia la luz misma le dolerían los ojos y trataría de volver su mirada hacia los objetos antes percibidos.
En el mundo exterior le sería más fácil mirar primero las sombras, después los reflejos de los hombres y de los objetos en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y la luz de los astros y la luna. Finalmente percibiría el Sol, pero no en imágenes sino en sí y por sí. Después de esto concluiría, con respecto al Sol, que es lo que produce las estaciones y los años, que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
Al recordar su antigua morada y a sus compañeros de cautiverio, se sentiría feliz y los compadecería. En el mundo subterráneo los prisioneros se dan honores y elogios unos a otros, y recompensas a aquel que percibe con más agudeza las sombras, al que mejor recuerda el orden en la sucesión de la sombras y al que es capaz de adivinar las que van a pasar. Esa vida le parecería insoportable por la irrealidad.
Ese que rompe las cadenas debe ser el militante. Esa es su función. Conocer la realidad objetiva, analizarla, e interpelar a la sociedad que aún se encuentra sumida en la realidad subjetiva de lo que reflejan los medios y el discurso neoliberal en el fondo de la caverna, mientras afuera, en el mundo real, y sin ser reflejados, les pasan los elefantes mientras las sombras de la banalidad distraen.
Y fruto de esa interpelación sigue la organización colectiva para que todos y todas rompan las cadenas y salgan del fondo de la cueva, conozcan la realidad y obren en consecuencia. Porque la voluntad del militante no es suficiente sin una comunidad organizada.