Treinta tirones de orejas, algunos más fuertes que otros. Treinta años que cumple nuestra democracia. El pueblo la recuperó aquel diez de diciembre del 83, y ha sabido reconstruirla hasta el día de hoy. Algunos años fueron más difíciles que otros, pero uno por medio nos acostumbramos a ir a las urnas. Sabemos que la decisión política es del pueblo, y que desde hace tres décadas es el único que puede determinar los rumbos de la patria.
Durante los últimos diez años, esa democracia se fortaleció como nunca. De la mano de Néstor y de Cristina, no sólo se recuperaron derechos que habían sido arrebatados durante aquella oscura noche de siete años. Los reclamos y la lucha de los trabajadores, estudiantes, jubilados y minorías habían sido ocultadas, sometidas y castigadas por un poder que pocas veces tenía su sede en la Casa Rosada ni en el Congreso de la Nación. También gozamos de la ampliación de derechos, de un proyecto de desarrollo con inclusión social.
La contracara del desamparo y la desidia neoliberal es la de un proyecto nacional y popular que desde sus comienzos decidió organizar al pueblo. Un proyecto que recuperó la política como herramienta de transformación de la realidad con el único fin de alcanzar la felicidad del pueblo, de conseguir la grandeza de la Nación. Un proyecto que decidió enfrentar a las corporaciones para fortalecer a la democracia y empoderar al pueblo.
Ganamos derechos, ganamos patria. Otra vez discutimos de política en la mesa y en todos lados, y lo hacemos sin miedo. Volvimos a la Plaza, esa que las Madres y Abuelas cuidaron durante la segunda década infame, esa plaza que sigue siendo la casa de treinta mil compañeros detenidos desaparecidos. Aquella larga noche no quedó en el olvido. Treinta años de democracia y una política activa de Memoria, Verdad y Justicia son apenas el comienzo de un sistema que hay que profundizar, que requiere todos los días de un pueblo de pie y organizado para defender lo conquistado, y para lograr lo que falta.
Recuperamos las calles y los barrios. Recuperamos los símbolos, y hoy hacemos flamear nuestra bandera y coreamos el himno con orgullo. De la mano del proyecto nacional, hemos conquistado nuevos derechos: matrimonio igualitario, igualdad de género, centros de estudiantes, movilidad jubilatoria, paritarias, una ley de servicios de comunicación audiovisual, derechos para los trabajadores rurales, para trabajadores de servicios doméstico, derechos para todos y todas.
Se cumplen treinta años de democracia. Los primeros treinta años. Los primeros diez de este proyecto nacional. Y sabemos que así será siempre en esta nueva Argentina. Democracia joven pero robusta. Ni un paso atrás, con un pueblo organizado. Nunca más terrorismo de Estado, y nunca menos derechos para el pueblo. Democracia hoy, y democracia siempre. Vamos a celebrarlo: este diez de diciembre, lo pasamos en la Plaza de Mayo.
¡Todos a la Plaza!
Treinta tirones de orejas, algunos más fuertes que otros. Treinta años que cumple nuestra democracia. El pueblo la recuperó aquel diez de diciembre del 83, y ha sabido reconstruirla hasta el día de hoy. Algunos años fueron más difíciles que otros, pero uno por medio nos acostumbramos a ir a las urnas. Sabemos que la decisión política es del pueblo, y que desde hace tres décadas es el único que puede determinar los rumbos de la patria.
Durante los últimos diez años, esa democracia se fortaleció como nunca. De la mano de Néstor y de Cristina, no sólo se recuperaron derechos que habían sido arrebatados durante aquella oscura noche de siete años. Los reclamos y la lucha de los trabajadores, estudiantes, jubilados y minorías habían sido ocultadas, sometidas y castigadas por un poder que pocas veces tenía su sede en la Casa Rosada ni en el Congreso de la Nación. También gozamos de la ampliación de derechos, de un proyecto de desarrollo con inclusión social.
La contracara del desamparo y la desidia neoliberal es la de un proyecto nacional y popular que desde sus comienzos decidió organizar al pueblo. Un proyecto que recuperó la política como herramienta de transformación de la realidad con el único fin de alcanzar la felicidad del pueblo, de conseguir la grandeza de la Nación. Un proyecto que decidió enfrentar a las corporaciones para fortalecer a la democracia y empoderar al pueblo.
Ganamos derechos, ganamos patria. Otra vez discutimos de política en la mesa y en todos lados, y lo hacemos sin miedo. Volvimos a la Plaza, esa que las Madres y Abuelas cuidaron durante la segunda década infame, esa plaza que sigue siendo la casa de treinta mil compañeros detenidos desaparecidos. Aquella larga noche no quedó en el olvido. Treinta años de democracia y una política activa de Memoria, Verdad y Justicia son apenas el comienzo de un sistema que hay que profundizar, que requiere todos los días de un pueblo de pie y organizado para defender lo conquistado, y para lograr lo que falta.
Recuperamos las calles y los barrios. Recuperamos los símbolos, y hoy hacemos flamear nuestra bandera y coreamos el himno con orgullo. De la mano del proyecto nacional, hemos conquistado nuevos derechos: matrimonio igualitario, igualdad de género, centros de estudiantes, movilidad jubilatoria, paritarias, una ley de servicios de comunicación audiovisual, derechos para los trabajadores rurales, para trabajadores de servicios doméstico, derechos para todos y todas.
Se cumplen treinta años de democracia. Los primeros treinta años. Los primeros diez de este proyecto nacional. Y sabemos que así será siempre en esta nueva Argentina. Democracia joven pero robusta. Ni un paso atrás, con un pueblo organizado. Nunca más terrorismo de Estado, y nunca menos derechos para el pueblo. Democracia hoy, y democracia siempre. Vamos a celebrarlo: este diez de diciembre, lo pasamos en la Plaza de Mayo.
¡Todos a la Plaza!
