Repasemos algunos puntos sobre el tema:
1.Reformar el instrumento de votación es tocar el corazón de nuestro sistema electoral. Cambiar la manera de votar impacta en todo el sistema y cualquier reforma de este estilo necesita de tiempos, de búsqueda de consensos entre todos los partidos porque es más que un cambio de instrumento. El debate sobre cualquier reforma a la normativa electoral tiene que ser prudente y responsable porque no transforma los contenidos sino las reglas de juego y la legitimidad de las autoridades constituidas en democracia.
2.Cambiar el instrumento de votación modifica la forma en la que los ciudadanos y los partidos se vinculan con la elección. En Argentina, se ha producido una suerte de moralización del debate sobre el instrumento de votación: la boleta partidaria como “corrupta y clientelar” versus la boleta única como “transparente y democrática”. Pero el debate sobre el instrumento de votación simplemente debe darse sopesando las ventajas y desventajas que cada uno introduce en la competencia electoral. Esos argumentos no fueron expuestos en el debate en el Congreso. El mérito y demérito de cada sistema no fue acompañado con evidencia alguna y en su reemplazo se esgrimen teorías y prejuicios.
3.Debatir sobre boleta única implica definir sobre cuál modelo específico de boleta única estamos debatiendo. Hasta ahora es un debate abstracto y el tipo de boleta ha cambiado durante el proceso. En Diputados se dio media sanción al modelo de boleta cordobés (todos los cargos en la misma boleta, con las categorías en filas y los partidos en columnas); en el Senado se emitió dictamen por ese modelo y por el santafecino (una boleta única por cada categoría); finalmente, se terminó aprobando el modelo mendocino (todos los cargos en la misma boleta, con las categorías en columnas y los partidos en filas). La diversidad de propuestas está ligada a que falta responder la pregunta de origen: qué problema estamos buscando resolver. Es un síntoma del estado de situación de una discusión fetichizada.
4.Los actores protagonistas del sistema electoral estuvieron y están fuera de la discusión sobre esta reforma. No hubo participación del Poder Judicial - un actor clave en la gestión electoral -, ni de las organizaciones de la sociedad civil - que representan a los ciudadanos - ni de los partidos políticos - que de acuerdo a nuestra Constitución Nacional son instituciones fundamentales del sistema democrático.
5.La reforma del instrumento de votación parte de una discusión sobre un problema que no tenemos. El sistema electoral argentino funciona. Produce resultados legítimos reconocidos por todos los actores relevantes del sistema democrático. Así lo demostró en el proceso electoral de 2023 luego de haber recibido denuncias injustificadas por parte de quien hoy es el Presidente de la Nación y su espacio político.
6.El sistema electoral argentino es ágil, robusto y confiable. El electorado lo conoce y lo valora. La confianza en el sistema es elevada según lo han demostrado tanto diversos estudios como los altos niveles de participación. Una parte fundamental de esa confianza está construida por el involucramiento de los partidos políticos y los ciudadanos a lo largo de todo el proceso.
7.Desde 1983 en adelante, las elecciones nacionales se desarrollan con normalidad, la participación electoral es alta, hay alternancia en el gobierno y quienes pierden el gobierno las elecciones reconocen y aceptan los resultados, aún con márgenes de diferencia muy cercanos. Eso muestra la fortaleza del sistema electoral que nunca ha recibido una denuncia judicial, ni siquiera en momentos de tensión como las que se intentaron provocar en las elecciones de 2023.
8.Este sistema tiene una ventaja más: los actores que desconocen el sistema, después de tener contacto con él, moderan su grandilocuencia sobre las potenciales mejoras porque reconocen el elevado nivel de controles cruzados que lo hacen eficiente y seguro. En 2023, el proceso electoral fue observado por las autoridades de mesa designadas por el Poder Judicial, los fiscales de los partidos políticos, los propios agentes de la Justicia Electoral, la propia ciudadanía en su interacción con el voto, así como Organizaciones Civiles y Visitantes Internacionales. No se presentaron elementos concretos sobre ningún tipo de irregularidad en el proceso.
9.La discusión sobre la boleta única no parte de un diagnóstico integral sobre cuáles son los problemas que busca solucionar. Partiendo de esa base no hay forma de establecer cuál es el cambio que se busca establecer ni forma de evaluar qué beneficios reporta su implementación. Los proyectos en debate no aportan evidencias concretas sobre la necesidad de un cambio tan radical en el sistema electoral.
10.El caso más concreto es el del robo de boletas, el argumento principal del debate mediático. La incidencia de dicha práctica se menciona pero no se cuantifica ni se explica de qué manera se produce. La falta de denuncias judiciales, así como la escala necesaria que se necesitaría para que tenga alguna incidencia, permite suponer que el robo de boletas es un hecho muy marginal que no incide en el resultado general. En nuestro país, los partidos políticos, principales interesados en la cuestión, son los responsables por la provisión de boletas. Pero desde hace algunos años tanto el Poder Judicial como la logística electoral provista por el Poder Ejecutivo aseguran una cantidad suficiente de boletas de contingencia para los casos donde falten boletas de alguna fuerza política.
11.Los otros argumentos esbozados también trabajan sobre supuestos. Se habla de “voto cadena” y no se explica de qué manera la boleta única lo evita (la misma práctica de robar el primer sobre firmado por los fiscales podría reproducirse con la boleta única). Se menciona la necesidad de evitar la “lista sábana”, cuando la boleta única no solo no termina con el problema sino que lo agrava. Los candidatos que con la boleta partidaria aparecen “escondidos en la boleta” directamente dejan de estar en la boleta si pasamos a un sistema de boleta única.
12.También se menciona la “contaminación visual” que produce la cantidad de boletas en el sistema de boletas partidarias. La boleta única concentra esa contaminación en un solo instrumento provocando efectos concretos: más dificultades para encontrar al candidato y el ocultamiento de aquellos candidatos que pasan a una suerte de afiche colgado sobre la pared. El resultado es el alejamiento de los candidatos respecto de la ciudadanía. Lejos de transparentar se agrega un elemento de opacidad. Si “nadie lee todos los candidatos de una boleta”, ¿por qué alguien los leería en un afiche colgado en el cuarto oscuro?
13.Hay muchos efectos poco analizados en la implementación de este sistema. Uno de ellos es el incremento en el voto en blanco. En Córdoba, el voto en blanco para la categoría legisladores provinciales se duplicó: pasó de 7,7% en 2007 a 20% en 2011 y luego se estabilizó cerca del 14%. En las elecciones provinciales de 2023, el voto en blanco para categorías legislativas respecto de la ejecutiva fue del 10% más. En Santa Fe, el voto nulo para diputados provinciales pasó del 0,9% en 2007 al 8,1% en 2011 y desde entonces nunca cayó del 4%. Mendoza debutó con la boleta única en 2023: el voto en blanco y nulo para diputados provinciales rondó el 10% y se produjo una gran disparidad entre secciones, con distritos que marcaron 20% de voto en blanco para la categoría gobernador o 34% para la categoría de diputados. En definitiva, produce un sistema político con menos legitimidad.
14.La reforma aleja la política de los votantes. Hay pocas dudas de que la boleta única reduce la centralidad que tienen los partidos políticos en la elección. Se les quita funciones y responsabilidades que fueron establecidas en el artículo 38° de nuestra Constitución Nacional. La discusión sobre el instrumento impacta directamente en el sistema de partidos y en la forma en que estos se organizan. Por eso el tratamiento exprés y sin análisis del posible impacto es inadecuado para la magnitud de la cuestión.
15.Los partidos políticos, en la actualidad, son co-responsables de la organización electoral. Y eso implica que son garantes de la transparencia del sistema. Con la incorporación de este instrumento, los partidos políticos pierden una de sus funciones, que entonces pasa a corresponder al Estado nacional.
16.Es necesario rechazar el planteo económico sobre “el costo de las elecciones”. La democracia no puede medirse de esa manera ni considerarse un costo. Dicho esto, como ocurre con el resto de los argumentos, se afirma que la boleta única “es más barata” sin presentar evidencia al respecto. En los cálculos que se presentan sin respaldo documental no se analizan los costos indirectos: cuartos oscuros móviles, cartelería, capacitación a ciudadanos y autoridades de mesa, el traslado de costos a elecciones provinciales, entre otros. En el caso de la impresión, se da por sentado que la boleta única representaría un ahorro sin presentar casos concretos que lo demuestren.
17.Se menciona la idea de que la boleta única genera “igualdad de condiciones” entre todos los partidos. Eso significaría que actualmente tenemos un sistema que perjudica a las minorías. Sin embargo, en los últimos años se ha observado no solo alternancia entre oficialismo y oposición sino también nuevos emergentes y expresiones políticas que, de una elección a otra, constituyeron espacios políticos nuevos que participaron en igualdad de condiciones con el resto.
18.El instrumento de votación no es neutral. Esto no quiere decir que la boleta partidaria produce efectos mientras que la boleta única no. Significa lo contrario: que todos los instrumentos de votación producen efectos determinados, incentivan algunas prácticas y desincentivan otras. Por eso es necesario correr el debate del plano de la moral y volverlo un debate sobre los efectos que produce cada instrumento para poder evaluar cuál es el que mejor se adapta a nuestras necesidades.
19.Reformar un sistema que funciona implica un riesgo. La democracia empieza a ser cuestionada en muchos lugares del mundo y el sistema electoral es la columna vertebral de nuestra joven democracia. Producir una reforma sobre nuestras elecciones pone en riesgo un valor que los argentinos y las argentinas hemos construido los últimos 40 años. Cualquier paso en este sentido que no esté seriamente evaluado se juega demasiado. Las elecciones argentinas funcionan y eso significa que las autoridades políticas, que luego toman decisiones sobre nuestra vida son autoridades legítimas reconocidas por todos. Poner en riesgo ese valor sin saber qué ganamos a cambio es temerario.
20.Todo lo dicho hasta aquí no invalida la necesidad de tener un debate serio e informado sobre el sistema electoral argentino sino todo lo contrario. Es una invitación a pensarlo y elaborarlo de manera responsable e informada. Será necesario para ello abrir la convocatoria a toda la ciudadanía, construir evidencia científica al respecto, realizar pruebas piloto y verificar cuáles son los verdaderos problemas que deben ser resueltos. Entonces sí podremos estar seguros de que podremos proponer mejoras en un sistema que ha permitido consolidar la democracia en nuestro país.