Por Alfredo Eric Calcagno (*) (1)
La prensa de los últimos días informa que la Argentina “vuelve al Fondo Monetario Internacional (FMI)ˮ. Los medios de comunicación opositores señalan este hecho como una derrota del Gobierno, que después de haberse ido, ahora vuelve “humilladaˮ; lo hace con igual énfasis con el que en su momento condenó que la Argentina se desligara del FMI, lo cual “nos aislaría del mundoˮ (de tal modo, estaba mal irse y está mal volver); la realidad es que ambas afirmaciones son falsas.
En primer lugar, la Argentina nunca se fue del FMI. La verdad es que continuó siendo miembro, pero dejó de ser deudora. De tal modo, se emancipó del cumplimiento de las pesadas condicionalidades que impone el FMI a quien les presta.
Existen dos rangos de obligaciones para sus miembros, según sean o no deudores del FMI. Cuando obtienen préstamos quedan sujetos a sus condicionalidades, que los obligan a ejecutar determinadas políticas económicas de ajuste. Son las normas que rigieron durante el neoliberalismo, que llevaron a muchos países al desastre económico. Nuestra experiencia lo comprueba. Pero cuando no se es deudor, no existen tales obligaciones. Sí rigen, para todos los miembros, otros tipos de deberes y también de derechos. Así, los países miembros tienen que aceptar que el FMI elabore un informe anual acerca de su situación económica. Entre las ventajas de ser miembro del FMI está el recibir liquidez internacional sin condiciones cuando el FMI decide una emisión de derechos especiales de giro (DEG). La Argentina aumentó así sus reservas en 2.500 millones de dólares, gracias a la emisión de DEG para enfrentar la crisis internacional.
Ahora, la Argentina está normalizando sus relaciones con el FMI. Este trámite no está originado en ningún requerimiento que piense hacerse al FMI, sino en la conveniencia de restablecer un acceso fluido al financiamiento internacional. Entre los requisitos que solicitan los bancos internacionales para financiar y los organismos estatales de seguros de los países desarrollados para garantizar inversiones en el extranjero, figura una relación normal con el FMI. En ese sentido, el único requisito que le falta a la Argentina es el examen anual de su economía que realiza el FMI a todos sus Estados miembro y que se interrumpió en 2006 (art. IV de la Carta Constituva del FMI). Se trata sólo de un estudio de la situación económica, análogo al que le efectúan la generalidad de los organismos económicos internacionales y que no implica ningún compromiso.
El FMI en la Argentina. El FMI acompañó y promovió la hegemonía del capitalismo financiero sobre el productivo a partir de la reforma financiera de 1977, impulsó la desastrosa apertura unilateral de la tablita cambiaria que devastaron nuestro tejido industrial y aumentaron la ruinosa deuda externa, y luego presionó para que se la estatizara. Después apoyó y financió el programa neoliberal consumado en el decenio de 1990.
Durante el gobierno del Presidente De la Rúa, la insistencia del FMI en la aprobación de una ley de flexibilización laboral precipitó la crisis política. Entre fines de 2000 y de 2001, financió una desmedida fuga de capitales, y convalidó todos los manotazos de ahogado, desde la ley de “déficit ceroˮ hasta el megacanje. Y cuando se derrumbó la convertibilidad, el FMI pasó a propugnar la libre flotación del peso, que casi nos lleva a la hiperinflación, y después la dolarización. Además, impuso la reforma de la ley de quiebras y la derogación de la ley de subversión económica. La recuperación de la economía nacional recién empezó cuando el Gobierno Nacional dejó de seguir sus políticas.
¿Cómo fue el último estudio del FMI sobre la economía argentina?
Los estudios que realiza el FMI en virtud del art. IV de su Carta Constitutiva no implica ningún compromiso para los gobiernos. Esta conclusión surge con claridad si se confrontan las conclusiones del estudio de julio de 2006 (el último realizado) con la política que ejecutó el Gobierno.
El cuadro muestra que la política cumplida fue la opuesta de la preferida por el FMI. Los resultados le dieron la razón al Gobierno: crecimiento del PIB de entre el 8 y 9% y amplio superávit fiscal y externo. Por el contrario, el cumplimiento de las preferencias del FMI hubiera provocado una profunda recesión, con la prioridad del pago de la deuda externa.
Frente al FMI. La negociación en curso con el FMI tiene los siguientes rasgos básicos:
1- No se trata de un regreso al FMI, porque la Argentina nunca se fue. Lo que ocurrió es que la Argentina se emancipó de las condicionalidades, porque pagó toda su deuda con el FMI, que sólo puede exigirles medidas de política económica a sus deudores.
2- La Argentina no tiene ningún programa con el FMI, ni se propone pedirle ningún préstamo.
3- El objetivo de la Argentina consiste en normalizar su situación, con el fin de reabrir el mercado financiero internacional. í‰sta es una condición necesaria para que los bancos internacionales financien y los organismos estatales de seguros de países desarrollados garanticen inversiones en el extranjero.
4- El único requisito que falta para normalizar la relación con el FMI es la realización del estudio de la economía argentina establecido en el art. IV de la Carta Fundamental del FMI. En los hechos, las preferencias manifestadas por el FMI en ese análisis son irrelevantes para determinar la política económica.
En síntesis: se trata de una gestión de gobierno normal, que no significa una contramarcha ni implica compromisos para el Gobierno.
(*) Economista. (1) En diario Miradas al Sur, domingo 11 de octubre de 2009, Política, pág. 16 y 17.