El Pepe fue mucho más que un ex mandatario, desafió balas y celdas para entregar su vida a la construcción política. Su paso por la presidencia de Uruguay (2010-2015) estuvo marcado por el compromiso de cambiar realmente la calidad de vida de su pueblo.
“Venimos al mundo para intentar ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida. Esto no es un discurso pobre, es un discurso de sobriedad. Pero hemos inventado una montaña de consumo superfluo. Compramos y tiramos. Lo que estamos gastando es tiempo de vida. Porque cuando compramos, no lo hacemos con plata. Lo hacemos con el tiempo que tuvimos que gastar para ganar esa plata. Y ese tiempo es vida. El capitalismo nos quiere vender que la felicidad es consumir, pero consumir es hipotecar la vida”, expresó en su discurso en la Cumbre de Río+20, Naciones Unidas, en el año 2012.
Durante su juventud, integró la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, y pasó 14 años preso en condiciones infrahumanas durante la dictadura uruguaya. Lejos de rendirse, esa experiencia forjó su mirada sobre la política como herramienta para cambiar la realidad sin perder la ternura, la sencillez y el compromiso.
Supo tender puentes entre generaciones, entre dirigentes históricos y juventudes militantes, entre la política institucional y la lucha social, y así fue como convocó a que miles de uruguayos se vuelquen a la militancia política.
“Militar es comprometerse con una causa, es asumir que no vivimos solos y que el mundo no va a cambiar por sí solo. Los cambios los hacen los que se organizan, los que luchan, los que creen en algo más grande que ellos mismos. Por eso, mientras haya injusticia, la militancia es una necesidad moral. No es para ganar cargos, es para cambiar la historia.”