Política

Sin brújula en la tormenta

La renuncia de la canciller Susana Malcorra desnuda aún más la falta de rumbo del Gobierno Nacional respecto de su polí­tica exterior, algo que ya habí­a dado muestras luego de la partida de Martí­n Lousteau como embajador en Estados Unidos y los innumerables errores cometidos por Macri cada vez que a nuestro paí­s le tocó jugar en el plano internacional.
por La Cámpora
29 may 2017
La llegada de Macri a la presidencia vino con un relato de “reinserción al mundoˮ de nuestro paí­s. En realidad eso significaba cambiar la matriz de nuestras relaciones internacionales, las cuales durante los doce años de kirchnerismo estuvieron marcadas por la integración regional sudamericana, tomando como pivote global a Brasil, y sumando a Venezuela, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Paraguay (hasta el Golpe de Estado contra  Fernando Lugo). Así­, en 2005 se pudo decir no al ALCA que vino a proponer a Mar del Plata George W. Bush. Esto fue posible porque la negociación fue de un bloque de paí­ses soberanos contrapuestos a la potencia norteamericana. Otra hubiese sido la historia si la negociación en lugar de multilateral habrí­a sido bilateral. La creación de Unasur y del Parlasur fortaleció el bloque sudamericano, otorgándole la institucionalidad que carecí­a. Sin embargo, la restauración conservadora en nuestro paí­s, el golpe de Estado contra Dilma Rousseff y la crisis venezolana dinamitaron esa mancomunidad y nos volvieron a dejar expuestos ante Estados Unidos y Europa. Fue entonces cuando el gobierno argentino pidió la exclusión de Venezuela del Mercosur y atacó en cuanto foro internacional pudo a la gestión de Nicolás Maduro. En tanto, Barack Obama visitaba nuestro paí­s un 24 de marzo, Macri le daba la mano a James Cameron sin mencionar Malvinas y también pedí­a disculpas en España a Iberia y Repsol. Apuestas Dos apuestas fallidas determinaron el fracaso de la polí­tica exterior argentina, cargándose primero a Lousteau y luego a Malcorra. Primero fue la intención de Macri de instalar a Malcorra como candidata a la Secretarí­a General de Naciones Unidas, para lo cual hizo cesiones increí­bles a Reino Unido en Malvinas a cambio de su voto, además de irse la ahora ex canciller con una denuncia por la utilización de fondos públicos en su “campañaˮ por la ONU. Los grandes medios, al omitir un dato importantí­simo, quizás le hicieron olvidar a Macri que Malcorra vení­a con la mochila de una denuncia por encubrimiento de abuso de menores por parte de integrantes de Cascos Azules en Haití­. La otra apuesta fue la postura a favor de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales en las que se impuso Donald Trump. Esto fue algo inéditamente torpe: que la embajada argentina en Washington se manifieste abiertamente por un candidato en las elecciones norteamericanas. Contrajo enormes costos al paí­s, ya que Trump cortó la canilla a muchas exportaciones. Así­ cayó la primer cabeza, la rulada de Lousteau. Ahora fue el turno de Malcorra, castigada por las denuncias por el uso de fondos públicos y expuesta por una innumerable cantidad de errores. No es menor que su partida se produzca luego de la crisis en Brasil y la inminente caí­da de Michel Temer. Sucede que la ex ministra se apresuró en hacer que nuestro paí­s sea el primero en convalidar el gobierno ilegal del golpista Temer y ser el único en que lo recibió en visita oficial. Ahora es el turno de Jorge Faurie, un hombre que proviene del menemismo y que fue vicecanciller de Carlos Ruckauf cuando este fue Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno interino de Eduardo Duhalde. Dato no menor, fue cesado de sus funciones por ser denunciado como parte de una megacuenta en Suiza a nombre del ultramenemista Ramón Hernández. Sea Malcorra o Faurie, quien determina la polí­tica exterior en un sistema presidencialista como el argentino es el primer mandatario. Macri, como ya ha sido corroborado, ha dado muestras de un total desconocimiento e impericia en la materia, dejando atado nuestro rumbo al mandato de las corporaciones y de la US Embassy. La actualidad geopolí­tica transcurre sobre arenas movedizas. El avance de la ultraderecha en Europa, la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el retorno con fuerza de Rusia a la escena diplomática, los ataques cada vez más globales que se atribuye ISIS, la avanzada golpista en Latinoamérica, la guerra en Siria y la amenaza de un conflicto nuclear en la Pení­nsula de Corea son los factores clave de un mundo cambiante. En ese escenario, la Argentina está desprotegida.  Sin rumbo.
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