El programa del FMI se propala a cielo abierto, es conocido. Congelamiento de las jubilaciones, ajuste del salario real y eliminación más acelerada de los subsidios al consumo de energía y servicios públicos. Acecha sobre los sectores populares un ajuste de escala mayor.
Se trata de un intento de cargarnos a todxs los argentinxs una enorme masa de endeudamiento. Los recursos en juego son los que las corporaciones necesitan para financiar una valorización de magnitud de sus riquezas, luego de haber generado minuciosamente las condiciones de emergencia con las que intentan explicar la necesidad de este vergonzoso acuerdo.
En un giro de singular perversión, lamentablemente, las condiciones sí de son de virtual emergencia. Eliminación de controles de entrada y salida de dólares, promoción irrestricta del negocio financiero, y pérdida de capacidad fiscal, por el perdón de impuestos a los sectores concentrados de la economía desde el minuto cero de la gestión Macri, configuran una situación sin solución de continuidad ni viabilidad posible.
Es un momento necesario de este programa económico, que está en relación directa con los actores que disponen la política y con los métodos que utilizan para llevarla adelante. Sus resultados no podían ser otros. La incapacidad de los funcionarios en la gestión se desliza por los márgenes de esta grave condición estructural a la que arrojaron a la economía.
La actitud de tensa disputa que logran sostener las fuerzas populares en todo el continente le agrega importancia geopolítica a este “manotazo de ahogadoˮ del neoliberalismo: las corporaciones no pueden admitir que, con los niveles inauditos de concentración del poder que ejercen, no logren disciplinar a los pueblos de Latinoamérica.
Por ello, no puede haber en sectores de la oposición ninguna justificación de esta ignominia, ya sea que esté motivada por eventuales necesidades de corto plazo, por la cobardía o sencillamente por la comodidad de no enfrentar a estos poderes.
Recordemos la discusión sobre la ley de pago a los fondos buitres, que inició este nuevo ciclo de endeudamiento y acelerada fuga de divisas en la Argentina. El suministro de gobernabilidad para este saqueo termina indefectiblemente socavando la legitimidad de los circunstanciales “dadoresˮ. Que lo recuerden todos los sectores de la política y el movimiento obrero. Es así la naturaleza insaciable de las corporaciones imperialistas. No admiten, más temprano o más tarde, mediaciones políticas de ningún tipo.
En estos días, muchos votantes de la propia Alianza Cambiemos vieron con estupor como los sectores que el Gobierno dice expresar y articular le desataron una corrida cambiaria. Parte de la banca transnacional, por caso, con conspicuos representantes orgánicos en la gestión económica.
Tenemos que insistir hasta el cansancio que, de concretarse este intento, la situación económica y social va a deteriorarse muy gravemente.
Más de dos años de ataque sobre el salario real, con ajuste previsional incluido y la vigencia de condiciones imposibles para la producción, acorralaron a nuestro pueblo. No permitamos que eso se profundice, y que su reparación nos demande, a la postre, mayores sacrificios para retomar el sendero de desarrollo de nuestra patria, a partir del año que viene.
Resignar soberanía en todos los terrenos y entregar la autonomía de la política económica a un pool de banqueros, traficantes y petroleros no podía llevar sino a esta encerrona. El pueblo está siendo directamente extorsionado.
La razón neoliberal es: “lo tenemos que hacer porque ustedes no se ajustan; no se ajustan el salario, no se ajustan la jubilación ni el consumo de electricidadˮ.
Nuestra visión es que urge recomponer el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones para sortear una recesión económica inminente, con precios que escalan al doble de velocidad de los salarios.
Es preciso recuperar la capacidad fiscal resignada a manos del sector exportador.
Es necesario retomar la regulación de los flujos de divisas y controlar el ingreso de mercaderías importadas.
Un eventual sometimiento al FMI vendría a confirmar ese ajuste sobre el consumo popular, la producción y el mercado interno, que la Alianza Cambiemos programó para el segundo semestre.
Algún desprevenido puede haber creído que la derrota circunstancial de Diciembre de 2017 significó un hecho definitivo de retroceso para el campo del pueblo. La realidad está demostrando que, muy por el contrario, esas múltiples acciones de resistencia sorprendieron al bloque de poder económico, que decidió no dar tregua y redoblar el avance sobre los ingresos de las mayorías. Pero hay consecuencias: la consideración popular sobre la gestión de Macri se deshilacha todos los días.
Acelerar la inflación a fuerza de tarifazos, presionar por una mayor valorización financiera y llevar a la economía a una crisis cambiaria fue la respuesta de las corporaciones a esa rebeldía popular de diciembre, el camino hacia una redistribución regresiva y brutal. Pero esa rebeldía sigue en estado fluido, esperando para brotar en la resistencia a los ataques.
Ya mismo la tarea es impedir que este acuerdo se concrete. En las calles, en los lugares de trabajo y en el Congreso. Con todas las herramientas que tenemos, ordenadas con criterio de unidad.
Le toca jugar al campo del pueblo, a sus fuerzas políticas, a sus sindicatos, organizaciones libres, a sus representantes y a sus liderazgos naturales, para demostrar que no somos una sociedad formateable para beneficio de los privilegiados de siempre.