La impunidad de 34 años en el asesinato de Walter Bulacio y el reciente reconocimiento del agravante por odio racial en el caso de Lucas González ponen al desnudo la persistencia de la violencia institucional. Entre rock, movilizaciones y lucha popular, demostramos que patear todas las puertas hasta forzar un cambio judicial no solo es posible, sino imprescindible para honrar la memoria y garantizar justicia.