A 40 años del golpe cívico-militar que derrocó al presidente constitucional chileno, Salvador Allende, recordamos y homenajeamos a este líder latinoamericano que sembró de ilusiones y proyectos emancipadores el suelo del Estado vecino y cuyo proyecto de país igualitario, libre y soberano quedó brutalmente interrumpido por la dictadura sanguinaria del genocida Augusto Pinochet. Acompañamos hoy el reclamo de nuestros hermanos chilenos por la instalación de los valores irrenunciables de Memoria, Verdad y Justicia.
Distintos nombres, mismos principios
El médico cirujano Salvador Allende asumió la presidencia de Chile el 4 de noviembre de 1970, en un mundo bipolar y en plena ˮGuerra Fríaˮ. El eje de sus políticas económicas tuvo que ver con la estatización de los sectores económicos de interés público. Su gobierno nacionalizó así la extracción del cobre, que aportaba el mayor ingreso de divisas a las arcas del estado; encaró una reforma agraria; reguló los precios de mercancías; logró mejoras sustanciales en los salarios de los trabajadores; reformó la Cámara íšnica de representantes.
Más allá de los matices, del contexto histórico diferentes, de las modalidades, estas medidas iban en la misma línea que las formuladas por Perón en nuestro país: distribución de la riqueza y consciencia de clase le llamaban allá; justicia social y lealtad, por estas tierras. Pero también cabe el paralelismo con las gestiones emancipadoras de nuestra Patria Grande en la actualidad. Desde el “Socialismo del Siglo XXIˮ, de Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa, hasta el “lulismoˮ brasilero o el “kirchnerismoˮ en nuestro país. Todos estos gobiernos, en definitiva, son comparables y equiparables pues ponen al pueblo, a los sectores históricamente oprimidos y postergados, como actores privilegiados que mediante las políticas públicas logran pleno alcance de la dignidad humana y gozan de la garantía plena de sus derechos.
Los enemigos, los de siempre acá y allá
No es casual encontrar semejanzas en los ataques de los sectores más reaccionarios y conservadores de la sociedad, las oligarquías terratenientes y los monopolios y grupos del poder concentrado, a las políticas emancipatorias de nuestros países hermanos. Fue el accionar de la prensa opositora al gobierno popular de Allende -El Mercurio, La Segunda, La Tercera de la Hora, Las íšltimas Noticias, La Prensa, La Tarde y Tribuna- que aliada a la CIA, aportó desde sus páginas sensacionalistas y tendenciosas lo que se necesitaba para fomentar todos aquellos hechos que fueron desgastando al gobierno: paros, boicot, destituciones.
A menos de un año de mandato, los opositores miembros de la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente(UDI) bloquearon sistemáticamente cada una de las leyes transformadoras que impulsó Allende. Impulsaron incluso una serie de juicios políticos con el objetivo de destituir legisladores oficialistas y funcionarios claves para el ejercicio del poder gubernamental, con vagos argumentos y acusaciones de corrupción; todo esto gracias al indispensable apoyo de la Corte Suprema de Justicia. Esa unión de opositores políticos, poderes fácticos y justicia funcional sería letal para los dos años que le restaban al presidente.
Mientras tanto los terratenientes retaceaban sus productos al mercado interno, acaparaban comestibles para generar inflación, se generaban desabastecimientos de mercancías de primera necesidad, se generaba un mercado negro, se sumaba un paro de transporte público y de distribuidoras, el paro de los mineros del cobre, los ataques hacia civiles por parte de comandos fascistas, autodenominados “Frente Nacionalista Patria y Libertadˮ; las movilizaciones contra la reforma educativa por parte de Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC)completaban la acechanza de los privilegiados de siempre contra los oprimidos que se liberaban, a paso lento pero firme.
Cada arremetida de los sectores del poder fáctico iba en una misma dirección: el objetivo común era acabar con ese proyecto que por primera vez llevaba a la presidencia del país trasandino a un legítimo representante de los sectores populares. Con él, los sueños de un futuro mejor para los hijos por “la vía chilena hacia el socialismoˮ. Pero los planes de los Estados Unidos apuntaban a tomar otro camino. El mundo estaba dividido y no se podía permitir un avance del comunismo en el patio trasero.
El golpe que mató a la primavera
La noche del 10 de septiembre de 1973, Allende intentó romper la intransigencia de los partidos que conformaban el bloque gobernante (Partido Socialista, MAPU, Izquierda Cristiana y Mir) contra el plebiscito popular para superar la parálisis del Congreso.
Las tres ramas de las “Fuerzas Armadasˮ, comandadas por los dictadores Augusto Pinochet, Leigh y Patricio Caravajal tomaron la ciudad durante la madrugada del 11 de septiembre. Paralelamente, Sepúlveda, al frente de los “Carabinerosˮ, fue depuesto por los genocidas Mendoza y Yovane. La Junta Militar mandó un ultimátum contra la democracia: “Si la Moneda no es desalojada antes de las 11, será atacada por tierra y por aireˮ, pero Allende se negó a rendirse y soportó hasta el final los bombazos destructores, entregando la vida por la democracia de su Chile amado.
El estado de sitio acabó con aquella experiencia de vía al socialismo por las vías democráticas y se puso en marcha una cruel e interminable dictadura, 17 años de delitos de lesa humanidad a trvés de un plan sistemático de represión que barrió con la economía nacional y mutiló el tejido social y cultural del país hermano.
El mandato es la alegría de los pueblos
A 40 años de ese golpe fatídico queremos recuperar las últimas palabras de Salvador Allende, aquel presidente popular que sembró una semilla que hace 10 años está germinando en diferentes lugares de nuestra América:
“Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.(ˮ¦) Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".