Combinó dos aspectos centrales. Por un lado, una megamuestra de ciencia, tecnología, arte y educación, que incorporó a las más diversas áreas estratégicas del desarrollo científico y tecnológico, de la generación de conocimiento y de la producción. Involucró a los diferentes organismos descentralizados del sistema nacional de Ciencia y Tecnología, actores productivos e industriales. Didáctica, interactiva, original, creativa y atractiva, se convirtió en una herramienta de aprendizaje, de educación, de divulgación científica, para contarnos los últimos avances del conocimiento y los más complejos desarrollos científicos y tecnológicos estratégicos para el desarrollo nacional.
Por otro lado, Tecnópolis, se concibió como proyecto de inclusión social. El acceso a la educación y al conocimiento es un derecho, y así lo entendió el Estado impulsando activamente la participación de todos los sectores sociales, como un factor igualador. Fue además una herramienta para lograr que diversas políticas públicas, implementadas desde los diferentes Ministerios, lleguen a la gente y vuelvan a cada barrio hecho realidad. Tecnópolis fue esencialmente federal: desde todos los rincones de la Argentina la conocieron, porque la Patria es una sola, y el desarrollo es de todos o no es de nadie. De esta manera Tecnópolis logró representar un proyecto de país; un proyecto de desarrollo científico, tecnológico e industrial, sobre los pilares de la integración, la inclusión social y la equidad.
El formato de la nueva edición de Tecnópolis responde al modelo político y económico del nuevo gobierno, a un proyecto político neoliberal de subdesarrollo y dependencia, y también, al de un Ministerio de Ciencia compatible con ese proyecto. Vaciada de contenido estratégico y del rol de la ciencia y la tecnología como motor del desarrollo, envuelta en un discurso falaz de apolítica, y adornada con un velo de “modernización y nuevas tecnologíasˮ, volvió. Pero de ser la cifra de un proyecto político de país comprometido con el desarrollo nacional, inclusivo y soberano, Tecnópolis se convirtió, bajo la órbita del nuevo gobierno, en un mero entretenimiento.
Al menos podemos afirmar que no pudieron con Tecnópolis, será siempre una “incomodidadˮ para los dirigentes que no incluyan en el proyecto de gobierno, la continuidad de proyectos científicos y tecnológicos estratégicos que se enmarquen en un proyecto político de industrialización, generación de empleo, desarrollo, soberanía nacional e inclusión social. Todo eso fue, es y será Tecnópolis, un proyecto político de país.