Política

Un sushi en retirada

Darí­o Lopérfido se fue del Ministerio de Cultura de la Ciudad. Será recordado por haber negado el terrorismo de Estado e inaugurado un macartismo hacia personalidades de la cultura.
por La Cámpora
6 jul 2016
El ahora ex ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Darí­o Lopérfido, tiene una visión completamente elitista, mercantil y privatizadora de la cultura, que choca abiertamente con el paradigma inclusivo impulsado a nivel nacional en los años anteriores. Sin embargo, el motivo por el cual miles de personas exigí­an su renuncia no obedece a su gestión, sino a sus declaraciones aberrantes sobre la última dictadura cí­vico militar. El ex secretario de Cultura de Fernando De La Rúa -quien jamás hizo una autocrí­tica por integrar un gobierno que dejó decenas de asesinados en Plaza de Mayo y un paí­s inmerso en la pobreza- apeló a una visión negacionista del terrorismo de Estado objetando la cantidad de desaparecidos y reflotando la teorí­a de los dos demonios. El único objetivo de esas cloacales declaraciones fue minimizar las atrocidades cometidas por los genocidas y obviar que existió un plan sistemático de tortura y exterminio como condición necesaria de un modelo económico de ajuste, vaciamiento y saqueo a los argentinos. Se entiende que el funcionario macrista diga esas cosas cuando se conoce que tiene una excelente relación con su suegro, Bartolomé Mitre, director del diario La Nación y uno de los beneficiados con las torturas que permitieron a su diario y a Clarí­n quedarse con Papel Prensa. Tan nefastas afirmaciones le valieron el repudio de los organismos de Derechos Humanos y que cientos de personas le reclamaran a Horacio Rodrí­guez Larreta que lo apartara de su cargo. La respuesta del ex participante del Grupo Sushi (cuando los jóvenes detentan cargos en un gobierno neoliberal como el de la Alianza, la prensa hegemónica no los estigmatiza, los felicita) fue señalar que quienes lo criticaban eran comisarios kirchneristas que habí­an delinquido a través de los subsidios a la cultura. Además de ejecutar un macartismo hacia personalidades de la cultura como no ocurrí­a desde la dictadura, Lopérfido sinceró su ideologí­a: él cree que una cultura inclusiva, federal y apoyada por el Estado es un delito, porque deberí­a relegarse a un bien mercantil sin intervención estatal cuyo acceso sólo sea gozable por los sectores pudientes de la sociedad. Pero además, es un ignorante porque el Estado no contrataba a los actores sino que subsidiaba a productoras las que luego decidí­an a qué artistas convocar. Tan bruto es el Ministro saliente que en su incontinencia verbal hasta critica a su esposa, Esmeralda Mitre, porque ella actuó en la serie “Taxxi, amores cruzadosˮ, que Endemol produjo en el marco del Plan de Fomento Audiovisual del Gobierno anterior. La cultura también debe funcionar como camino para la inclusión y recomposición del tejido social desintegrado por los neoliberalismos de facto y democráticos, con una fuerte mirada federal e integral. Y la polí­tica cultural como polí­tica de estado debe hacerse con memoria y ética, porque fueron muchos los artistas desaparecidos por la última dictadura y muchas las obras censuradas. Darí­o Lopérfido no reúne el más mí­nimo requisito de decoro, dignidad e idoneidad para estar en esa función. Su salida era inexorable. El Jefe de Gobierno también deberí­a desplazarlo de la dirección del teatro Colón (para sumar otra mancha a su trayectoria, Lóperfido ejercí­a un doble cargo incompatible) si quiere mostrarle a la sociedad que el macrismo no avala ese paradigma conservador y reaccionario que detentaba el ahora ex Ministro de Cultura.
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